No habían planeado convertirse en blanco de chismes maliciosos, pero lo son. No habían imaginado llevar una vida de afectos furtivos y encuentros secretos, pero es lo que ha ocurrido desde que la mujer y el cura desafiaron un tabú de la Iglesia católica y se involucraron románticamente.
“Algunas personas me ven como el diablo, algo sucio”, dijo la mujer, quien, al lado del sacerdote con el que está involucrada, accedió a hablar sobre la situación de ambos, sentada para una entrevista en un hotel de una ciudad lejana a la parroquia de él.
Ambos pidieron permanecer en el anonimato, temiendo más desaprobación de sus padres, quienes saben, y el desdén de amigos y parroquianos, quienes ya sospechan que su amistad es más que platónica.
“Corro el riesgo de perder todo si llegara a saberse”, dijo el sacerdote. Sin embargo, ambos accedieron a hablar, dijo su pareja, “porque el sufrimiento te impulsa a hacer algo, a intentar cambiar esta injusticia”.
Una búsqueda en línea usando “enamorada de un sacerdote” produce blog tras blog sobre amantes atravesados con la iglesia, en cualquier número de idiomas. Hay grupos de apoyo en medios sociales, incluidos grupos de Facebook para mujeres. Un grupo de 26 mujeres incluso presentó una petición al Papa Francisco para que modifique el requisito de la iglesia de celibato para los padres, y alivie su sufrimiento.
“En verdad es difícil explicarle esta relación a alguien que no ha pasado por eso”, dijo una de las mujeres que firmaron la carta al Papa pero no quiso que su nombre fuera impreso porque ella, de la misma forma, está involucrada románticamente con un cura. “Nosotros queríamos dejarle saber al Papa que el sufrimiento es generalizado”.
Una vez más, ella le escribió al Papa en septiembre, justo antes del Sínodo de Obispos, reunión del Vaticano entre alrededor de 200 clérigos reunidos para discutir temas que enfrentan familias en la sociedad contemporánea.
Fue el sínodo observado más atentamente en décadas, al tiempo que algunos expertos en el Vaticano trazaron paralelismos con el sínodo al que convocó el Papa Pablo VI en 1971, donde el requisito de celibato para los curas fue el tema candente.
En esa época, después de una acalorada discusión, el sínodo reafirmó la obligación del celibato, y durante 40 años no se ha dado una revisión de esa postura. Quienes esperaban que el tema fuera examinado durante el sínodo de octubre quedaron decepcionados de nuevo.
Sin embargo, un creciente número de organizaciones sacerdotales en Estados Unidos, Austria, Irlanda y otras partes siguen presionando por el cambio.
Quienes desafían el celibato clerical destacan la escasez de sacerdotes en todo el mundo y estudios que demuestran que el celibato es un considerable disuasivo para hombres jóvenes que quieren entrar al sacerdocio.
Las estadísticas reunidas por la Congregación del Clero no especifican las razones por las que sacerdotes “desertan”, pero detractores del celibato clerical sugieren que éste es parcialmente responsable.
Si bien no existen cifras autoritativas, Advent, grupo de apoyo para curas que han dejado el ministerio en Reino Unido, estima que alrededor de 10 mil hombres han dejado el sacerdocio para contraer matrimonio en los últimos 50 años, tan solo en Inglaterra y Gales.
La escasez ha tenido impacto considerable en parroquias por todo el mundo, dijo Alex Walker, el líder de Advent, quien dejó el sacerdocio para casarse.
Otro grupo, Sacerdotes Casados Ahora, estima que hay 25 mil hombres en Estados Unidos que han dejado el sacerdocio para contraer matrimonio, y alrededor de 150 mil en todo el mundo.
En una carta enviada al Papa en septiembre de 2013, Sacerdotes Casados Ahora elogió el “nuevo viento soplando en la iglesia”, tras la elección de Francisco ese año, y notó que: “Sería bueno si el nuevo espíritu de reconciliación incluyera al sacerdote casado”.
Organizaciones de católicos liberales también se han estado pronunciando por un cambio a las reglas de celibato, argumentando que los clérigos se casaban de rutina en los primeros siglos de la iglesia.
“Sabemos que San Pedro estaba casado”, dijo el reverendo Thomas Reese, prominente analista en The National Catholic Reporter. “Todos los apóstoles estaban casados, así que el celibato no está vinculado intrínsecamente con el sacerdocio”.
El debate dio un giro cuando el Papa Benedicto XVI decidió crear en 2009 un mecanismo para darle la bienvenida a sacerdotes de la comunión anglicana en la iglesia católica, abriendo la puerta a clero con familias.
Aquellos que abrigan la esperanza de un cambio de ánimo por parte de la iglesia se sintieron motivados en mayo pasado, cuando el Papa Francisco les dijo a reporteros que el celibato clerical era un tema abierto a discusión.
“El celibato no es una cuestión de dogma, sino más bien una regla de vida que yo aprecio enormemente, pues creo que es un presente para la iglesia”, dijo el Papa durante un vuelo de regreso de Oriente Medio. “Pero, como no es un dogma, la puerta siempre está abierta”.
Expresó sentimientos similares en un libro de 2010, “Sobre el Paraíso y la Tierra”, escrito tres años antes de convertirse en Papa, incluso al tiempo que expresó su respaldo personal al celibato.
Si bien ha parecido abierto a un cambio de política, el Papa también ha exhortado a los sacerdotes a que tomen con seriedad el celibato y dejen la iglesia si no pueden hacerlo, en particular si han procreado un hijo.
Para muchos sacerdotes en relaciones serias, dejar el sacerdocio es una opción tormentosa. Algunos sacerdotes hablaron de los degradantes procedimientos a los que deben someterse para “desertar” del ministerio, empeorado por obispos que no dan su apoyo y que, a menudo, intentan hacerlos cambiar de parecer, y les permiten transferirse a una parroquia diferente.
En conversaciones con expertos de la iglesia, sacerdotes y las mujeres en relaciones con ellos, muchos también destacaron las incertidumbres financieras como un importante disuasivo para dejar el ministerio.
Algunos notaron que un diploma en teología no tiene mucho valor en el mercado en la deprimida economía de Italia. En tanto otros dijeron que, en muchos casos, los sacerdotes que desertaron encontraron escaso apoyo financiero de sus familias, el sistema de facto de asistencia social en Italia.
Francesco Brescia, ex sacerdote con base en Nápoles que proporciona apoyo a desertores a través de Vocatio, asociación italiana para curas casados, dijo que los sacerdotes que quieren marcharse por amor lo contactan con frecuencia “porque no es fácil regresar a la vida civil”.
“Y si es difícil encontrar trabajo, es doblemente difícil para un sacerdote que no tiene un oficio o habilidades aprovechables”, dijo.
El cura que accedió a hablar sobre su relación en la entrevista del hotel concedió la misma inquietud. “¿Qué haría yo, descargar fruta de un camión?” preguntó. “Hay una crisis y también estoy muy acostumbrado a ser sacerdote. Me gusta serlo y pienso que lo hago bien”.
De hecho, dijo creer que su relación había mejorado su ministerio. “Desde que estoy con ella, soy un mejor cura, porque estoy calmado, relajado”.

