Los psicópatas condenados por delitos graves muestran una actividad cerebral diferente de la del resto de personas, incluidos otros asesinos. El escáner cerebral a una treintena de criminales muestra que los afectados por una psicopatía presentan anomalías en las partes del cerebro implicadas en el aprendizaje. Pueden aprender de los premios, pero parecen incapaces de hacerlo con el castigo.
Un grupo de psiquiatras forenses y neurocientíficos han tenido la rara ocasión de echar un vistazo en el cerebro de una docena de psicópatas británicos encarcelados por asesinato, violaciones o intento de homicidio. Registraron su actividad cerebral con la técnica de imagen por resonancia magnética funcional (FNRI, por sus siglas en inglés) mientras realizaban una serie de ejercicios donde podían ganar o perder puntos.
Para poder comparar sus resultados y buscar las diferencias, los investigadores realizaron el mismo experimento con una veintena de reclusos condenados también por delitos muy graves pero que no habían sido diagnosticados con psicopatía. Otras 18 personas sanas y libres completaron la muestra.
El ejercicio era una sencilla tarea de elegir una imagen de entre una pareja. Si acertaban, recibían 100 puntos, si perdían se los restaban. Para provocar cambios en la conducta, al cabo de cierto tiempo, en un porcentaje de las pruebas, el juego penalizaba lo que ellos creían que era un acierto. Buscaban así un aprendizaje adaptativo.
“En comparación tanto con los hombres normales y no violentos como con los violentos antisociales que no son psicópatas, el grupo psicopático mostró un aumento de actividad anormal en el cingulado posterior y en la ínsula anterior cuando eran castigados de forma inesperada”, dice el doctor del Instituto de Psiquiatría del King’s College de Londres, Nigel Blackwood.
Ambas zonas del córtex cerebral están implicadas en el aprendizaje basado en premios y castigos. El giro cingulado, en particular, estaría relacionado en la modificación de la conducta en respuesta a un cambio inesperado, según anteriores investigaciones. En cuanto a la ínsula anterior, interviene en la motivación. Estudios previos han demostrado, por ejemplo, que una lesión en esta zona puede afectar al cálculo a la hora de tomar decisiones que puedan acarrear un resultado negativo.
Sin embargo, la actividad cerebral tras un premio era completamente diferente. Según explican los autores de la investigación en la revista Lancet Psychiatry, el escáner cerebral de los delincuentes no psicópatas y los no delincuentes mostraban una gran actividad en estas zonas cerebrales cuando eran premiados, algo que no sucedía en la misma medida en el caso de los psicópatas.
Analizada en conjunto, la actividad cerebral y las conexiones entre distintas partes del cerebro de los psicópatas eran muy diferentes de la de los otros dos grupos. “Encontramos anormalidades funcionales tanto en la materia gris como en las fibras nerviosas de la materia blanca entre los criminales violentos con psicopatía”, explica la psiquiatra de la Universidad de Montreal y coautora de la investigación, Sheilagh Hodgins. Mientras la primera está implicada en el procesamiento de la información y la cognición, la segunda coordina el flujo de información entre las áreas cerebrales.
Antes de tomar una decisión, los humanos sopesan los posibles resultados. “Los criminales con sicopatía podrían considerar solo las posibles consecuencias positivas y fallarían al valorar las posibilidad de un resultado negativo”, sugiera la investigadora canadiense. Es como si no aprendieran de los castigos o errores. “El castigo indica la necesidad de cambiar la conducta. En determinadas situaciones, estos criminales tienen dificultad para aprender del castigo para modificar su conducta”, añade. Así que no se trataría solo de falta de empatía hacia los demás.
Como recuerda el experto británico, “los delincuentes psicópatas son diferentes de los otros criminales en varios aspectos. Éstos son híper sensibles a la amenaza, irascibles y agresivos, mientras que los psicópatas presentan una baja respuesta a las amenazas, son fríos y su agresividad es premeditada”.
Para los investigadores, aunque habría que realizar nuevos estudios con muestras mayores, sus resultados indican que los actuales sistemas de tratamiento y posible reinserción de los psicópatas tienen que cambiar. Como dice Blackwood: “En la actualidad, los programas tratan a todos los hombres antisociales como un único grupo y sabemos que los psicópatas no los siguen muy bien. Nuestro trabajo apunta a la necesidad de adaptar estos programas para que tengan en cuenta la diferente forma de procesar la información de los castigos de los psicópatas”.
Por cierto, a lo largo del artículo siempre se ha hablado de hombres. En la muestra estudiada no había mujeres. “La gran mayoría de los individuos con trastorno de la personalidad violento y antisocial son hombres. Existen mujeres psicópatas, pero son comparativamente escasas”, aclara el científico británico.

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