El ruido que producen las hélices es ensordecedor. El viento nos despeina y aunque somos un grupo de chaparritos, por reflejo nos agachamos un poco mientras toman la foto del recuerdo frente al helicóptero. ¡Estamos listos para despegar!
Apenas hace unos minutos recibimos las instrucciones para el recorrido en una de las aeronaves de Chicago Helicopter Experience, que lleva a los viajeros en busca de nuevas postales en la Ciudad de los Vientos.
Tan pronto subimos (dos pasajeros al frente, junto al piloto, y tres pasajeros atrás), ajustamos los cinturones de seguridad y los audífonos con micrófono para comunicarnos durante la travesía. Se escucha una canción de Rihanna y por encima gritos de emoción, medio ahogados, mientras el helicóptero se eleva.
Por años, la forma más popular para conocer el horizonte de Chicago ha sido desde agua, por el río Chicago, a bordo de embarcaciones con guías que narran momentos históricos clave -como el Gran Incendio de 187 1- al tiempo que repasan los íconos arquitectónicos de la urbe.
En verano, los viajeros también aprovechan las jornadas de sol para navegar en kayak, andar en bici o segway a lo largo del Riverwalk, el paseo peatonal que se extiende a la orilla del caudal, en el Downtown. Surcar el cielo complementa singularmente cualquiera de estos paseos.
La experiencia se le ocurrió a Trevor Heffernan: cansado de estar atorado en tráfico cuando necesitaba salir de la ciudad, comenzó a viajar en helicóptero. Al ver que las fotos que compartía en sus redes sociales tenían mucho éxito, vio el potencial turístico.
Los vuelos se hacen todo el año y hay servicios privados, recorridos nocturnos y al atardecer. El más económico comienza en 148 dólares por persona.
El nuevo helipuerto de la compañía, estrenado en mayo de 2014, está en centro de la ciudad, de modo que poco después del despegue sobrevolamos el Lago Michigan. Por esta zona la vista aérea incluye las playas, el Acuario Shedd (donde habitan más de 32 mil animales, entre tiburones, pingüinos y delfines) y el Planetario Adler (el primero abierto en EU).
El piloto vira hasta que vemos de frente los rascacielos más famosos de la ciudad: desde la Torre Willis (donde en el piso 103 están los balcones de cristal en el mirador Sky) hasta el John Hancock Center (sede del otro observatorio estrella, 360 Chicago, a 304 metros de altura).
Entre la sorpresa, las panorámicas y las selfies el tiempo se va como agua. Tras unos 20 minutos en el aire, el helicóptero se acerca de nuevo a tierra.
Las vistas sólo nos han dejado con ganas de explorar la ciudad, ahora en tierra y al aire libre.

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