A diferencia de otras edades de la mujer, cuando existen ciertas recomendaciones generales aplicables para todas las de determinado rango, en la tercera edad las indicaciones médicas son más específicas para cada caso, ya que consideran el historial clínico, social y cultural que la paciente trae consigo.
Precisamente por ello, la única recomendación que pueden tener en común las mujeres que llegan a los 60 años tiene que ver con un sometimiento a estudios integrales a cargo de un médico geriatra, quien a partir de ahí diagnosticará y recetará los tratamientos necesarios para extender el bienestar de ellas.

¿Empieza a los 60?

El hecho de consultar a un médico especialista en adultos mayores pudiera asustar a muchas mujeres que recién cumplen 60 años y no se identifican con una persona anciana, por eso el médico geriatra Ricardo Salinas Martínez, a cargo del Centro Regional para el Adulto Mayor del Hospital Universitario, en la Ciudad de México, ayuda a clarificar ese parámetro.
“Los demógrafos nos indican que la tercera edad empieza a partir de los 60 años”, explica Salinas, “sin embargo, desde el punto de vista de la clínica y geriatría, una persona en la tercera edad es la que presenta varias comorbilidades.
“Eso quiere decir que la persona tiene varias enfermedades que representan a su vez el desarrollo de discapacidades y que son susceptibles a padecer cuadros clínicos a los que les llamamos síndromes geriátricos”.
Los padecimientos propios de la edad a los que se refiere el especialista incluyen demencia, depresión, sarcopenia (pérdida de masa muscular), fragilidad, incontinencias e inmovilidad, entre los más comunes, y se pueden presentar en distintos grados.
La presentación de los mismos, como explica Salinas, no necesariamente ocurre a los 60 años. El médico identifica los 74 años como la edad promedio en la mujer mexicana en la que los síndromes geriátricos se hacen notorios.
“No hay casos iguales”, afirma el geriatra, “una mujer puede presentar todos los cuadros clínicos del adulto mayor a sus 60 años, pero también hay mujeres que a los 80 tienen una salud maravillosa. Por eso lo primero que se tiene que hacer es identificar el perfil del paciente una vez que ha alcanzado su séptima década”.

Muchos diagnósticos

Como el estado de salud que tiene cada mujer a sus 60 años es diferente de caso a caso, el geriatra a cargo de su cuidado a partir de esta etapa en su vida deberá conocer el historial clínico de la paciente, además de su entorno social y afectivo.
“Lo primero que tenemos que hacer es identificar el perfil de la paciente, evaluar su grado de problemas de salud y las áreas de capacidad que sí tiene para aprovecharlas y recuperarlas, para extender su bienestar y su autonomía.
“Empezaríamos con la detección y control de enfermedades crónico-degenerativas, como la hipertensión y diabetes, luego revisaríamos sus niveles de obesidad, que es un problema común”, prosigue Ricardo Salinas Martínez, médico geriatra.
Otros aspectos, como la densidad ósea (para detectar osteoporosis), seguimiento a pruebas para cánceres o tumores si se tuvieron previamente, y salud ginecoobstétrica, son analizados en el campo clínico.
En esta evaluación inicial, el médico también recaba información sobre los factores sociales, familiares, intelectuales y laborales que rodean a la mujer, con el objetivo de recomendarle prácticas y hábitos que vayan acorde a su estilo de vida o lo enriquezcan.
“Es muy importante conocer cómo está la salud cognitiva y mental de la persona, porque aunque el aspecto físico esté bien, el deterioro en las capacidades intelectuales puede desarrollar padecimientos delicados”.
La recomendación aquí sería mantenerse activa mentalmente, procurando la estimulación intelectual a través de un hobby, trabajo, participación en clubes sociales, convivencia con distintas personas, y actividades como lectura y juegos de mesa.
Un acercamiento a los factores afectivos que rodean a la mujer, completa el estudio integral recomendado por el médico, ya que, en su experiencia, a mayor soporte emocional con el que cuentan sus pacientes, mayores son las posibilidades de conservar su bienestar.

Edad de oro

Por tratarse de una etapa en la que generalmente la mujer se libera de obligaciones domésticas o laborales, y dispone de más tiempo disponible para su esparcimiento, el geriatra recomienda que se aproveche esta situación para canalizar energías en actividades afines a los gustos de cada quien.
En la medida de lo posible, viajar, tomar cursos sobre arte, cocina, manualidades o cualquier afición, practicar nuevos ejercicios físicos e integrarse a más círculos de amigos son algunas de las ventajas que se pueden tener al llegar a la tercera edad.
“Sí, es la etapa dorada de la vida. Es la oportunidad de buscar y encontrar nuevas cosas que le atraigan, que enriquezcan la vida de cada quien y que le resulten satisfactorias”, dice el médico, “es el mejor momento para ser pleno, disfrutar cada momento de la vida y para dejarse querer y consentir”.
de bajo contenido calórico deben de integrarse en la alimentación.

Más allá de esta etapa

La prolongación de la edad máxima promedio de la mujer en México y el mundo ha hecho que el sector demográfico que sobrepasa los 90 años sea identificado bajo una categoría diferente, a la que algunos estudiosos llaman la “cuarta edad”, y que es objeto de estudios específicos.
“Ya no es raro ver personas centenarias, y algunos autores de disciplinas no médicas, como la sociología, el trabajo social o la psicología se refieren a ese grupo como la cuarta edad, para el cual se enfocan investigaciones sobre su comportamiento y bienestar.
“Respecto al cuidado médico de estos pacientes, al que los geriatras nos referimos simplemente como centenarios, se trata de vigilar de cerca los mismos síntomas que se presentan en las dos décadas anteriores y asegurarnos que se cumplan las recomendaciones en cada caso”, expresa Salinas Martínez.

Vacunas

De acuerdo con el esquema nacional de vacunación, los adultos mayores requieren aplicarse la vacuna del neumococo cada cinco años a partir de los 60.
-Cada año aplicarse la de la influenza.
-También se recomienda tétanos y difteria, dos dosis con intervalo de 4 a 8 semanas.
Fuente: José Manuel Reyna, alergia e inmunología clínica.

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