María Diega camina todos los días por las calles de Cerrito de Jerez ofreciendo frutas de temporada y gorditas artesanales.
La cubeta de plástico que carga con la fruta pesa más de 20 kilos y la bolsa con gorditas de trigo otros 10. Esta es la mercancia que diariamente trae desde Silao en camiones suburbanos.
De puerta en puerta, María Diega ofrece -desde hace 23 años- su mercancía.
Es miércoles y el bote está repleto de guayabas, aunque reconoce que vende más rápido las fresas.
“Hoy traigo guayabas señoritas”, grita luego de llamar a la puertas.
Enseguida saca una bolsita de plástico y comienza a llenarla de fruta, como si ya supiera con certeza que le van a comprar.
“Ya le conozco sus toquidos, le dije a mi hijo: es María Diega”, menciona Felipe Bonilla, uno de sus clientes que saca 10 pesos para pagarle.
Luego camina un par de cuadras y se para frente a un taller de joyería sobre el bulevar Bocanegra y vuelve a llenar otra bolsita con las guayabas.
“Joven, hoy le traje guayabas”, le dice al joyero. “¿Cómo estás María Diega?”, le pregunta con entusiasmo el hombre, como si se tratara de un familiar.
“Esta linda mujer me deja la fruta aunque no quiera, así es María Diega, muy trabajadora, la conozco desde hace 15 años y nunca falla”, comenta Enrique Ayala, dueño del establecimiento.
Así son todos los días de María Diega Méndez Rodríguez, quien a sus 75 años se levanta a trabajar a las 6 de la mañana y regresa a su casa en la comunidad de Cuestecitas, en Silao, hasta las 8 de la noche.
Esta mujer que camina a paso lento y arrastrando su pierna izquierda por una embolia que sufrió hace 26 años, es tía de Columba Garnica Gallo, esposa de Jeb Bush, aspirante del Partido Republicano a la Presidencia de Estados Unidos.
María Diega presume ser tía de Columba “por partida doble”, ya que Hilario Garnica Leija y Olaya Rodriguez Lozada, abuelos de la esposa de Bush, eran sus tíos.
De José María Garnica, papá de Columba, era prima hermana y prima segunda a la vez.
“Ya ve que en los ranchitos la gente se casa entre integrantes de las mismas familias, por eso digo que soy doblemente tía de Columba”, dice sonriendo.
Su ingreso: $80 diarios
En 23 años de vender fruta en las calles de León, pocas veces ha faltado. Antes trabajó en la cocina del Restaurante “El Pajarraco” por ocho años, hasta que la despidieron porque el negocio cerró.
Al quedarse sin empleo, María Diega se animó a vender frutas en las calles. En un principio era pesado, pero ahora le encanta su trabajo y si no vende siente que se enferma.
Por la venta de frutas y gorditas, la tía de Columba Bush obtiene entre 70 y 80 pesos de ingresos libres diariamente.
“Me quedaría más ganancia, pero aparto 44 pesos diarios de los camiones de Cuestecitas a Silao y luego a León, y eso que ya pagó por mitad por ser adulto mayor”.
A sus clientes nunca les ha platicado del parentesco que tiene con la esposa de Jeb Bush, aspirante a ocupar la Presidencia de EU en 2016.
“¿Para qué les cuento? De todas formas nunca nos visita. A esa muchacha le tocó muy buena suerte y uno tiene que seguir trabajando, aunque sí me da gusto que le fuera muy bien en Estados Unidos”, dijo.
El único recuerdo que tiene de Columba es de hace más de 50 años, cuando por unos meses vivió en Arperos a la edad 6 años.
“Su madre Josefina se los trajo por unos meses a Arperos. Los niños estaban chiquitos y Columba tendría unos seis años. Mi primo José María estaba en Estados Unidos, pero a Josefina no le gustó y se regresó a León”.
La abandonan sus hijos
En su recorrido por las calles y bulevares de la zona de Jerez, sus clientes ya ven a María Diega como parte de su familia. La saludan los tortilleros, abaroteros y hasta los comerciantes de frutas, que son su competencia.
Algunos le invitan un vaso de agua, otros un taco para que siga su camino y otros simplemente le agradecen que les ofrezca la mercancía.
“Con tan solo verla me alegra. Siempre trae una sonrisa esta linda mujer, no sé cuantos años tengo conociéndola, pero sé que le echa muchas ganas al trabajo. Mis respetos para ella”, dice José Cruz, otro de sus clientes.
A pesar de que tuvo 15 hijos, la mujer debe trabajar porque necesita comprar su medicamento cada mes, que le cuesta 470 pesos.
Tres de sus hijos emigraron como indocumentados a Estados Unidos, y se olvidaron de ella.
“Ya casados se olvidaron de la mamá, tengo más de un año que ni me llaman, no sé que pasaría, pero todos los días les mando su bendición para que me los cuide nuestro Padre Dios”.
