Como si fueran dulces, campesinos michoacanos consumen bulbos de orquídeas. Lo mismo hacen al otro lado del planeta los turcos, que los añaden en postres o bebidas.
La restauradora Lilian García Alonso cultiva estas flores desde la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía (ENCRYM) del INAH, pero no para engolosinarse, sino para reparar textiles, por ejemplo la seda de antiguas banderas.
En las instalaciones de la escuela existe incluso un orquideario que tiene un centenar de ejemplares de diversas especies, sobre todo prosthechea citrina. Tres jardineros defienden el espacio de ardillas, caracoles u otros insectos. De noche cierran con zíper las lonas que atemperan y aíslan la colección; de día las abren para airear las plantas.
Ya las crónicas de Fray Bernardino de Sahagún mencionan el tzauhtli, vocablo náhuatl que significa engrudo.
Las plumas pegadas con este pegamento proveniente de los bulbos de las orquídeas, una sustancia viscosa conocida como mucílago, perduran siglos, como lo prueba el Cristo Salvador del Mundo, joya del arte plumario que custodia el Museo Nacional del Virreinato.
De lejos, esta obra del siglo 16 con influencia bizantina pareciera una pintura al óleo, pero de cerca se distingue que está hecho de plumas, entre otras aves, de colibrí. Cuando en 2001 lo restauraron se encontró que sus materiales estaban deteriorados, mas no el adhesivo.
“Era una obra con más de 550 años y las plumas seguían adheridas. Descubrimos que el mucilago de orquídea se rehidrataba y volvía a pegar”, dice Lorena Roman, responsable del taller de textiles de la ENCRYM.
“La mayoría de los adhesivos utilizados en restauración no son nacionales, por un lado, y por otro son sintéticos, en algunos casos tóxicos. Además un adhesivo que sigue estable después de cientos de años no se encuentra todos los días”, añade García Alonso, quien para la investigación del tzauhtli recibió el apoyo del Programa de Mejoramiento del Profesorado (Promep).
La restauradora comprobó que los bulbos de prosthechea citrina suministran un mucílago excepcional para la consolidación de sedas dañadas y textiles arqueológicos. Por ejemplo, las banderas que enarbolaron las tropas de Isidro Barradas durante el intento de reconquista española, en 1829, se deshacían como las hojuelas que alimentan a los peces, hasta hicieron lo suyo las orquídeas.
“Se rompían al meter una aguja para tratar de coserlas, pero el tzauhtli devolvió la flexibilidad natural a la seda. Después de usarlo, la aguja entraba. Suena exagerado, pero era como un milagro: no cambió el brillo ni el color, ni rigidizó. Eso lo hace un consolidante ideal”.
Buscan patentar adhesivo natural
Análisis de laboratorio, entre otros de envejecimiento acelerado, índice de blancura y amarillamiento comprobaron científicamente la nobleza de la sustancia obtenida de la orquídea prosthechea citrina.
“Si vas a restaurar telas, necesitas algo que no vire de color y que no envejezca”, advierte la restauradora Lilian García Alonso, quien informa que ya iniciaron los trámites para que el INAH obtenga la patente del consolidante.
Explica que la prosthechea citrina funciona mejor como consolidante que como adhesivo. En cambio otras especies de orquídeas, como la cyrtopodium macrobulbon tienen mayor poder adherente.
“Lamentablemente, el mucílago de la cyrtopodium es muy oscuro, no se puede usar para textiles, pero puede ser útil para instrumentos musicales, porque es reversible, es inocuo”, detalla.
La investigación de García Alonso se concentró en la prosthechea citrina por accesible, además es una de las especies mencionadas por Fray Bernardino de Sahagún.
Hasta ahora el mucilago de esta orquídea se ha probado con textiles, pero podría funcionar también para materiales como el papel y la madera.
“Y es abundante el patrimonio que tenemos de textiles, madera y papel (por restaurar)”, señala García Alonso.