Una bomba de consecuencias imprevisibles está a punto de estallar en el Vaticano.
La publicación oficial de la encíclica sobre ecología del Papa Francisco supone una auténtica declaración de guerra a las grandes compañías y a los gobernantes de los países más poderosos que, según escribe, han contribuido al cambio climático y a la pobreza por “el uso desproporcionado de los recursos naturales”.
Su Santidad propone un cambio radical de estilo de vida para evitar que la Tierra se siga convirtiendo “cada vez más en un inmenso depósito de porquería”.
La encíclica, de 191 páginas y titulada “Laudato Si’ (Alabado seas), tiene un primer capítulo demoledor titulado Lo que está pasando en nuestra casa.
El análisis descarnado del Pontífice aborda la interconexión entre la contaminación y el cambio climático, la mala gestión del agua, la pérdida de la biodiversidad, la gran desigualdad entre regiones ricas y pobres o la debilidad de las reacciones políticas ante la catástrofe ecológica.
Como ya se venían barruntando sus poderosos detractores –desde Jeb Bush a la extrema derecha italiana y vaticana-, no solo diagnostica los problemas, sino que señala a los culpables.
Según el Papa, el calentamiento originado por “el enorme consumo de algunos países ricos tiene repercusiones en los lugares más pobres de la Tierra, especialmente en África, donde el aumento de la temperatura unido a la sequía hace estragos en el rendimiento de los cultivos”.
De ahí que Su Santidad señale muy claramente la responsabilidad del actual sistema económico mundial: “La deuda externa de los países pobres se ha convertido en un instrumento de control, pero no ocurre lo mismo con la deuda ecológica.
“De diversas maneras, los pueblos en vías de desarrollo, donde se encuentran las más importantes reservas de la biosfera, siguen alimentando el desarrollo de los países más ricos a costa de su presente y de su futuro”.
El Papa atribuye gran parte del problema a la voracidad de las grandes compañías, pero también a la falta de una respuesta valiente por parte de los gobernantes: “Llama la atención la debilidad de la reacción política internacional”.
Y advierte incluso de que la propiedad privada no puede estar por encima del bien común. Dice que una regla de oro del comportamiento social -“y el primer principio de todo el ordenamiento ético-social”- es el “principio de subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes”.

ENCÍCLICA
ECOLÓGICA

La encíclica, que se refiere a la Tierra como una hermana con la que se comparte la existencia o como una madre que acoge entre sus brazos, llega a tocar aspectos muy sensibles para algunos sectores de su parroquia.

El título del documento está tomado del Cántico de las criaturas de san Francisco de Asís, santo de quien el Papa ha tomado su nombre y que es el ejemplo del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral vivida con alegría y autenticidad.

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