El Mago Septién acompañaba sus tardes después de la escuela. Su gusto por el rey de los deportes crecía al mismo ritmo que la fama del cronista deportivo.
Corrían los últimos años de la década de los 40 y principios de los 50 cuando Carlos, quinto hijo de la familia Slim Helú, disfrutaba de aprender estadísticas de bateo de jugadores de las grandes ligas en Estados Unidos, como “Babe” Ruth, Lou Gehrig y Ty Cobb, que ya eran leyendas.
No imaginaba que esas estadísticas le servirían años más tarde para relajar la tensión que vivía en las discusiones con Mony de Swaan, quien fuera presidente del regulador de telecomunicaciones, el sector donde opera uno de sus principales negocios.
Su vida ha cambiado mucho desde entonces, cuando su infancia transcurría en una casa de la Avenida México, en la Condesa; pero el ahora magnate sigue conservando el gusto por el beisbol.
En 2008, el empresario invirtió 400 millones de pesos para construir el Centro Deportivo Telmex Bicentenario sobre lo que era un basurero en el Bordo de Xochiaca, en Nezahualcóyotl. Un complejo que cuenta con 2 diamantes para jugar beisbol, que fue inaugurado por el magnate y Álex Rodríguez, astro de los Yankees de Nueva York.
El ingeniero cumple 75 años el 28 de enero, rodeado de seis hijos -Carlos, Marco Antonio, Patrick, Soumaya, Vanessa y Johanna- y 22 nietos -la más pequeña, Marielle, de sólo dos meses.
Hoy es el segundo hombre más rico del mundo, según la lista de millonarios que publicó Forbes en 2014, con una fortuna que asciende a los 72 mil millones de dólares, justo debajo de Bill Gates, el dueño de Microsoft, quien llegó el año pasado a los 76 mil millones de dólares.
Pero dejar de ser el hombre más rico del mundo puede no ser su mayor preocupación.
Sus negocios pasan por una reformulación de estrategias para adaptarse a la legislación en telecomunicaciones emitida en 2014, que busca subsanar los huecos que en los noventa le permitieron crecer en un sector sin reguladores fuertes.
Entre sus más recientes movimientos, destaca la consolidación como accionista principal del diario The New York Times, para algunos, el más influyente del mundo.
El hombre que gana dinero cada que un mexicano habla por teléfono llega a los 75 años en una etapa en que las constantes disputas con Televisa y el resto de competidores en telecomunicaciones lo han vuelto más reservado que nunca. Reacio a dar entrevistas a medios nacionales, selecciona bien cuándo aparecer, cuándo hablar y qué decir.
Gustos y pasiones

“No le gusta el lujo por el lujo; a diferencia de otros, no es de los que se van de caza, anda presumiendo lo que tiene o es excéntrico”, dice en entrevista Cecilia Soto, candidata a la Presidencia de la República en 1994, y quien hasta hace poco era directora del Instituto de la Educación de la Fundación Carlos Slim.
La definición de hombre sencillo -en la que coinciden casi todos los que lo han tratado- se complementa con sus pasiones cotidianas: el arte, la naturaleza, el beisbol y las convivencias familiares, que combina con la revisión permanente de los reportes financieros de las más de 180 empresas de las que es dueño o principal accionista.
“Varios días de la semana se reúne en un comedor muy sencillo con sus hijos. Igual se pueden escuchar conversaciones sobre comprar bonos en Polonia y Rusia, que anécdotas de la semana. Pero él siempre es el que sabe mejor que nadie los precios de varios productos, no sólo de los de aquellos que tienen que ver con sus negocios”, indica un colaborador, que agrega: “carga siempre con un lápiz y una libreta para hacer sus propias cuentas”.
Aunque conserva amigos de la UNAM, donde estudió Ingeniería Civil, como Ignacio Cobo -a quien algunos consideran uno de sus principales operadores-, hoy su red de amigos y colaboradores es extensa e incluye a otros empresarios del mundo.
Con ellos se reúne cada año, acompañado de su familia, en el Museo Soumaya, construido en Nuevo Polanco -el entorno urbanístico desarrollado alrededor de la Plaza Carso-, para compartirles su visión sobre los negocios y la filantropía.
