Un cáncer de piel obligó a que María Elena Campos perdiera parte de la nariz. Se acabó entonces la mujer de carácter sociable, dejó de mirarse al espejo, se aisló, pues no soportaba la idea de que la vieran con el rostro mutilado.
María Elena nunca imaginó que una prótesis podría devolverle las ganas de vivir. Su caso pertenece al álbum de historias que han ido acumulando las especialistas de la Unidad de Prótesis Maxilofacial del Servicio de Oncología del Hospital General de México.
En un pequeño espacio, con mesitas dispuestas en hilera, dos protesistas auxiliadas por dos residentes devuelven al rostro su aspecto natural antes de la pérdida de miembros faciales por cáncer de piel o accidentes.
Celia Minerva Díaz, jefa del área, afirma que su labor tiene impacto entre las personas más vulnerables, quienes no sólo se ven afectadas por la enfermedad, sino por la falta de recursos económicos para atenderse.
“Quienes tienen recursos buscan opciones incluso en otros países. La gente que va al hospital no tiene dinero. Hay personas que por años se la han pasado sin una prótesis.
“Ha habido personas que me dicen: ‘Llevo 20 años sin haber usado una prótesis porque no tenía dinero’”, menciona quien desde hace ocho años lidera la unidad, aunque acumula en el hospital dos décadas.
La especialista experimenta tristeza y angustia ante la mutilación de sus pacientes, pero le reconforta ver los resultados cuando les entregan sus prótesis.
“Me da mucho gusto la cara de alegría que ponen cuando se ven con su prótesis, y el abrazo sincero que nos dan. Eso paga todo lo que hacemos.
“Es muy satisfactorio saber que gracias a su prótesis vuelven a convivir con familia y amigos, y regresan a su trabajo. Los niños crecen sin traumas, sin que los estén molestando”, afirma.
La protesista Díaz todavía recuerda a don Julián, a quien a causa del cáncer le amputaron medio rostro y la nariz. “Le hice su prótesis facial, que incluía el ojo, la nariz, el párpado. Un día llegó y me dijo: ‘Me puede hacer una prótesis con el ojo cerrado, en la tarde me tomo una siesta y la otra vez escuché a mis nietos que se preguntaban si estaba despierto o dormido, porque uno de mis ojos estaba abierto y el otro cerrado. Entonces cuando me duerma quiero ponerme la del ojo cerrado para que no se espanten’. Ya falleció. Pero nos dejó con su esposa un agradecimiento”, cuenta la especialista.

Un trabajo intenso

“Devolverles una vida”, esta fue la motivación que movió a Raquel Mayo García a especializarse como protesista maxilofacial; trabaja en la unidad desde hace poco más de una década.
“Son pacientes que los mal ven. A los niños en la escuela les hacen bullying. Las prótesis les ayudan a reincorporarse a la sociedad y no sentirse distintos. Recuperan su autoestima.
“Es un trabajo intenso y de muchas horas. Cuando colocas una prótesis y el paciente se ve al espejo y sonríe es sumamente gratificante”, asegura la experta.
Mayo García confiesa que pese al tiempo que ha pasado como protesista es difícil acostumbrarse a ver a las personas mutiladas.
“Lo más difícil es el sufrimiento de los niños. Terminas llorando”, cuenta.
Entre las historias que jamás podrá olvidar está el caso de Omar, quien a los seis meses de edad perdió los ojos por las golpizas que le propinaba su madre, adicta a las drogas. Han pasado 12 años y sigue siendo su paciente.
“Desde bebé le hicimos sus prótesis oculares, pero como está en crecimiento es necesario cambiárselas cada año y medio. El globo ocular estimula el crecimiento de la cabeza, con las prótesis la estimulación es artificial; pero conforme va creciendo necesitamos ir aumentando de tamaño las prótesis para que crezca uniformemente su cráneo”, explica.
Los logros con Omar son notables, agrega la experta, pues el tener sus prótesis le ha ayudado a que sea un niño alegre y sociable.
“Es muy desenvuelto. Le gusta cantar. Cuando viene le pido que me cante una canción y me la canta mientras realizo sus prótesis. Canta muy bonito”, comenta.
Otra historia que no olvida es la de una pequeña de tres meses a quien le extirparon los ojos durante un rito de brujería. Desafortunadamente, narra la protesista, “a esta pequeña no la pudimos ayudar, pues sus familiares deseaban que recuperara la vista y las prótesis sólo son estéticas, así que decidieron dejarla como estaba”.
Cuando las prótesis son oculares se le explica a los pacientes que su función es estética y se les hace énfasis en las ventajas de que cuenten con ellas, a pesar de que no les ofrezcan la posibilidad de ver.
La residente Geyli Santacruz, quien desde marzo de 2014 realiza la especialidad de dos años en la unidad, cuenta que una de las historias más desgarradoras que le ha tocado conocer es la de Vicente Barrios, un campesino que ya perdió la mitad de su rostro a causa del cáncer, y a quien recientemente le detectaron una nueva lesión.
“Le hicimos una prótesis facial muy extensa, y cuando se la colocamos se puso muy contento. Estaba muy feliz con su prótesis. Recientemente descubrimos que tenía una lesión en la punta de su nariz. Le hicieron una biopsia y ahora está en radioterapia.
“Tiene mucho miedo de que le quiten la nariz, pues ya perdió casi medio rostro. Va a necesitar otra prótesis”, indica.