De su marido no quiere hablar mucho. Hace más de 20 años que se separaron y aunque vive en la misma comunidad, la relación se terminó.
“¿Para qué quieres un hombre que siempre te va a sacar dinero? Así era él, para todo me pedía prestado porque no le gustaba trabajar. Así me tocó, pero ya no lo mantengo”.
‘Hoy acabé temprano’
Son las tres de la tarde y la cubeta con las guayabas pesa menos. En su interior quedan si acaso un par de kilos. Observa el recipiente semivacío y en su rostro se refleja satisfacción.
“Hoy voy acabar temprano, ya quedan pocas guayabitas, dos cuadras más y se terminan, cuando me quedan pues las como en el camino”.
Con tristeza recordó a su primo José María Garnica, papá de Columba Bush, al cual visitó hasta los últimos días en Silao, en donde falleció en 2013, a los 88 años. “Mi primo cada que me veía me regalaba 100 ó 200 pesos, era muy bueno, yo no sé por qué sus hijos han hablado tantas cosas de él, era un hombre muy callado que no hablaba mal de nadie. Sólo Dios sabe qué pasó entre ellos”.
Cerca de las cuatro de la tarde la fruta y las gorditas se acabaron. María Diega camina hacía el paradero de autobuses del bulevar López Mateos para regresar a Silao y luego a Cuestecitas.
Al día siguiente, su rutina se repetirá casi idéntica, como hace más de 20 años.
‘Siempre estuvo orgulloso de su hija’
Ha pasado un año y tres meses desde la muerte de su esposo y Antonia Morales viuda de Garnica no para de llorar a cada minuto. El recuerdo de su esposo provoca que le broten las lágrimas que seca con sus manos.
Antonia fue la segunda esposa de José María Garnica Rodríguez, papá de Columba Bush.
En la sala de su casa en Silao tiene colocado un pequeño altar con veladoras y flores. Sobre la mesa hay cuatro fotografías de José María de distintas etapas de su vida.
Mientras platica con AM revisa los retratos de su esposo fallecido. “Mire, aquí hasta parece artista de cine, era un hombre muy guapo y no hay momento que no me acuerde de él”.
Se levanta del sillón para encender una veladora nueva que está sobre el piso. Vuelve a soltar el llanto mientras raspa el cerillo sobre la cajita.
Reacomoda las fotografías de la mesita y después camina hacia el trastero del comedor para sacar un sobre amarillo, mientras continúa secándose las lágrimas.
“José María siempre estuvo muy orgulloso de su hija Columba, una vez le dio al Presidente de Estados Unidos una fotografía y él le agradeció con una carta que le mandó desde Washington”, recordó.
“No cabía de gusto cuando le llegó la carta del Presidente de Estados Unidos me la enseñó y decía que sentía muy bonito porque era de un familiar de su hija”.
Del sobre saca la carta membretada con el escudo de The White House (La Casa Blanca) fechada el 27 de febrero del 2001.
‘‘Estimado Sr. Garnica.Gracias por la fotografía enmarcada que me han dado durante mi visita a León, México.
Le agradezco su consideración.’’
Atentamente.
George W. Bush”.
La carta está fechada once días después de la visita del entonces Presidente de Estados Unidos, George W. Bush, al rancho San Cristóbal, en donde se reunió con Vicente Fox, quien también era mandatario en esos días.
José María Garnica aprovechó la visita de Bush a la cumbre de Presidentes, y acudió a San Cristóbal para regalarle al mandatario de Estados Unidos una fotografía con la figura del Sagrado Corazón de Jesús.
Aquel día -según familiares- Columba y su papá se reunieron, en un intento de reconciliación. Padre e hija se habían distanciado cuatro décadas atrás. Columba no volvió a ver a su papá a su casa en Silao, en donde murió el 26 de noviembre de 2013.
Quien sí lo acompañó hasta el final fue Antonia Morales, con quien José María Garnica se había casado el 17 de febrero de 1984, tras divorciarse de Josefina Gallo, su primer esposa.
“Fueron muchos años juntos, por eso duele recordarlo”, dijo Antonia.
Del matrimonio no hubo descendencia, la única hija que procrearon murió recién nacida.
A cada paso que da dentro de la casa hay un recuerdo de su esposo. El sillón donde se sentaba, el bastón que utilizaba para caminar, su ropa, la música que escuchaba, pero sobre todo sus fotografías.
Antonia no sabe cuánto tiempo más tenga que guardar el luto, desde el día de la partida de José María se viste de negro y no quiere vestirse de otra forma.
Por un momento sonríe al ver que el árbol de aguacate que plantaron José María y ella en el patio está lleno de flores.
“Mire que de aguacatitos va tener, este lo plantamos nosotros, por eso a cada rato me acuerdo de este hombre”.