Sus lazos no conocen fronteras físicas, pero tampoco ideológicas o de lenguaje. Se ha codeado con escritores, intelectuales y periodistas, como Gabriel García Márquez, Enrique Krauze o Larry King; con artistas como Shakira, Antonio Banderas, Ricky Martin o Juan Luis Guerra, y con líderes mundiales, como Bill Clinton, Luiz Inácio Lula da Silva o Fidel Castro, quien en una columna escrita en 2010 para el diario Granma, definió al magnate mexicano como un hombre inteligente con el que se ha reunido varias veces.
Sus propios competidores le reconocen astucia e inteligencia. Pueden odiarle, envidiar su fortuna, criticar el origen de la misma, pero todos resaltan su habilidad para los negocios y, sea como sea, no hay quien se anime a hablar mal de un empresario que -según publicó el semanario inglés The Economist en 2012- logró que ningún mexicano pueda pasar un día sin aportar para que su riqueza siga en aumento.
Algunos resaltan su manera de vestir, que no suele ser ostentosa, excepto por los Rólex que generalmente adornan su muñeca derecha. El dueño en México de Saks Fifth Avenue, una de las tiendas más lujosas del mundo, no viste trajes de diseñadores reconocidos.
Otros mencionan su normalidad y desmienten mitos que se han hecho alrededor de él, como que vive en un búnker o que llega a todos lados en helicóptero.
El año pasado dio una muestra de ello, cuando reunió en el Acuario Inbursa a decenas de empresarios y sus familias, entre ellos Antonio Chedraui, presidente del Consejo de Administración de las tiendas de autoservicio; Pablo Creel, director de Grupo Medios, y Carlos Peralta, director general de Grupo Iusa. Aunque la lluvia que cayó esa noche de mayo era torrencial, el magnate llegó al volante de un Mercedes Benz negro y sólo espero a que un miembro de su equipo de seguridad le acercara una sombrilla para cubrirse del aguacero y caminar unos 40 pasos hasta la entrada del lugar.
A Slim le gustan las fiestas donde hay gente interesante, como una celebrada en Acapulco en 2011, donde conoció a Sophia Loren, la diva italiana que, junto con los ya fallecidos Marcello Mastroianni, Charles Chaplin, Joaquín Pardavé y María Félix, figura entre sus artistas favoritos.
Luego de la cena, en la que también estaban Miguel Alemán y Ángel Aguirre, la actriz se levantó de la mesa en la que estaba el empresario, quien la alcanzó y, a la orilla del mar, sostuvo una plática con ella.
“Hablamos de cine. De mis películas que le habían gustado, especialmente El Cid”, contó después la actriz a la revista Quién.
En septiembre del año pasado, pese a que su holding de telefonía e internet, América Móvil, había dejado de ganar 2 mil millones de pesos por algunas medidas impuestas en la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión, el empresario organizó un gran festejo para celebrar los 80 años de Sophia Loren.
Slim ordenó que se montara una exposición de la protagonista de “Boccaccio ‘70” en el Museo Soumaya -que lleva el nombre de su esposa, fallecida en 1999 por insuficiencia renal-, congregó a artistas como Andy García, Kirk Douglas, Miguel Bosé, Jon Voight y Forrest Whitaker, y políticos como Miguel Alemán y Diego Fernández de Cevallos. En total, 200 personas que disfrutaron de mariachis, música de la Orquesta Sinfónica de Minería y de las canciones que interpretó Laura Pausini.
Rodeados de cientos de obras de arte de Rodin, Renoir, Miró y Manet -que Slim compró no sólo para guardarlas en su casa, sino para que los mexicanos las admiraran en su museo-, los invitados partieron un pastel de varios pisos con rosas rojas, como el vestido de la italiana, quien es de las pocas mujeres que las revistas de sociales han ligado sentimentalmente al ingeniero -otra fue la Reina Noor, de Jordania.
Receta para el éxito

Ante las controversias que desata su emporio y el origen de su fortuna, el dueño de Grupo Carso ha asegurado que prefiere enfrentar los problemas y no sólo las críticas.
