Tripas, pedazos de piel y huellas de sangre aparecen cada vez con más frecuencia en distintos caminos de acceso a comunidades rurales.
Son los desechos que dejan los ladrones de ganado, quienes ahora prefieren destazar los animales en los caminos rurales y en el cerro, en vez de llevárselos vivos.
Han convertido los caminos en rastros clandestinos.
De acuerdo con testimonios y denuncias de ganaderos, los ladrones destazan los animales al aire libre, tiran las vísceras, y suben la carne a camionetas, la cual ocultan con hules, para ir a venderla a carnicerías de León.
Esta forma de operar la reportaron ganaderos de al menos siete comunidades visitadas por AM.

Sólo dejan tripas

Juan Ibarra, a quien le robaron un toro de la raza Angus con valor de 20 mil pesos, encontró los desechos de su animal en el cerro.
“Sólo había las tripas y las pezuñas”, dijo el ganadero, a quien ya antes le habían robado ocho vacas en su rancho, cercano a la comunidad de Otates.
Jesús Ávalos, ganadero de la comunidad de Los Alisos, también sufrió el robo de dos vacas que iban a tener becerros y de un toro. Cada animal tiene un costo de 25 mil pesos.
Los ladrones dejaron rastros de sangre y las orejas de los animales, Don Jesús los reconoció por un arete con el que tenía identificado a su ganado.
“Dejaron la pura bazofia”, dijo el ganadero.
“Había rastros de que habían matado animales, la sangre ya estaba oreada. Los ladrones se llevaron todo”.
El robo ocurrió en una reserva que tiene ubicada en la comunidad de San José de Otates, rumbo al camino a Nuevo Valle de Moreno.
A las vacas las sacaron del terreno trozando la cerca. Esta no es la primera vez que lo roban. Cuando han encontrado las tripas del ganado, los restos que quedan son también devorados por los coyotes.
El robo fue reportado al ministerio público, pero no le han resuelto todavía nada.
A la señora María de la Luz López, de la comunidad de Rincón Grande, le robaron dos vacas, que según sus estimaciones, valían 22 mil pesos.
“Las mataron, se llevaron la carne, sólo encontraron las tripas”.
Las vacas andaban pastando, cuando llegaron los ladrones; se las llevaron trozando la cerca de alambre
Fue el hijo menor de doña María de la Luz quien se dio cuenta de que las reses habían sido destazadas, cuando en el camino vio tripas y sangre.
El señor Guillermo Ortega alcanzó a ver a los roba-vacas, los cuales viajan en caminetas con caja destapada.
Mencionó que una noche escuchó ruido en el corral que está al lado de su casa, y al sospechar que eran los ladrones de ganado, salió semidesnudo a enfrentarlos.
“Yo estaba dormido y escuché ruidos. Escuché mis vacas… ¡y salí a “raíz”! Que se echaron a correr los rateros al camino donde tenían estacionada la troca”, relató el ganadero.
Otras comunidades afectadas por el robo de reses son Nuevo Valle de Moreno, la Calera, Laguna, La Estancia y La Frontera.
Crecen 50% los robos

El robo de ganado, o abigeato, se incrementó 50% en los últimos dos años.
De acuerdo con información del Sistema Nacional de Seguridad Pública, entre enero y julio de 2012 se denunciaron 217 robos de ganado en el estado, mientras que en el mismo periodo de 2014 las denuncias ya sumaban 326.
El incremento es superior al 100% en seis años, pues en los primeros siete meses de 2008 fueron denunciados 154 casos.
En el caso de León, tan sólo entre enero y julio de 2014 se incrementaron 162% las denuncias por robo de ganado, en comparación con los primeros siete meses de 2013.
En 2013 se denunciaron ocho robos de enero a julio y este año suman 21 denuncias en el mismo periodo. Muchos casos no son reportados al Ministerio Público.
Robos a toda hora

Aurelio Ciénega Vargas, delegado de la comunidad Los Alisos, aseguró que el abigeato se da a cualquier hora del día en las comunidades cercanas a la Sierra.
Dijo que en un caso reciente, se frustró un robo de día.
“Al mediodía había ganado que estaba pastando en la carretera, los delincuentes rompieron el alambre y estaban llevándose a los animales. Alguien los vio y habló a la Policía”, dijo el delegado.
Carne para taqueros

El robo de ganado se debe considerar un problema de salud pública, porque la carne robada se vende clandestinamente, advirtió Carlos Muñoz Salcedo, gerente del Rastro Municipal.
“La gente que está robando, busca la manera de sacar esta carne. Mucha se va a tacos y carnicerías de la periferia”, aseguró.
Explicó que la movilización de ganado debe ir amparada con un certificado zoosanitario y una guía de tránsito. Estos documentos tienen fecha de caducidad y deben ser utilizados una sola vez, por lo que se requieren mayor vigilancia de las autoridades sanitarias.
“En León no se está teniendo, está entrando carne sin ningún control, sin certificados sanitarios”, enfatizó.
“Desde el punto de vista sanitario, es grave para el consumo humano, porque no hay un médico veterinario que certifique que el animal no tenga enfermedades como brucelosis o tuberculosis”.
Insistió en que las autoridades deben garantizar que los animales sean sacrificados en rastros autorizados.

