Gustavo Matosas

“Me voy o no me voy”,
decía a diario Matosas.
La Liguilla se veía cerca,
pero también cerca las fosas.

El uruguayo era un dios
en todas las calles leonesas.
No había una aficionada
que no le creyera promesas.

Su suerte ya estaba echada.
Matosas el fin aguardaba.
Sabía que la temporada
marcaría su retirada.

Llegó el día del juego,
León reaccionó y ganó,
pero la parca a Matosas esperó.
“Te vienes conmigo, ahora”,
le dijo la huesuda
y al uruguayo no le quedó
más que olvidar a su fiera melenuda.

Mauro Boselli

Matador del área y guapo,
Boselli esperaba una bola.
Atento y sin pestañear,
soñaba el centro del Chapo.

Se lanzó con toda su fe,
el balón lo vio venir
y como si quisiera huir,
se le escapó y de frente se fue.

Adiós Boselli, lloramos,
dijeron los aficionados.
En el panteón esmeralda,
hoy todos lo recordamos.

Javier Hernández

A Londrés le dijo adiós
el Chícharo mexicano,
a España se mudó
para llenar los estadios.

De cambio entraba siempre
y a veces anotaba.
Con pocos minutos en cancha,
a los aztecas alegraba.

Hasta que un día la suerte
le cambió al atacante.
Con Cristiano peleó a muerte
y al cielo se fue al instante.

¡Hay, Chícharo, te nos fuiste!
Tú que tanto te reías.
Quién diría que al cielo
también rápido llegarías.

Miguel Herrera

El buen Piojo a todos les respondía.
Presumía el ser buen técnico,
pero ante todo, su bonhomía.

Daba entrevistas aquí y allá
y a veces al Tri dirigía.
Hasta que un fatal día
la muerte su fin marcaría.

“Te espero en el panteón”,
le dijo a Miguel la parca.
Pobre Piojo no le quedó
más que reunir su comarca.

“Me les voy, no queda de otra”,
dijo Herrera con mesura,
“La cosa se puso dura
y me voy con la huesuda”.

Pobre Miguel, ya partió,
ahora vive en el panteón.
Lo peor es que en ese rincón
el rumor general
es que aquel ¡No era penal!

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