“Uno debe estar seguro de que está haciendo lo correcto. En mi caso, llegan a criticarme que si formamos parte de un grupo político, que si nos beneficiamos por el Gobierno, que si nos apoyan los inversionistas de otros países. Uno debe atacar los problemas inmediatamente. La verdad saldrá a la luz y se terminarán los problemas”, contestó a la Academy of Achievement, en diciembre de 2007.
En diversas ocasiones ha contado que a los 12 años hizo sus primeras inversiones en la Bolsa Mexicana de Valores, las cuales hacía con los domingos y el dinero que ganaba de ayudarle a su papá, Julián Slim Haddad, un comerciante exitoso que emigró de Líbano a México, inició con una pequeña mercería en el centro de la capital y murió cuando su hijo Carlos tenía 13 años.
El buen ojo de Slim para comprar en tiempos de “vacas flacas” lo atribuye a que su padre le enseñó que no hay tiempos buenos ni malos para quien sabe trabajar.
Conocer a fondo cada una de sus empresas y no despilfarrar son enseñanzas que ha transmitido a sus hijos y que también intentaba proyectar en las larguísimas conferencias anuales que solía sostener con periodistas de negocios, política y deportes hasta 2012, cuando las suspendió sin más explicaciones, tal vez por la tirante relación que comenzó a tener con los medios y, en especial, debido a las constantes denuncias de Televisa y TV Azteca sobre su alianza con Dish.
El empresario hablaba tanto y de tantos temas, que alguna vez lo compararon con el fallecido Hugo Chávez, y lo caricaturizaron con la frase “¡Aló, Ingeniero!”, en referencia al programa dominical que conducía el ex presidente venezolano.
En esas conferencias, como en la mayoría de los eventos que realizan sus empresas y fundaciones, la comida de Sanborns -cadena adquirida por Slim en 1982- es una constante.
Para él siempre hay enchiladas, las suizas, que según ha contado uno de los colaboradores de la familia, surgieron por el ingenio de una mesera un día que no había queso rayado.
Aunque podría comprar el más caro caviar de Almas, entre sus platillos favoritos están la cochinita pibil y los tacos de canasta.
“No importa que sean de la familia, si alguien pide algo de Sanborns, lo pagan”, cuenta un colaborador.
Para todos sus negocios sigue un estricto decálogo, que resalta la importancia de la modernización y la capacitación.
“Mantener la austeridad en tiempos de vacas gordas fortalece, capitaliza y acelera el desarrollo de la empresa, asimismo evita los amargos ajustes drásticos en las épocas de crisis”, es otra de las máximas en ese recetario del éxito empresarial.
Durante la crisis económica de los 80, Slim compró a precios muy bajos Reynolds Aluminio, Hulera El Centenario, Firestone, una parte de British American Tobacco, Seguros de México, Denny’s, Fábricas de Papel Loreto y Peña Pobre; media empresa Hershey’s, Química Flúor y acciones de Euzkadi.
En 1990, adquirió Telmex, la niña de sus ojos, la que ahora tal vez deba separar en partes para evadir la regulación de preponderante que, en marzo del 2014, le impuso el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT) por controlar, junto con Telcel y Telnor, el 61.8% del mercado de telecomunicaciones en el País.
“Muchas de las cosas que se hicieron en ese momento, se hicieron sin considerar la política de competencia. Telmex, se privatiza pensando que los mercados.

iban a resolver toda la problemática de competencia y la verdad es que no, se creó un monopolio privado que hasta la fecha no hemos podido regular”, declaró el año pasado Fernando Sánchez Ugarte, quien fue presidente de la Comisión Federal de Competencia entre 1994 y 2004.
Ahora, a 25 años de la privatización, después de invertir poco más de 34 mil millones de dólares, Telmex enfrenta no sólo problemas regulatorios, sino de pensiones, pues se acerca peligrosamente a tener más jubilados que empleados en activo.
Las suspicacias que surgieron cuando Slim compró Telmex por 8 mil 615 millones de dólares, junto con South Western Bell Communications y France Telecom, se centraron en que el ex presidente Carlos Salinas lo usó como prestanombres, hecho que ambos personajes han negado.
