En los últimos años la ciudad de Bogotá se ha convertida en referencia para el grafiti latinoamericano. Las paredes del barrio histórico de la Candelaria, la Avenida 26 o la Avenida El Dorado que lleva al aeropuerto hablan con sarcasmo del conflicto armado interno, de la belleza natural del país o simplemente plasman la firma del autor en brillantes colores.
Segun un estudio, los grafiteros dejan al año unas 5.000 piezas de gran formato en la ciudad de Bogotá lo que la sitúa entre las ciudades con más metros cuadrados de muros pintados.
Recientemente el Museo de Arte Contemporáneo dedicó una exposición al graffiti que incluyó talleres, y la alcaldía, gobernada por el izquierdista Gustavo Petro, subvenciona a artistas urbanos para que intervengan las paredes de la ciudad.
Incluso desde el ayuntamiento se puso en marcha una escuela para formar a graffiteros al tiempo que se les sensibiliza sobre el uso responsable de las pintadas. En otra innovadora iniciativa las escuelas de música colaboran con los movimientos de Hip-Hop que están detrás de las pintadas, dijo a Associated Press Clarisa Ruiz, Secretaria de Cultura de Bogotá.
El boom del grafiti ha despertado también el interés entre los turistas. La empresa Bogotravel, ofrece tours guiados en bicicleta haciendo parada en los más espectaculares pintadas, “Incluimos esta ruta hace dos años ante la demanda de gente joven que llega con interés por conocer las manifestaciones urbanas” explicó a la AP Fernando Moral, propietario de la empresa.
Pero el auge del grafiti en Bogotá se cimenta en una tragedia. En 2011 la policía mató de un disparo al grafitero Diego Felipe Becerra. Su muerte provocó tensión en la calle y el alcalde se vio obligado a cambiar las leyes tras la indignación.
El alcalde Petro optó por reconocer el grafiti como forma de expresión cultural, y despenalizó las pintadas callejeras aunque monumentos y algunos edificios públicos están excluidos. Para todo lo demás los artistas urbanos de Bogotá tienen ahora la libertad para dar color a la ciudad sin temor a ser procesados. Hasta el cantante Justin Beaber utilizó su espray escoltado por la policía en la calles de la capital.
Uno de los grafitis más nuevos y espectaculares es el dedicado a Gabriel García Márquez en el casco antiguo de Bogotá, un año después del fallecimiento del premio Nobel.”Es el mural más grande que se ha hecho en el país, de 533 metros cuadrados, y tuvo un costo de 25 millones de pesos, pero la mayoría del dinero fue destinado a los materiales”, explica David Sandoval, uno de los artistas, a la AP.
Nicolás Castros, de 21 años y estudiante de Ciencias Políticas, considera que los grafitis “son una forma de cambiar socialmente la perspectiva de la ciudad y entregarle un regalo a la gente”, defiende otro de los autores del mural.

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