En marzo pasado, Juan Carlos Beltrán, de 16 años, decidió irse sin documentos legales a Estados Unidos con un hermano. Al cruzar, fue detenido por la Patrulla Fronteriza y encerrado en una celda para menores de edad.
Una barda separaba a los menores de los adultos y aunque no alcanzaba a ver su hermano, lo escuchaba y podía platicar con él los días que estuvo encerrado.
El menor, originario de la comunidad El Escoplo de Romita, platicó a sus padres los momentos de angustia que vivió en este lugar, sobre todo porque sabía que su hermano de 21 años no recibía el mismo trato que él.
“A mi sí me daban de comer bien, eran tres comidas al día, pero a mi hermano no, lo trataban diferente y le hablaban de otra manera. A mi me daban galletas y jugos que le pasaba a mi hermano para que comiera. El último día que lo vi le dejé un jugo porque no le habían dado nada”, contó Juan Carlos.
En este lugar había varios niños y adolescentes detenidos originarios de distintos estados de México; la mayoría habían sido separados de sus familiares al momento de las detenciones y otros más fueron abandonados por los “coyotes” que prometieron llevarlos a Estados Unidos.
Dormían amontonados
Juan Carlos recordó que las instalaciones contaban con camas individuales tipo literas donde decenas de menores dormían amontonados. Los que no alcanzaban cama se tiraban en unas cobijas en el suelo.
El espacio era insuficiente para la cantidad de personas que llegaban diariamente. Algunos sólo permanecían encerrados algunas horas y otros varios días.
Por ser la primera vez que cruzaba la linea fronteriza, Juan Carlos recibió un castigo menor de sólo unos días de arresto, aunque se le advirtió que de volver a hacerlo podría estar detenido semanas o meses. Esto lo asustó y decidió no intentar entrar a Estados Unidos otra vez.
Despues de permanecer en las instalaciones migratorias de El Paso, Texas, Juan Carlos fue deportado a Ciudad Juarez y entregado a las autoridades del DIF de aquella localidad donde permaneció 15 días más.
Luego le solicitaron los datos de sus padres que viven en El Escoplo y se pusieron en contacto con ellos para informarles que lo mantendrían resguardado hasta que fueran a recogerlo.
Sin embargo, esto era imposible para su familia porque no tenían dinero para los pasajes, por lo que la mamá de Juan Carlos tuvo que pedir ayuda.
“Fue algo muy duro para nosotros, no sabíamos que hacer, ellos se fueron porque tengo unos hermanos allá que tienen muchos años y los iban ayudar para trabajar, pero lo que vivimos no se lo deseo a nadie, mi otro hijo duró detenido 2 meses”, platicó entre lágrimas Herlinda García, la mamá del menor.
Actualmente Juan Carlos trabaja en los campos de cultivos de agaves en Romita donde percibe un sueldo de 100 pesos al día
5 mil deportados
Al igual que Juan Carlos, más de 5 mil menores guanajuatenses han sido arrestados en la zona fronteriza con Estados Unidos entre enero de 2010 y abril de 2014.
En promedio, cada día han sido deportados tres niños y adolescentes guanajuatenses, de acuerdo con estadísticas del Instituto Nacional de Migración y de la Secretaría de Relaciones Exteriores.
El año con mayor número de deportaciones fue 2010, cuando fueron regresados 1,322 menores de edad (en promedio 25 a la semana).
En el primer cuatrimestre de 2014 hubo un repunte en la repatriación de menores guanajuatenses, pues tan sólo en marzo hubo 129 deportaciones, que equivale a a 4.3 al día.
Sexto sitio nacional
Las estadísticas oficiales ubican a Guanajuato como el sexto estado con más menores migrantes.
La lista nacional de menores deportados la encabeza Tamaulipas, con 937 casos entre enero y abril del presente año. Después le siguen Oaxaca, Sonora, Michoacán, Guerrero y Guanajuato.
El 60% de los menores deportados este año eran originarios de esos seis estados.
En los primeros cuatro meses del año fueron repatriados en todo el país 6 mil 56 menores, y 3 mil 580 son de las seis entidades mencionadas.
