Al viajar de fin de semana o puente a bordo de un autobús, nunca falta el pasajero que invade el espacio, patea el asiento o hace escándalo. Algunas de sus actitudes son tan molestas que logra convertirse en el personaje más odiado de la travesía. Ojalá nunca tengas que compartir asiento o estar cerca de estos personajes.
Invasivo
Piensa que por ser grande de estatura o talla puede invadir tu lugar. Quizá sus largas extremidades no quepan en el espacio que hay entre filas, pero eso de que se siente con las piernas abiertas y el de junto tenga que ir sosteniendo una de sus rodilas, no es agradable. Tampoco encanta que, al no caber en su asiento, no pueda bajar el descansabrazos. Toda una pesadilla resulta cuando apoya sus rollitos laterales en las costillas del que va al lado.
Comelón
Opta por ir comiendo y saca, en un largo desfile, los alimentos menos apropiados para consumir a bordo: desde frutas escandalosas para el olfato (plátanos o guayabas), pasando por la torta de chorizo y rematando con paquetes interminables de cacahuates japoneses; más allá del tronido que las botanitas causan, los pasajeros que las consumen deberían pensar en que su estómago se puede inflamar y bueno. pobres de los vecinos.
Pies inquietos
Patea o permite que sus pequeños vayan pateando el asiento de quien va enfrente. A cualquiera incomoda recibir esa tortura china; poco importa si sólo es al principio o durante toda la travesía. El desventurado, por supuesto, está en todo su derecho de pedir al pateador que deje de golpear su trasero. La situación puede tornarse tan fea que, incluso, hay quienes le piden al chofer o a su copiloto que intervenga.
Ruidoso
Decide que la cuota que pagó por su pasaje le da derecho a ser el más escandoloso a bordo del autobús.
Ya sea que se le ocurra ir hable que hable por celular (muchas veces hasta poniendo en altavoz a su interlocutor), oír a todo volumen su estridente música, que logra escucharse a través de sus audífonos, o piense que al resto le interesan las anécdotas que va narrando a gritos.
Pésimo vecino
Cree que va sólo y duerme al grado de cabecear hasta apoyarse en el hombro del compañero de asiento.
Al olvidarse de que ronca, otorga una serenata al resto. En caso de que llegue a estornudar, quizá no se tapará la boca. Y, si va junto a la ventana, la abrirá sin preguntarle al resto si el aire les incomoda. Para colmo, al ponerse de pie seguro se apoyará en el cabezal del asiento que tiene enfrente y le jalará el cabello al que lo ocupa.