La organización de derechos humanos Human Rights Watch dijo ayer que milicianos del Estado Islámico (EI) perpetraron una matanza de presos chiítas cuando tomaron Mosul.
Dijo que unos 600 presos chiítas de la prisión de Badoosh, en las afueras de Mosul, fueron obligados a arrodillarse junto al borde de una hondonada y masacrados con armas automáticas.
La campaña de asesinatos suma un nuevo y sangriento capítulo a la historia del Estado Islámico. En un ataque relámpago, el grupo se hizo de amplios territorios de Iraq y la vecina Siria se hizo de una terrible fama por asesinar a opositores o integrantes de minorías religiosas a las que considera herejes.
Además el Estado Islámico ha desatado una persecución de antiguos policías u oficiales del ejército en áreas bajo su control, ante el temor de que pudieran unirse a una potencia revuelta suníta en su contra.
Estas matanzas van a agudizar sin duda el malestar de los sunítas que combaten al EI con el Gobierno central, inevitablemente dominado por los chiítas que son dos tercios de los iraquíes. Algunos líderes tribales acusan a Bagdad de haber ignorado sus peticiones de ayuda para defender sus poblaciones. Otras tribus de Al Anbar se han unido a los extremistas que han declarado un califato en el norte de Siria y el noroeste de Iraq, en venganza por lo que consideran marginación de las autoridades hacia la minoría suníta.

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