Una cuarta parte de las personas de la tercera edad que viven en el municipio de León son originarios de otros estados de la República, incluso de otros países.
De acuerdo a datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (INEGI), a través del Censo de Población y Vivienda 2010, en León habitaban 6 mil 695 personas mayores de 85 años de edad.
De esta población 4 mil 22 son mujeres y 2 mil 673 hombres, destacando el sexo femenino con mayor índice de longevidad, es decir; el doble de los varones en el municipio.
Sin embargo, mil 534 personas consideras adultos mayores y que representan casi el 25 % de esta población, no nacieron en el estado de Guanajuato, pero son habitantes de León.
Los viejitos nacidos en el estado de Jalisco son los que más representación tienen en León, debido a su cercanía con este municipio. En 2010 se contabilizaron 851 personas de la tercera edad oriundos de Jalisco.
Pero además viven 126 personas originarias Michoacán, 116 al Estado de México y en menor representación Zacatecas con 90, San Luis Potosí con 66, Aguascalientes con 40 adultos e Hidalgo con 31 ancianos.
En León también viven más de 100 personas de otros países como Cuba, España, Alemania y Estados Unidos.
Tan solo de Estados Unidos se contabilizaron 81 personas, de Sudamérica 26 y 18 de Europa y Asia, así como otras 21 que no especificaron su país de origen.
A nivel estado, León tiene mayor número de ancianos, le sigue Irapuato con 3 mil 216 ancianos, Celaya con 2 mil 486, Salamanca con mil 715 y Pénjamo con mil 513 personas.
Guanajuato ocupa el sexto lugar en la República. En el estado se tiene una población de 37 mil 120 personas de más de 85 años en los 46 municipios de Guanajuato.
La entidad ocupa el sexto lugar a nivel nacional, por debajo del Distro Federal, Estado de México, Veracruz, Jalisco y Puebla.
En todos los casos los hombres son superados por las mujeres.
León también supera en población de ancianos a ciudades vecinas como Querétaro, Aguasclaientes, San Luis Potosí y Morelia.

Abuela a los 101 años

El año pasado Marcelina Olmos Andrade celebró sus 101 años de edad, pero también la llegada de su nieto Víctor Manuel procreado por Miguel uno de sus once hijos.
Aunque ya tiene 15 nietos, 30 bisnietos y un par de tataranietos, Marcelina recordó con bastante lucidez como era su vida hasta los 20 años cuando llegó a León.
Originaria de la comunidad La Estancia municipio de León, donde creció con sus seis hermanos, la centenaria mujer platicó como ayudaba a su mamá a elaborar tortillas para dar de comer a las personas que pertenecían al movimiento Cristero que se escondían entre los cerros.
“Le dábamos de comer tortillas a los de las tropas y a los cristeros, de los dos bandos llegaban y les dábamos apoyo a los dos”.
En esa época la Marcelina tenía 15 años, nunca fue a la escuela, se dedicó a las labores de la casa y el campo, hasta casarse a los 20 años con Nieves García Rico.
Su esposo se dedicaba a la venta de ollas de barro en las rancherías y comunidades y por este motivo llegó a León a trabajar en el Descargue Estrella.
“Mi esposo compró una parcela en el ranchito El Quevedo teníamos una huertita, pero después me enfermé y me vine a León atenderme, cuando estaba bien me regresé, pero mi esposo estaba aquí en León trabajando, compró una casita y me vine a vivir al Coecillo”.
Marcelina se adaptó pronto a la vida de la ciudad y lo hacía con gusto porque había escuela donde pudieran estudiar sus hijos.
“Yo nunca fui a la escuela ni un rato, me dediqué a mis hijos, cuando iban a la escuela, molía yo la masita para ahorrarme un cinco y se los daba a mis niños para que compraran una paleta”.
Hace 17 años murió el esposo de Marcelina a la edad de 88 años y ha sufrido la pérdida de dos de sus hijos, uno de ellos a principios de este año.

Trabaja a sus 95 años

Rafael Barroso Moreno convirtió el frente de su casa en el taller donde elabora sillas, macetas con troncos, comales y braseros, tras jubilarse de la ‘Tenería de los Sánchez’ hace 22 años.
Originario de la comunidad de Lagunillas, a sus 95 años recordó sus días de cacería junto a su padre, quien le enseñó el oficio de artesano y cazador, que fueron su soporte económico en los primeros años de su vida.
En uno de los días de cacería cargo en su espalda más de 20 patos que él y su padre vendían a los dueños del Hotel Condesa en el Centro de León.
“Dicen que el trabajo es lo que me está manteniendo”, dijo al golpear el cincel con el martillo.
Platicó que le gusta mantenerse ocupado aún después de haber sufrido un accidente en la tenería donde trabajó como clavador por 50 años.
Esa etapa de su vida es la que lo llevó a una depresión después de tener que ausentarse de la industria del cuero.
“Fue mi derrota la tenería, pero si pudiera volvería a cargar tablas de clavador,” expresó.
Con el dinero que ganaba en la tenería apartaba 6 centavos para ir al ‘Cine Coliseo’ donde aprovechaba los 2×1 cada viernes para ver películas de Charles Chaplin, que eran sus favoritas.
Con cariño recordó la casa donde creció en la colonia Obregón solo estaba rodeada por sembradíos, y su padre era conocido por hacer herrajes para caballos.
Apoyado de un bastón, para caminar confesó que para él no hay imposibles a pesar de su edad, pero ve con tristeza que cada visita Lagunillas, recibe la sorpresa de la muerte de algún amigo de su infancia.
“ Ya muchos de mi edad se van a reforzar Morelia”, comentó el hombre que en septiembre próximo cumplirá 96 años de edad, padre de 8 hijos, 16 nietos y varios bisnietos.