“En algún tiempo, en un libro salía que era prestanombres de (Carlos) Salinas. ¿Cuándo me desligaré de esto?, no lo sé”, comentó Slim en 1999, durante una conferencia de prensa en la Bolsa Mexicana de Valores.
Salinas aseguró en un texto publicado el año pasado que Slim resultó un empresario hábil que aprovechó la débil regulación del Estado para establecer la posición dominante de Telmex.
“Tuvo suerte al entrar al mercado latinoamericano de telefonía móvil cuando estaba barato. Su fortuna descomunal exhibe a gobiernos neoliberales permisivos que durante años mantuvieron una regulación ausente que facilitó su acción monopólica”, escribió el ex Presidente.
Slim no contestó a los dos artículos que escribió el ex Presidente sobre la fortuna de Slim (El Financiero, 15 y 16 de diciembre de 2014).
Años atrás, ya se había referido a quienes lo critican por ejecutar prácticas monopólicas, en una entrevista que concedió al periodista Lawrence Wright para un perfil que publicó +The New Yorker+ en mayo de 2009: “si la sociedad me pidiera que me saliese del negocio, lo haría, pero por favor pregúntele a mis críticos qué han hecho ellos por el País. ¿Cuántos empleos crearon ellos? ¡Ah, cuánto me odian!”, se quejaba el empresario.
Más de dos décadas después, las condiciones bajo las cuales recibió el título de concesión de Teléfonos de México se convirtieron en uno de los candados que ahora prohíben a Slim incursionar en la televisión; mientras que Televisa -el preponderante en radiodifusión y uno de sus críticos más severos- sí da servicios de telecomunicaciones a través de empresas como Sky e Izzi -antes Cablevisión.
Política, de lejos

“Difiero de los que piensan que los empresarios mexicanos no pueden manejar sus negocios y que necesitamos que vengan de afuera a hacerlo. Muchas veces algunas autoridades piensan que es mejor la inversión extranjera y la favorecen y apoyan más que la inversión nacional. Son una especie de nacionalifóbicos”, comentó Slim en 2001, en una rueda de prensa, cuando el mercado mexicano atravesaba por una ola de venta de bancos a extranjeros.
En ese mismo año, en el que, además, se abrió la posibilidad para que los extranjeros invirtieran al 100% en telecomunicaciones, el empresario emprendió un proyecto de remodelación del Centro Histórico, el cual hizo que lo ligaran políticamente con el ex jefe de Gobierno capitalino, Andrés Manuel López Obrador.
La remodelación del Centro Histórico permitió que se construyeran grandes corredores en donde antes sólo había ambulantes, lo que puso de moda al primer cuadro de la ciudad y dio a Slim buenos rendimientos: la Fundación del Centro Histórico adquirió 78 inmuebles, equivalentes a unos 81 mil metros cuadrados de vivienda y hospedaje, sin mencionar las oficinas que también desarrolló en la zona.
“Slim ha sabido -ante todo- a quién ayudar y a quién prestar: Televisa y Ricardo Salinas Pliego y La Jornada y el Fideicomiso para el Centro Histórico y la publicidad de Telmex en la prensa del País. Ha actuado con inteligencia y con sagacidad; ha actuado con un gran instinto del timing y con un gran sentido de la oportunidad. Ha entendido cómo opera la relación codependiente entre el Gobierno y la clase empresarial y los medios y la ha explotado en su favor”, escribió Denise Dresser en Reforma en 2005.
Pero esa alianza con López Obrador para remodelar el Centro no le impidió decir que los plantones del tabasqueño en Paseo de la Reforma, durante 2006, eran una “locura mexicana, kafkiana”.
“Da pena, porque el País de alguna forma se ha manifestado por tres partidos políticos: una centro-derecha; otro centro, ahí desorientado, y una izquierda que es importante para el País y que, desgraciadamente, están debilitándola y la están radicalizando”, advirtió entonces.
Años después, cuando López Obrador buscaba de nuevo la Presidencia, el perredista le “echó porras” al magnate para que fuera contra Televisa y TV Azteca, empresas con las que ambos tienen diferencias.
“Si Slim quiere, puede tener un canal de televisión como cualquiera de ustedes”, dijo en 2011 a empresarios cuando respondió si permitiría al empresario entrarle a la radiodifusión.