Avalan 12 casas de matanza

Octavio Villasana Delfín, director de Salud Municipal, aseguró que no tienen denuncias o conocimiento de algún rastro clandestino en León.
“No se tiene conocimiento sobre los rastros clandestinos, pero se tienen las casas de matanza que están contempladas dentro de la Ley y se autorizan precisamente porque hay una comunidades que quedan retiradas de la zona urbana y del rastro”.
Informó que de 44 ‘casas de matanza’ que hace años tenía identificadas la Secretaría de Salud en las comunidades rurales, 32 ya no están funcionando.
Actualmente -dijo- en las comunidades de León sólo se cuenta con 12 casas de matanza con permiso para realizar el sacrificio de animales.
Aclaró que la función de la Dirección de Salud es supervisar que el sacrificio se realice en condiciones de limpieza e higiene adecuada.
“Inspeccionamos que esté limpio, que sea un lugar que tenga un buen manejo de las excretas y los desechos de los animales; que no haya fauna nociva. Lo que vemos es la estructura de la casa, que tenga condiciones adecuadas para ello (para la matanza)”.
Dijo que la revisión la realizan en forma aleatoria, sin avisar.
Si el rastro o casa de matanza no tiene las condiciones de salubridad adecuadas, la persona tiene primero una amonestación; se le da un plazo de tres días para corregir las fallas, y si no lo hace, se le aplica una multa.
Si en una posterior supervisión se detecta que volvió a incurrir en falta de higiene, se clausura el matadero.

Malbaratan las reses

La madrugada del 6 de agosto de 2014, Samuel Ramírez fue víctima del robo de ganado.
Cuando fue a revisar sus animales, se dio cuenta que le faltaba una vaca.
“Cortaron los alambres de la cerca para sacar al animal”, dijo Samuel, quien tiene 43 vacas y ha sido ganadero toda su vida.
Estimó que el valor comercial que obtiene cuando vende cada vaca es de 7 mil pesos.
Sin embargo, los ladrones malbaratan las reses.
“Los que se la llevan lo venden en 3 mil pesos porque es robada”, aseguró.
Ya antes al mismo ganadero le habían robado caballos.
Don Samuel supone que hay complicidad de la Policía, para no arrestar a los roba-vacas.
“Les dan cien pesos a la patrulla los que llevan robado y los dejan ir”.
Pidió a las autoridades reforzar la vigilancia, y de ser posible colocar una caseta que revise día y noche a las camionetas que bajan de la sierra con ganado o con carne destazada.

Realizan matanza sin permiso

AM atestiguó la matanza clandestina que se realiza en carnicerías de Duarte.
Carlos, quien tiene 15 años en el oficio, dijo que él sacrifica cualquier animal que le lleven, aunque reconoció que lo hace en forma clandestina.
“Si la persona tiene un animal, se recibe y se mata. Encajo el cuchillo en la nuca para que el animal muera. Viene cualquier persona a vender su ganado y se compra. Vienen de las comunidades de La Laborcita, Otates y Comanjilla”, dijo el matancero.
Aseguró que no se trata de ganado robado, porque los que le venden los animales traen consigo las llamadas ‘guías de tránsito’.
No cuenta con alguna medida para saber si la res está enferma o no. Salubridad sólo va una vez a la semana a la carnicería para analizar la carne.
“Cuando vienen a revisión (salubridad), checan que no matemos aquí. No quieren que se mate por falta de higiene. Tiene que ser en un lugar especial”.
A pesar de la prohibición de las autoridades, Carlos aceptó que mata ganado, para ahorrarse el pago del rastro.
“La comunidad tiene su rastro, pero el detalle es que nos cobran y ese dinero nos sirve a nosotros. Si se mata en un lugar especial, nos afecta directamente en lo económico”, justificó.
La vaca cuesta entre 10 mil a 12 mil pesos. Y en el rastro cobran por matar alrededor de 250 pesos.
“Si matamos tres (animales) de 250 pesos, ¿cuánto es? Y si se matan siete puercos de a 200 pesos… Son casi dos mil pesos”.
En la visita a carnicerías de Duarte, AM atestiguó que en una había pedazos de carne colgada sin refrigeración; las moscas volaban por encima, y en la puerta había dos botes, uno lleno de excremento del animal y otro con vísceras.
En otra carnicería preparaban las carnitas en la calle, frente a una camioneta en la cual había restos de un becerro y un perro comía la carne que quedaba.
Reconocen clandestinaje

Omar Soto, encargado del rastro de Duarte, reconoció que en la comunidad todavía hay matanza clandestina.
“Tenemos un matadero, tengo un muchacho que se encarga de entregar la carne, pero hay mucho clandestinaje todavía, no puedo progresar”.
Aceptó que hay carniceros que venden su producto sin higiene.
“No tienen matadero. A mi me afecta que haya otras personas que el proceso de venta no lo hagan de manera correcta, nos afecta porque ellos al incumplir con las normas, les sale más económico porque no van a invertir en un matadero. Pueden agarrar hasta un animal barato y lo terminan vendiendo a un precio bajo”.
El carnicero Omar Soto coincidió en que la matanza clandestina es una competencia desleal, pues en su caso debe pagar las guías de tránsito y estar al pendiente con los requisitos de salud.
“Tiene como un año y medio que la Secretaría de Salud se nos ha despegado mucho de aquí. Antes nos traían más cortitos y yo tenía más trabajo. Cuando dejaron de apretar, la gente volvió a matar en sus mataderos sin permiso”.

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