Más que un don nato, el amor por la música es algo que tienen en común quienes son las voces del Coro del Teatro del Bicentenario.
La agrupación fundada a inicios de 2013 con el propósito de convertirse en un coro comunitario, y capaz de abordar un amplio repertorio lírico de las diferentes épocas y estilos, se integra por personas con diversos bagajes musicales.
Jóvenes estudiantes, académicos, ingenieros y demás forman parte de la agrupación vocal residente del recinto cultural.
Desde entonces han realizado exitosas presentaciones de obras como Madama Butterfly, de Puccini; Rigoletto y La Traviata, de Verdi; La Cenerentola, de Rossini; y Tosca, de Puccini.
Antonio Espinal Cabrera, director del coro, recordó que desde sus inicios el proyecto fue formativo musical y vocalmente.
“La estructura era de un coro comunitario, vinieron a hacer audiciones y luego empezaba un proyecto muy estricto de formación musical y vocal”, comentó.
“No existen muchos de esta naturaleza, ni en nuestro país ni en el mundo; ensayan cuatro veces a la semana de lunes a jueves durante dos horas”, informó.
Actualmente se integra por cerca de 50 personas, cada una con diversa preparación musical, situación que a pensar de los directores, enriquece el proyecto.
“Vale más para mí el trabajo arduo que el talento; el talento es necesario, definitivamente hay que tener un mínimo, quien no tiene oído musical va a ser muy difícil, pues pasarán años y no se va a lograr nada, hay un mínimo de talento que es requerido pero para mí es más importante el trabajo arduo”, aseguró Espinal.
La integración de timbres, colores y texturas de voz hacen que el producto de ese canto sea único, es el sonido del Coro del Teatro del Bicentenario.
“Lo que pondría por encima de los muchos frutos que este coro ha recogido, el más importante es el de saberse ellos mismos un coro. Un coro que está constituido como tal, que tiene una noción de sí mismo no es la sumatoria de un grupo de personas, es la formación de un corpus en el que todas las voces forman una sola”, dijo Alonso Mendiola, director del teatro.
‘Sazona’ sus notas
De la química a la cocina y de la cocina al escenario, es como se define la vida de Juan Carlos Barrios Agraz.
Por cuestiones de trabajo llegó a León y en un inicio ingresó al coro a cargo del Instituto Cultural de León (ICL).
“Siempre me ha gustado mucho, tomé como profesión la química y la música, a pesar de que la estudié desde muy pequeño en la Escuela Nacional de Música de la UNAM, siempre fue fraccionada por diferentes situaciones”, dijo.
Juan Carlos ya no ejerce más su profesión como Químico y ahora tiene un negocio propio, pero su gran pasión no cambia: la música.
“Está muy dicho por quienes tenemos el privilegio de hacer lo que nos gusta, es una pasión, la música es bellísima y los escenarios para mí siempre han sido importantes”, expresó.
“Esta oportunidad es fabulosa, se viven grandes experiencias, hay mucho talento y trayectoria; esto nos enriquece muchísimo, cuando te paras en la escena y todo esto que venimos trabajando y armando que nos cuesta tanto, verlo es padrísimo”, finalizó.
Disfruta del canto
Con esta frase, Dafne Alexandra Olvera De la Rosa, se describe a sí misma: “Yo soy cantante”.
Ella llegó a audicionar por invitación de un amigo tiempo después del inicio del Coro y desde entonces se divide entre la venta de seguros y el canto.
“Ha sido una experiencia fenomenal, es una forma de desarrollo humano, mucho aprendizaje, mucha convivencia con los compañeros, aprendo de desde la persona más humilde que tiene conocimientos básicos, hasta quienes son cantantes solistas”, comentó Dafne.
La soprano leonesa ha participado junto con la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato (UG).
“Me enfoco más a lo que es el canto, mi experiencia ha sido lírica, he tomado cursos, he ido con maestros a clases particulares, estoy en una academia que se llama Área”, dijo.
“En sí mi formación es meramente de la experiencia, cantar en eventos sociales y festivales”, concluyó.
La música, su gran pasión
Desde siempre Jonathan Emmanuel Martínez Calvillo ha tenido claro que lo suyo, lo suyo, es la música.
Estudió la carrera de Profesor de Canto en la Universidad de Guanajuato (UG) y se desempeña como docente de coro desde nivel preescolar hasta jóvenes universitarios de artes escénicas.
“Fue un deseo, el teatro es adictivo, una vez que lo pruebas no lo puedes soltar; elegí el canto buscando lo teatral. Me invitaron a uno de los proyectos del coro y una cosa llevó a la otra”, confesó.
Para Jonathan a veces es necesario sacrificar algunas de sus clases para asistir a los ensayos, pero asegura que siempre gana “el hambre de hacer música”.
“La ventaja de estar en un coro con gente que está en diversas profesiones es que enriquece mucho la escena, tus compañeros todos tienen una motivación muy grande, las ganas de hacer música, no importa cuántos años tengan cantando, el canto es muy orgánico, ver gente con diversidad, te ayuda a la hora de construir personajes, crear un paisaje, es muy rico”, aseveró.