Llegar saludable a la vejez implica acudir al geriatra por lo menos una vez al año, sobre todo si los adultos mayores están sanos, para que por medio de la revisión física o sintomática se soliciten ciertos exámenes de laboratorio.
“Es más importante la consulta que los exámenes, porque el especialista de primer contacto los mide, pesa, les toma la presión y define qué hacer”, agrega Abel Barragán, presidente del Colegio de Geriatras de Nuevo León.
“Para quienes ya padecen una enfermedad, la frecuencia de la visita dependerá del estado de ésta”.
Por el contrario, las vacunas son por igual después de los 60 años.
“Es muy importante detectar el problema a tiempo”, advierte. “Aún falta cultura de algunos médicos de enviar a los pacientes al geriatra, y también falta cultura en algunas personas que no se sienten viejos y no quieren acudir con el especialista, incluso los de más de 80 años”.
Algunas ventajas de tener este contacto son que el geriatra les proporciona otra visión en cuanto al énfasis que se le hace a la funcionalidad; a las redes de apoyo familiar, y a la calidad de vida. Pero lo mejor para la prevención es llevar una alimentación adecuada y hacer ejercicio supervisado por el médico y de acuerdo a las posibilidades de cada persona, comenta.
Curarse en salud
La vacuna de la influenza es cada año y sobre todo si son menores de 5 años y mayores de 60. Mientras que la del neumococo es cada cinco años. La vacuna para el herpes zóster también es necesaria y se aplica una vez en la vida después de la sexta década.
Una vez que el esquema inicial se haya completado, la de tétanos difteria (TD) se aplica toda la vida cada 10 años.
Los exámenes de laboratorio son anuales. Se recomienda evaluar, al estar sanos, si hay anemia; revisar niveles de colesterol y triglicéridos, así como la función renal y hepática. Si se presenta alguna enfermedad, los estudios son más específicos, recomienda Barragán.
“El antígeno prostático está en discusión, los expertos aún no se ponen de acuerdo si exigirlo o no a partir de los 60”, agrega.
Para las mujeres, la mamografía dependerá de sus antecedentes e historia clínica, y se aconseja que sea anual o cada dos años, y el papanicolau igual.
“Los exámenes de orina, en ambos sexos, dependerá si el paciente tiene síntomas o no, o si lo requiere alguna enfermedad que padezca”, comparte Barragán.