Vivir envejece. Por mucho que nos pese, es así. Cada vez que respiramos nos hacemos un poquito más mayores. Tampoco se trata de ahogarse para sortear la aparición de canas y arrugas. Los más presumidos pueden probar con un poco de tinte en el pelo, si aún les queda, claro. El resto podemos practicar aquello de una alimentación más saludable para retardar las consecuencias del paso del tiempo sobre nuestro organismo.
Hace tiempo que los beneficios de la dieta mediterránea sobre la salud humana gozan de buena fama por prevenir las enfermedades crónicas y aumentar la esperanza de vida. Pero nunca hasta ahora se había demostrado a nivel molecular la contribución de una alimentación saludable a una mayor longevidad.
La catalana Marta Crous-Bou, investigadora en la Escuela Médica de Harvard (Estados Unidos), publicó en la revista científica de referencia British Medical Journal los entresijos genéticos que explicarían por qué una dieta saludable contribuye a una mayor esperanza de vida. La clave está en los telómeros.

¿Los telo-qué?

Los telómeros protegen las puntas de los cromosomas, que contienen nuestro material genético dentro de las células, como si fueran las fundas de plástico que recubren el inicio y el final de los cordones de un zapato. Su longitud se asocia a la esperanza de vida: por eso, a medida que nos hacemos mayores, los telómeros se hacen más cortos.
Por primera vez, un equipo de investigación, liderado por Crous-Bou, ha observado que una mayor práctica de la dieta mediterránea se relaciona con telómeros más largos. Los científicos han analizado una muestra de 4 mil 676 mujeres sanas que formaban parte de Nurses Health Study, una de las cohortes más grandes y duraderas sobre los factores que influyen en la salud de la mujer. El trabajo recoge datos de los hábitos de vida de estas féminas desde 1976, y muestras de sangre de todas ellas desde principios de los 90, que han servido para analizar el estado de sus telómeros.
“Ahora queremos confirmar los mismos resultados en hombres”, comenta Crous-Bou, que ya ha analizado de forma preliminar los efectos de la dieta mediterránea en unos 2 mil hombres. “Parece que la asociación también existe”, añade.
La dieta mediterránea se diferencia por la simplicidad y la variedad en la alimentación, basada en una combinación equilibrada de productos frescos y de temporada. La cesta de la compra de los países mediterráneos está llena de verdura, fruta, frutos secos, cereales sin refinar y legumbres, sobre todo guisantes, habichuelas y lentejas.
El oxígeno es un arma de doble filo: respirar es básico para sobrevivir, pero también está involucrado en el proceso celular que nos envejece.
El consumo de pescado es preferible al de carne, que debe ser menos frecuente. La Fundación Dieta Mediterránea recomienda el uso generoso de aceite de oliva, evitando así las grasas saturadas, y una ingesta moderada de alcohol (vino) durante las comidas.
“A través de la dieta puedes frenar el envejecimiento”, confirma Mireia Carbonell, nutricionista y tecnóloga de los alimentos. Pero también recuerda que una buena alimentación debe ir acompañada de un buen estilo de vida, ya que hay otros factores como el consumo de tabaco, el abuso de alcohol, el estrés, la exposición al sol sin protección, el ejercicio intenso y la contaminación ambiental, que son oxidantes.

El cuerpo se oxida

El oxígeno es un arma de doble filo: respirar es básico para sobrevivir, pero también está involucrado en el proceso celular que nos envejece. En el curso de metabolización del oxígeno para conseguir energía, se forman radicales libres, enlaces débiles responsables de la inestabilidad y la oxidación celular que se asocian al envejecimiento y enfermedades como las cardiovasculares y el cáncer. Hay nutricionistas que recomiendan una dieta rica en alimentos antioxidantes para ayudar a revertir esta degeneración. “Para conseguir los niveles de antioxidantes en condiciones normales es de vital importancia consumir fruta y verdura a diario, y más de una vez”, recalca Carbonell.
Las vitaminas A, C y E son los principales antioxidantes que contribuyen a frenar los efectos del envejecimiento. La mayoría de estos compuestos se encuentran en alimentos de origen vegetal: frutas y verduras, mejor crudas. Algunos de los alimentos con mayores propiedades antioxidantes son: cítricos, aguacate, zanahoria, brócoli, frutos rojos (arándanos, moras, frambuesas y fresas), coles, uvas, tomates, espinacas y cebollas.

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