Querido Papa Francisco:

Somos un grupo de mujeres de toda Italia (y de más lejos) y le estamos escribiendo para romper la pared de silencio e indiferencia que enfrentamos cada día.
Cada una de nosotras está, estuvo, o quisiera comenzar una relación con un sacerdote del que estamos enamoradas.
Como bien debe usted saber, mucho se ha dicho sobre quienes están en favor del celibato opcional, pero muy poco se sabe sobre el devastador sufrimiento de la mujer que está profundamente enamorada de un sacerdote. Humildemente ponemos nuestro sufrimiento a sus pies con la esperanza de que algo pueda cambiar, no sólo para nosotras, sino para el bien de toda la Iglesia.
Amamos a esos hombres, ellos nos aman, y en la mayoría de los casos, a pesar de todos los esfuerzos por renunciar, uno no puede abandonar tan sólida y hermosa unión. Desafortunadamente, esto trae consigo todo el dolor de no ser capaces de “vivirlo completamente”. Este continuo dar y dejar ir destruye el alma. Cuando este enorme dolor conlleva a la separación definitiva, las consecuencias no son menos devastadoras y ambos miembros con frecuencia quedan marcados de por vida. Las únicas alternativas son o que el sacerdote abandone su cargo, o que la relación se lleve en secreto.
En el primer escenario, la dramática situación que enfrenta la pareja causa enorme sufrimiento a ambos miembros: también nos gustaría que los hombres que amamos vivan su vocación sacerdotal completamente, sirviendo a la comunidad y continuando la misión a la que han estado apasionada y devotamente comprometidos por muchos años. Deseamos estar a su lado y apoyarlos en su llamado que es reforzado por la fuerza vital del amor que descubrieron con nosotras.
El segundo escenario, esto es, cuando la pareja decide continuar la relación en secreto, implica vivir la vida en un estado constante de ocultamiento, frustrados por un amor incompleto, sin esperanza de criar niños; un amor que no puede ver la luz del día. Tal vez suene como una situación hipócrita, mantenerse célibe pero manteniendo en secreto la compañía. Desafortunadamente, esta es con frecuencia la única dolorosa opción que se debe hacer por la imposibilidad de renunciar a un amor tan fuerte que está enraizado en el Señor.
Un servicio completo del sacerdote a Jesús y a la comunidad sería llevado a cabo con mayor pasión si no se tuviera que renunciar a su vocación por amor conyugal junto con su vocación sacerdotal, y en adición se debe tener el apoyo de esposa e hijos.
Le pedimos nos permita reunirnos con usted para humildemente traer nuestras historias y experiencias con la esperanza de ser capaces de ayudar activamente a la Iglesia que tanto amamos, hacia un camino potencial a seguir con prudencia y buen juicio.
Gracias, Papa Francisco. Esperamos con todo nuestro corazón que usted bendiga nuestros amores, dándonos la mayor alegría que un padre podría querer para sus hijos: verlos felices.

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