Un año después, ni López Obrador se volvió Presidente, ni la reforma en telecomunicaciones promovida por su contrincante, Enrique Peña Nieto, abrió la puerta para que Slim compitiera también en televisión.
Slim ha dicho que no tiene vocación política y que prefiere cooperar para mejorar al País desde su trinchera.
Cuando Rossana Fuentes Berain, vicepresidenta editorial de Grupo Expansión, lo entrevistó en 1995, el empresario le dio una de las claves por las cuales no entra a la política.
Hablaban de la devaluación del peso, cuando uno de los asistentes de Slim le pasó una tarjeta en la que le informaba que habían detenido a Raúl Salinas de Gortari. Se encendió el televisor que tenía en la oficina y ambos vieron las imágenes del traslado del personaje, quien era conocido como “mister 10 per cent”, por la cantidad que cobraba para gestionar negocios con su hermano.
“’Por eso siempre les digo a mis hijos que no hagan negocios con los políticos’, dijo Slim entre dientes”, contó Fuentes Berain a José Martínez, autor del libro “Carlos Slim, retrato inédito”.
En sus círculos más cercanos se habla de una supuesta preferencia por el priismo. Sin embargo, esto no le ha impedido ser uno de los principales críticos de las políticas públicas encaminadas sólo a la caridad, pues argumenta que ésta no resuelve el problema de fondo, sino que se requiere inversión en infraestructura, en nuevos negocios que generen empleos, en educación y en salud.
Durante una conferencia en el Primer Encuentro Tijuana Innovadora, en 2010, el empresario aseguró que la pobreza se combate con salud, educación y empleo.
“Estos son los grandes retos de nuestro País, especialmente con una población tan joven. Es un reto no solamente de los gobiernos, sino también de todos nosotros, especialmente los que más privilegios y responsabilidades tenemos, creo que tenemos más compromiso”, dijo.
Slim asegura que su empresa sólo se ha dedicado a invertir en infraestructura y a llevar sus servicios a más mexicanos, pero la OCDE ha criticado las tarifas de los servicios que dan Telmex y Telcel, pues han generado pérdidas para los usuarios por 25 mil 800 millones de dólares anuales.
Salud y herencia

En 1992, cuando al empresario se le rompió una válvula del corazón, su salud comenzó a deteriorarse. En ese entonces fue atendido por Teodoro Césarman, cardiólogo del ex presidente Luis Echeverría y del actor Mario Moreno “Cantinflas”, según narra el periodista Diego Osorno en un perfil titulado “Un mecenas que usa calculadora” (Etiqueta Negra, 2012). Para no ser molestado por la prensa, que comenzaba a interesarse más en él tras la compra de Telmex, el empresario fue registrado en el hospital bajo el nombre de Carlos Delgado (significado de su apellido en inglés).
Pero fue en 1997 cuando la salud del empresario hizo que los mercados temblaran. Y, al mismo tiempo, cuando la familia Slim comenzó a tejer el futuro del emporio.
Días después de que el ingeniero fuera sometido a una intervención cardiovascular programada con anticipación, las complicaciones por una neumonía hicieron que los rumores de su posible muerte corrieran como pólvora.
Aunque en ese entonces se dijo que el incidente no afectaría la estructura de las empresas controladas por el magnate, que entonces tenía una fortuna valuada en 6 mil 500 millones de dólares, con el paso de los años la estructura de sus compañías fue cambiando.
Slim es un hombre robusto que nunca ha sido captado haciendo ejercicio, y allegados a él no saben con certeza qué tipo de rutinas realiza, pero cuentan que dejó de fumar sus puros Cohiba y hoy mantiene una fortaleza envidiable, como si fuera una roca.
Sin embargo, los sustos vividos le han llevado a ir dejando en manos de sus hijos el control de los negocios, sin delegar lo importante.
Mientras sus hijas dirigen las fundaciones dedicadas a la responsabilidad social, la filantropía y la cultura, sus hijos y yernos fueron quedando a cargo de los principales puestos directivos del Grupo, siguiendo al pie de la letra el primer punto del decálogo de Grupo Carso: estructuras simples y organizaciones con mínimos niveles jerárquicos.
