De cinco a diez minutos se tarda el viajero en agarrarle la onda al segway para maniobrar con él a placer. Y de una a tres horas recorrer los principales puntos turísticos de Praga montados en este vehículo ligero que proporciona un incomparable sentido de aventura en el asfalto citadino y que, a distancia, convierte ese fragmento de la vacación en una eternidad bien vivida, que va directo al archivo del disco duro del cerebro.
Con el casco bien puesto y las suelas de los zapatos limpiecitas, lo primero es aprender a manejarlo . En el manubrio está el secreto: acelerador, freno, velocidades. Basta con deslizarlo para ir hacia adelante y oprimir un botón para detenerse.
El centro histórico de la capital de la República Checa es tan irregular, con subidas y bajadas, que después de un día de caminata, recorrerlo sobre dos ruedas no es mala idea. La calle Nerudova, que sí llega a ser como una pendiente con algunas curvas, se transforma en una vía propicia para elevarse en ella sobre este armatoste y llegar hasta el Castillo o a la Catedral de San Vito.
Pega el aire fresco sobre el rostro bajo el sol otoñal al encaminarnos por el sendero trazado de la mano del guía, quien no deja de recomendar que no quitemos el ojo a las señalizaciones de tránsito y, sobre todo, que hay que respetar al peatón. Gente, gente y gente a borbotones camina en el Staré Mêsto (La Ciudad Vieja), en Malá Strana (La Ciudad Pequeña) y Josefov (El Barrio Judío). A veces se siente que el segway pasa entre ellos flotando.
Aunque, por concurrido, al famoso Puente Carlos no está permitido pasar con segway, sí se puede en el puente vecino, Manesuv. Al tropel de amigos y desconocidos que vamos en fila india es detenido por una luz roja ¿quién se podría resistir a girar sobre su propio eje por unos minutos? La capital más visitada de Europa del Este es como un parque de diversiones, sólo que con un escenario salpicado de arquitectura medieval, gótica, renacentista y barroca.
Ya no hay por qué envidiarle la experiencia de callejear, como jefes, a los policías de Bogotá, Valencia o el DF, que se desplazan en el segway. Al menos por unas horas somos dueños de uno. 
Los aparatitos atestan los cuatro puntos cardinales del primer cuadro, los vendedores de tours los ofrecen como si fuera la ganga del año. Para los niños ávidos de travesura permitida, es lo ideal. Para los jóvenes deseosos de adrenalina y novedad, también. Para los adultos que catafixian comodidad por cansancio, igual. Y por supuesto, para los ancianos que rehúyen a ciertos achaques, ya no se diga. Todos caemos en la moda y ¡qué aventura el segway en Praga!

Para verla diferente

Hay más de 10 empresas que ofrecen recorridos de una a tres horas. Hay paseos colectivos o privados. Los costos van de los 35 a los 80 euros (de 600 a mil 200 pesos aproximadamente).
– En algunas existe el servicio de renta particular por hora, medio día y día completo. Hay que firmar contrato,  ar copia de pasaporte y un depósito de 600 euros (alrededor de 10 mil pesos) si se hace por cuenta propia. Si se realiza con guía, este último trámite no es necesario.

segwaytoursprague.com

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