Hace aproximadamente cuatro años, el equipo de Google que trataba de desarrollar automóviles conducidos por computadoras —no por personas— se convenció de que más pronto que tarde la tecnología estaría lista para las masas, pero había un problema enorme: los autos sin conductor podrían ser ilegales.

Sin embargo, Google dijo esta semana que quiere proporcionar a los californianos acceso a una flota pequeña de prototipos que fabricará sin volante ni pedales. El plan es posible porque, para este momento del año próximo, los autos sin conductor serán legales en el estado sede del gigante de la tecnología.

De ello Google puede agradecer a Google, así como a una campaña de cabildeo poco ortodoxa para ajustar los reglamentos de tránsito del futuro en California —una entidad obsesionada por los automóviles— y quizá en el resto del país, que comenzó con una conversación en Las Vegas.

La campaña se basó en un principio al que rara vez se circunscriben los negocios: solicitar regulación.

El camino a lograr una ley en California comenzó en enero de 2011 en la Feria Internacional de Electrónica de Consumo en Las Vegas, donde el legislador de Nevada convertido en cabildero David Goldwater comenzó a charlar con Anthony Levandowski, uno de los líderes del proyecto de auto sin conductor. Cuando la conversación derivó a los obstáculos legales, Goldwater sugirió que en lugar de meterse al potencialmente lastimoso proceso político de California, Google debería comenzar con algo menor.

Aquí, en la vecina Nevada, dijo el legislador, donde la Legislatura es famosa por tener la tendencia de no regular demasiado.

A Google le pareció sensato y contrató a Goldwater.

“Lo bueno respecto a las leyes es que si no existen y quieres una, o si existen y no te gustan, puedes cambiarlas”, dijo Levandowski en diciembre a estudiantes de la Universidad de California, en el plantel de Berkeley. “Y es así que en Nevada hicimos nuestra primera ley”.

Hasta ese momento, Google había probado calladamente primeras versiones del auto, con un “conductor de seguridad” detrás del volante, en más de 160.000 kilómetros (100.000 millas) en California.

Sintiendo cierta urgencia, el gigante de internet apostó a que podía legalizar una tecnología que, aunque aún era experimental, tenía el potencial de salvar miles de vidas y generar millones de dólares en ganancias.

Los autos fueron su propio mejor vendedor. El gobernador de Nevada y otros personajes influyentes emergieron entusiastas después de viajes de prueba. La ley fue aprobada tan rápidamente que adversarios potenciales, como los principales fabricantes de vehículos, no pudieron influir en su resultado.

Posteriormente, el Departamento de Vehículos Motorizados (DMV por sus iniciales en inglés) de Nevada tuvo que redactar reglamentos para implementar la ley.

En ese departamento, Google contó con el apoyo entusiasta de Bruce Breslow, entonces director del mismo.

Breslow ha estado fascinado por los automóviles sin conductor desde que vio una exhibición en la Feria Mundial de 1964 en Nueva York. Al considerar que se trataba de una oportunidad definitoria en su carrera, Breslow archivó otros proyectos y traslado dinero con el fin de no tener que solicitar los 200.000 dólares necesarios para investigación y redacción de los reglamentos.

Al principio, el personal del DMV entró en pánico: sólo tenían varios meses para redactar reglamentos sin precedentes sobre una tecnología que no conocían. Sin embargo, Google la conocía y estaba ansiosa por ayudar.

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