Alondra, Virginia y Sussy fueron separadas de sus bebés cuando éstos cumplieron seis meses de edad.
Las tres se embarazaron en la cárcel y tuvieron que dejar en manos de su familia la crianza de sus hijos.
Guanajuato es uno de los cuatro estados donde hay más restricciones para que las mamás y sus bebés puedan convivir. Las autoridades penitenciarias sólo les permiten estar juntos medio año.
Un estudio realizado por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) en 65 cárceles de mujeres del País, ubicó a tres penales de Guanajuato en la lista de los que vulneran las garantías de los menores de edad, para convivir con sus madres.
“El personal que realizó las visitas de supervisión observó la presencia de menores de edad en 51 centros de reclusión; sin embargo, la estancia de estos menores únicamente se permite cuando nacen mientras sus madres se encuentran internas, hasta una edad determinada que, dependiendo de cada establecimiento, oscila entre los seis meses y los seis años de edad”, menciona el informe de Derechos Humanos.
Los visitadores de la CNDH identificaron casos extraordinarios, como en Acapulco y Chilpancingo, en donde los niños pueden permanecer hasta los 8 y 12 años de edad, respectívamente.
En el caso de Guanajuato, constataron que sólo se permite que los bebés permanezcan con sus mamás hasta los seis meses de edad.
Con esta restricción para que convivan las internas con sus bebés, las autoridades penitenciarias vulneran los acuerdos que México firmó en la Convención sobre los Derechos del Niño, asegura el informe de la CNDH.
“También se viola el artículo 4, párrafo noveno, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el cual obliga al Estado a velar y cumplir con el principio del interés superior de la niñez, garantizando de manera plena sus derechos, y de manera particular a la satisfacción de sus necesidades de alimentación, salud, educación y sano esparcimiento para su desarrollo integral”, menciona el informe.
Sin médicos ni guardería
El reporte de Derechos Humanos advierte además que en las cárceles de Guanajuato, León y Valle de Santiago se carece de instalaciones adecuadas para los hijos de las internas.
“Otro problema que afecta a los menores de edad que viven con sus madres internas, es la falta de apoyo para que accedan a los servicios de guardería y educación básica”, subraya el informe.
“Al respecto, las Reglas de Bangkok, en los numerales 42, párrafo 2, y 51, párrafo 2, recomiendan que en las prisiones se habiliten servicios o se adopten disposiciones para el cuidado del niño, a fin de que las reclusas puedan participar en las actividades de la prisión, y señalan la obligación del Estado de procurar que el entorno previsto para la crianza de los niños sea el mismo que el de los niños que no viven en centros penitenciarios”.
Es por ello, añade el reporte de la CNDH, que los establecimientos penitenciarios que alojen menores de edad deben garantizarles el acceso a guarderías, centros de desarrollo infantil y los servicios de educación.
En los tres penales revisados de Guanajuato, las internas denunciaron deficiente alimentación, además de falta de médicos para sus bebés.
El drama
Entre 2013 y 2015, al menos 37 mujeres dieron a luz mientras estaban en la cárcel.
La mayoría de los casos (14) corresponden a internas del Cereso de León.
De acuerdo con un informe de la Secretaría de Seguridad Pública de Guanajuato, algunas de estas mujeres estaban internas por delitos graves, por lo que tendrán que pasar muchos años antes de reencontrarse con sus hijos.
Por ejemplo, una joven de 22 años de edad, que se embarazó mientras estaba interna en el Cereso de León, enfrenta doble acusación de secuestro y homicidio calificado.
Otra muchacha embarazada, de 19 años, está presa en el mismo penal por narcotráfico (venta de metanfetaminas) y posesión de arma de fuego.
Mientras que una jovencita leonesa de 18 años es acusada de privación ilegal de la libertad.
De las 37 internas embarazadas en los últimos dos años, doce están presas por robo y cinco por homicidio.
Cinco más están internas por posesión de arma de fuego sin licencia.
Deben cambiar reglas
El proceso de separación de un hijo y su madre en la cárcel, a solo seis meses del nacimiento, es uno de los aspectos que deberían de cambiarse, consideró la activista social Verónica Cruz.
Relató que en una visita que hizo a internas en la cárcel de Huamuxtitlán, en Guerrero, las condiciones para las madres son distintas. A pesar del pequeño tamaño de los cuartos, las mujeres conviven en compañía de sus hijos.
La directora del centro de derechos humanos Las Libres dijo que en Guerrero y en Michoacán hay mayor flexibilidad para que los niños permanezcan más tiempo con sus madres, lo que propicia el acercamiento entre madre e hijo.
En Guerrero los niños pueden permanece tres años y en Michoacán cuatro.
Aunque en Guerrero hay penales, como el de Acapulco, donde los niños están más años con sus mamás.