Puede leer sin lentes

A sus 97 años de edad Imelda Gutiérrez González, aun lee sus oraciones por las noches, sin la necesidad de usar sus anteojos.
Sentada en su silla de ruedas por fuera de sus casa, la mujer de casi 100 años de vida, es muy estimada por los vecinos de la colonia El Retiro donde vive desde hace 47 años.
El 18 de septiembre Imelda cumplirá 98 años y piensa celebrarlos en compañía de sus 7 hijos que aún viven de los 14 que procreó; quienes le han dejado una descendencia de 44 nietos y 24 bisnietos.
Imelda vivió hasta la edad de 27 años en la calle Alhóndiga en Guanajuato capital, luego se mudó a León con su esposo, lo conoció y se enamoró mientras trabajaba de adornadora en una fábrica de calzado.
Imelda ya no puede caminar a consecuencia de una lesión en la cadera y su hija Guadalupe Moreno, dueña de una tienda de abarrotes, la saca en su silla de ruedas a la banqueta para que tome el sol.

‘Una vida de altura’

Antes de cumplir los tres años reglamentarios Jesús de Anda Márquez dejó la milicia y su vida tras las nubes como paracaidista del Ejército Mexicano.
Originario del rancho La Loma de Olivares en San Juan de los Lagos, Jalisco confesó que la fórmula para llegar hasta los 93 años de edad con un buen estado de salud, solo es “Llevarla bien”.
Más de la mitad de su vida don Jesús de Anda los ha pasado en León, donde se casó a los 34 años en el templo de San Felipe Neri con su esposa Sara. De este matrimonio nacieron 4 hijos que le dieron 12 nietos y recientemente un bisnieto.
La fortaleza de su vida ha provocado admiración entre sus conocidos y amigos, sobre todo su historia de éxito como el paracaidista número 95 de la Primera Antigüedad de Paracaidistas.
De Anda Márquez contó que su sueldo como integrante del Ejército Mexicano era de 7 pesos diarios, muy bueno para una persona que no sabía de lujos, confesó el jaliscience.
Sin estudios decidió hacer la prueba junto con su primo Fidel, al final solo quedo él dentro y el 25 de agosto de 1947 inició su camino como paracaidista bajo las órdenes del general Plutarco Albarrán López.
Los entrenamientos ya con el doble de sueldo, eran saltar de 1.20 metros o más de altura a albercas con aserrín, “Teníamos que brincar de un pozo de 10 metros”, recordó.
En una ocasión después de realizar uno de los ejercicios donde tenían que cruzar de un extremo a otro a través de una tirolesa, un joven se rompió la columna tras caer de más de 15 metros de altura de la cuerda que los sostenía.
“Llegué apenas cuando la riata se calentó, ese chavillo platicaba mucho de su novia, quedó paralítico de la cintura hacia abajo”, relató.
A lo largo de su vida don Jesús se ha dedicado a la agricultura, ganadería y porcicultura, que le dieron para vivir bien y poder conocer junto a su esposa varios países a partir de 1975.
El jaliscience avencidado en León aun maneja su camioneta para trasladarse de su casa a visitar a su familia y las propiedades que tiene fuera de la ciudad.

Nace en Texasy llega a León a los 6 años

Hace 84 años Juana González Conde llegó a vivir a León desde Texas en los Estados Unidos donde nació en 1925.
Ella es una de las mil 534 personas de más 85 años que llegaron a este municipio y se quedaron a vivir.
Hija de madre jaliscience y padre guanajuatense, Juana viajó en barco desde Texas a los 6 años y llegó a México por el Golfo de México, después junto con sus padres viajó hasta León en ferrocarril.
“Casi no me acuerdo pero vivíamos en Texas, viajamos en barco, después tomamos el tren hasta la estación de aquí, allá por las vías del Timoteo Lozano, con mis papas y mis 5 hermanos, yo era la mayor”, platicó la mujer.
La familia se estableció en la calle Libertad de la Zona Centro, recordó que en ese tiempo la Feria se instalaba al final del Arco de la Calzada, con juegos mecánicos como la ola, la rueda de la fortuna y el volantín o caballitos; ahora conocido como carrusel.
“Me acuerdo que llegaba el circo con unas ‘carpotas’ y veíamos por los agujeros las monadas de los payasos”.
Después su familia se trasladó a la calle Díaz Mirón, en aquellos años las casas eran de adobe con puertas de madera y ventanas de fierro; el panteón San Nicolás aún no estaba cercado con bardas y se alcanza a ver de su casa.
“Las calles no son las de antes, ya están bien catrinas; antes estaba más despoblado porque alcanzaba a ver cuando enterraban a los difuntos en el panteón, no tenía bardas, nomás a la orillas había una pila donde los animales tomaban agua, mi papá ahí los llevaba”.
A los 20 años Juana González se casó con Teodoro Conde y vivieron más de 27 años en el Barrio Arriba, ahí presenció junto con su esposo, quien pertenecía al Movimiento Sinarquista, la matanza del día 2 de enero de 1946.
“Yo estaba recién casada, y mi esposo nomás me dijo ahorita vengo voy al Centro a una junta, de rato llegó a la casa, porque les dijeron que se retiraran, cuando de pronto inició la balacera, dejamos el quehacer, la comida y nos asomamos para ver qué pasaba”.
Fue testigo de como llegaban con los heridos al Hospital Central, al lado era un barbecho con milpas y ahí le tocó ver que tiraron a los muertos porque su casa estaba en frente.
Desde 1973 Juana vive en la colonia El Retiro, este año sus familiares celebraron con una misa sus 90 años de edad, en compañía de nietos, bisnietos y su tataranieto de 3 años.

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