Esto trajo mayor control, pero también consecuencias negativas para la empresa en 2014, cuando el IFT determinó que no sólo América Móvil -Telmex y Telcel- controlaban el mercado de telecomunicaciones del País, sino que, a través de acciones coordinadas, Grupo Carso y Grupo Financiero Inbursa también lo hacían.
Tal vez en marzo, cuando el regulador determinó que su empresa era tan grande y la competencia tan pequeña que se le debía tratar de manera distinta, Slim recordó lo que unos años antes le dijera Mony de Swaan, ex presidente de la extinta Comisión Federal de Telecomunicaciones: “pedirle que se imaginara a Telmex de una forma distinta siempre fue complicado. Alguna vez, en una plática, me dijo, ‘nada de lo que yo propongo le parece. Dígame, ¿qué quiere que hagamos?’. Entonces le contesté, ‘separemos a Telmex funcionalmente’. En ese momento se levantó y se fue. Fue muy mala idea. Ya ni chance hubo de hablar de beisbol”, cuenta el ex regulador en entrevista.
“A diferencia de otros, pese a que nuestras decisiones no siempre las compartía, respetaba nuestro trabajo. Me llegó a decir que México tenía un regulador soberbio, pero nunca tuve una grosería de su parte”, matiza De Swaan.
Una de las cualidades que se destacan de Slim es que siempre piensa “fuera de la caja”, lo cual demostró al anunciar, en julio del año pasado, que desincorporaría activos de América Móvil para evitar la preponderancia.
Aún no se conoce el plan, pero para aquellos que han laborado con él, su legado empresarial incluye fórmulas para comprar, hacer crecer y vender después, cuando el valor de una empresa se haya multiplicado.
Uno de los empresarios que aprendió esto con él es su ex pupilo, Randall Stephenson, ahora director ejecutivo de AT&T, que en diciembre recibió autorización del IFT para comprar Iusacell, competencia de Telcel en México.
Más allá de las 180 empresas sobre las cuales tiene algún tipo de control -que van de la minería a la pastelería, pasando por telecomunicaciones, salud, tiendas departamentales y construcción-, el empresario piensa que la mejor herencia que dejará a sus hijos no es el dinero que éstas han generado.
“Cuando les dejas dinero, no sé cuanto, lo que sea, 100 millones, 50, 30, 20, se los dejarías sólo para que estén de vagos, ¿no?; es distinto cuando tú tienes una empresa que debes administrar: aunque haya un director ajeno, es un trabajo, es una responsabilidad, es un esfuerzo y es un compromiso con la empresa, contigo mismo y con el País. No es tener en caja no sé cuánto dinero para gastárselo y vivir rascándote la panza”, comenta en su propia página de internet.
A pesar de las posiciones encontradas que genera, Slim siempre tiene una respuesta que sorprende a todos.
Porque, como él mismo contestó en el 2000 cuando se le preguntó por su fortuna, no se siente el hombre más rico del mundo, sino el más sabroso.

EL DECÁLOGO de Slim

El éxito en los negocios de Carlos Slim se ha logrado, entre otras cosas, debido a un estricto decálogo que él mismo ha compartido con su familia y colaboradores.

1. Estructuras simples, organizaciones con mínimos niveles jerárquicos. Flexibilidad y rapidez en las decisiones.
2. La austeridad en tiempos de vacas gordas fortalece, capitaliza, acelera el desarrollo de la empresa y evita los amargos ajustes.
3. Estar siempre activos en la modernización, crecimiento, capacitación, calidad, simplificación y mejora incansable de los procesos productivos.
4. Evitar limitarse a la medida del propietario o del administrador.
5. No hay reto que no se pueda alcanzar trabajando unidos, con claridad de los objetivos y conociendo los instrumentos.
6. Reinvertir las utilidades. El dinero que sale de la empresa se evapora.
7. Ser creativos.
8. El optimismo ?rme y paciente siempre rinde sus frutos.
9. Todos los tiempos son buenos para quienes saben trabajar y tienen con qué hacerlo.
10. Sólo se pueden hacer las cosas en vida. El empresario es un creador de riqueza que administra temporalmente.

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