En opinión de la activista, la separación de madre e hijo debería darse de una forma más cuidadosa, sin que parezca un arrebato, como algunas de las mujeres lo perciben al tener que decir adiós a sus bebés a los 6 meses.
Este proceso debería de ser llevado de forma cuidadosa.
Consideró que desde la etapa de gestación las mujeres enfrentan descuido de parte de las autoridades carcelarias.
“Tampoco tienen un valor importante donde se cuide su calidad de vida para que tengan un buen producto”, explicó.
“Cuando esas mujeres salen de prisión tienen la ilusión o las ganas de recuperar a sus hijos y ese tiempo perdido; hay una ruptura con los hijos porque se los quitaron”, dijo Verónica Cruz.
‘Mi hija no se me despegaba’
La fase más difícil del encierro que vivió Sussy Reyna, de 31 años de edad, fue cuando tuvo que separarse de su bebé.
Ella estuvo presa en el penal de Puentecillas, Guanajuato, en donde se embarazó de un reo que era su compañero de estudios.
Durante su embarazo, sólo en dos ocasiones salió para visitar a un médico. Una de ellas fue para dar a luz a su niña, con quien permaneció sólo durante seis meses.
Las salidas al médico eran con esposas y custodiada por los elementos de seguridad.
“Nos traían como si nos fuéramos a escapar”, confesó Sussy Reyna.
Su embarazo fue producto de una relación que mantuvo con un interno y compañero de clases.
A los dos meses de enterarse de que sería madre, él salió libre y nunca regresó a verla.
Como madre soltera, tuvo que sufrir burlas por parte de sus compañeras que reían al saber que el interno se había marchado sin decir adiós.
Además, las autoridades penitenciarias le aplicaron un castigo de tres meses de encierro por haberse embarazado dentro del reclusorio.
Los antojos que vivió durante su embarazo, fueron un castigo adicional.
“Las custodias se comían las cosas enfrente de uno”, recordó.
Dentro del reclusorio no se contaba con un especialista, sólo médicos generales que daban valoraciones a las internas que convivían con los demás presos.
Los dolores que vivió el día del parto comenzaron a las 10 de la mañana, pero fue hasta pasadas las 2 de la tarde cuando fue trasladada a una clínica por exigencia de los doctores.
Debido al retraso en la atención, tuvo que tener su bebé por medio de cirugía, ya que el niño corría el peligro de morir.
Luego de dar a luz, la sometieron a otra operación para que ya no tuviera más hijos, por lo que decayó y tuvo que ser dejada bajo valoración.
Por su delicada condición de salud, querían quitarle a su bebé antes del medio año reglamentario, pero gracias a su insistencia logró que permaneciera a su lado.
Al cumplir seis meses, la niña fue separada de su madre, y entregada a la familia de Sussy.
Cuando al fin se ordenó su liberación, la mayor emoción de Sussy era reencontrarse con su pequeña, y no perder el lugar de mamá que ocupó durante su ausencia su hermana.
“Supo y sabe que yo soy su madre, aunque haya nacido dentro de un reclusorio”, dijo con voz quebrada.
Luego de salir de la cárcel, Sussy procuró ya no separarse de su hija, para recuperar el tiempo perdido.
“Mi hija no se me despegaba, nada más quería estar conmigo, y si iba algún lado preguntaba si regresaría”.
Designan mamás ‘sustitutas’
Alondra Muñiz ingresó hace dos años a la cárcel por el delito de posesión de drogas.
A los ocho meses de estar internada resultó embarazada.
Durante su embarazo fue atendida por médicos del Cereso de León, y el día del parto fue esposada y custodiada de la cárcel al Hospital General Regional, donde dio a luz.
Tras el alumbramiento, la reclusa regresó a su celda con su hijo, al que registró con el nombre de Cristian. Sólo pudo convivir con él seis meses, tiempo máximo permitido por la Secretaría de Seguridad.
La reclusa tuvo que realizar los trámites para entregar a su hijo a un familiar.
Hace un mes, Alondra designó a su mamá como la responsable de cuidar a Cristian, mientras cumple con su condena.
Una historia más dramática es la que vivió Virginia, quien ingresó al penal acusada de fraude, cuando tenía dos meses de embarazo.
Afuera de la cárcel dejó a dos hijos, de 4 y 6 años de edad, al cuidado de su mamá.
Al mes de estar interna, su abogado de oficio le comunicó que podría estar en la prisión al menos cuatro años.
Cuando tenía siete meses en la cárcel dijo a luz a un niño, a quien puso el nombre de Santiago.
El bebé fue entregado a la mamá de Virginia, para su cuidado.
“Mi hermana nos platica que la cárcel siempre está bien fría todo el tiempo, y su niño se le enfermaba mucho, y no se esperó a los seis meses y lo entregó mi mamá”, mencionó Susana, hermana de la interna.
Hoy, Santiago tiene dos años de edad, y todavía tiene que pasar más de un año para reencontrarse con su mamá.