El 80% de los menores viajan solos
Ocho de cada diez menores guanajuatenses que han sido repatriados, viajaban solos en su aventura de cruzar la frontera norte.
Según estadísticas del Instituto Nacional de Migración y de la Secretaría de Relaciones Exteriores, entre enero de 2010 y abril de 2014 fueron deportados de Estados Unidos 4 mil 922 menores de edad originarios de Guanajuato.
De ese total, 3 mil 878 menores viajaban solos a Estados Unidos.
El otro 20% iban acompañados, principalmente de algún familiar.
Entre los menores guanajuatenses deportados de 2010 a la fecha había 279 niños de hasta 11 años de edad, de los cuales 183 viajaban sin compañía.
Mujeres solas
Las cifras oficiales revelan que el 12% de los menores migrantes son mujeres.
De enero de 2010 a abril de 2014 fueron deportadas 599 mujeres guanajuatenses menores de edad, y de ellas 111 no rebasaban los 11 años de edad.
Seis de cada 10 de estas niñas y adolescentes iban solas en su travesía hacia Estados Unidos, expuestas a ser violadas o secuestradas por tratantes de mujeres.
En el grupo de menores que iban solas, se deportó a 35 niñas guanajuatenses de hasta 11 años de edad.
Los menores, al ser arrestados en Estados Unidos, son enviados a albergues, en donde permanecen varios días, en espera de una orden de deportación.
Luego, son entregados a autoridades consulares o del DIF, quienes auxilian a que el menor regrese a su lugar de origen. En otras ocasiones tienen que volver con sus propios medios.
Los encierran en un ‘corralón’, sin cobijas
Raúl Fernández emigró a Estados Unidos cuando sólo tenía 13 años de edad.
Deseoso de saber de su padre, al que sólo conocía por algunas cartas que su madre leía en voz alta, Raúl partió a Tijuana sólo con la ropa que llevaba puesta.
“Me la pasaba sentado en una banca o afuera del bar El Fracaso, donde esperaba alguno de los coyotes pa’ que me ayudara, a veces hasta la una de la mañana cuando salían borrachos hacíamos la tratada”, contó Raúl con la mirada perdida, como si recordara aquel momento.
En tres intentos por cruzar, Raúl fue arrestado y mandado directo a un ‘corralón’, donde lo encerraron como delincuente junto con otros paisanos. Dormían sobre colchonetas, sin cobijas.
Una experiencia similar vivió Germán Gómez, campesino de Duarte que emigró a la edad de 16 años, también con destino a la frontera de Tijuana.
La primera vez que lo arrestaron en la frontera estuvo encerrado dos días en celdas de mallas altas. El sitio era más parecido a un corral, que a una cárcel, según describió.
Los paisanos que eran arrestados dormían amontonados, en espera del momento de su deportación.
Durante en su estancia dentro del ‘corralón’, pensó en dejar de lado sus sueños de trabajar en Estados Unidos.
Pero la necesidad económica lo llevó a intentarlo de nuevo, hasta que lo logró. Ya al otro lado de la frontera, trabajó como albañil, en la agricultura y como auxiliar de tapicería.
“Sabíamos que íbamos a trabajar, pero no en qué”, dijo mostrando las manos llenas de cicatrices por el trabajo pesado.
Álvaro Soto, originario de Duarte, también emigró a Estados Unidos a la edad de 16 años.
Durante tres días, junto con el ‘coyote’ y un grupo de desconocidos, intentó pasar la frontera.
Cuando ya casi lo lograban, fueron detenidos y remitidos al “corralón”, como se conoce a las celdas improvisadas en bodegas con malla para marcar las divisiones entre mexicanos y centroamericanos.
Según relató, el trato para los mexicanos no se compara con el que reciben las personas originarias de El Salvador, Honduras y Guatemala.
“Los apartan hasta una semana o dos, ellos sí se ven como si fueran perros”. Recordó que el tamaño de las celdas es de aproximadamente 6 metros de largo por 3 de ancho, donde colocan hasta 60 personas.