Labor artesanal y altruista

El trabajo de estas especialistas es invaluable. No sólo por el hecho de que sean unas verdaderas artesanas, pues se dan a la tarea de crear prótesis lo más similares a la parte del rostro que los pacientes pierden, sino que, en ocasiones, invierten de sus propios recursos para hacerlas posibles.
De acuerdo con Mayo García, tardan alrededor de una semana en crear las prótesis oculares, en tanto que se llevan hasta dos en las faciales.
“En otras partes compran las prótesis prefabricadas y ajustan la que más se adapte o la que más se parezca. Nosotros hacemos desde tomar la impresión de la cavidad para tenerla al tamaño exacto. Creamos el molde y una vez que tenemos la prótesis la pintamos a mano.
“La piel tiene venas, manchas, lunares y les damos esa caracterización para que a poca distancia no se note”, señala.
Son muchas horas las que las especialistas invierten en recrear las partes del rostro que los pacientes pierden. Unas colocan bigote por bigote en la “piel” de silicón, así como pestaña por pestaña a los ojos de acrílico. Otros agregan lunares y arrugas a las prótesis faciales.
Santacruz asegura que las prótesis más difíciles de elaborar son las faciales. “Tienes que lograr que te quede el tono de piel, que logres disimular que se trata de una prótesis y que al paciente le guste. La puedes hacer y dices ‘quedó más o menos’, pero si al paciente no le gusta no la va a usar. Ése es el reto, que al paciente le guste y la use”, indica.
En el sector privado estas prótesis cuestan entre 10 y 20 mil pesos. Los pacientes del Hospital General desembolsan entre 500 y mil pesos por ellas; pero algunos no pagan nada.
“A veces no tienen ni para la consulta de 75 pesos, pero yo se las doy. Cuando los pacientes no tienen para el material, pues nosotros lo ponemos. Ponemos entre 300 y 500 pesos al mes.
“El instrumental nosotros lo llevamos. Espátulas para modelar, pinceles, tijeras…”, afirma Díaz.
Santracruz asegura que todos cooperan con lo que pueden. “Yo me encariñé mucho con don Vicente Barrios y a su prótesis le agregué unos lentes que me costaron 120 pesos”, cuenta.

Materiales

La ocular es de acrílico, elaborarla toma una semana.

La facial es de silicón, elaborarla toma dos semanas.

Trabajo artesanal

La Unidad de Prótesis Maxilofacial realiza al mes:

40 prótesis oculares

prótesis faciales

Costos

10 a 20 mil pesos cuestan las prótesis en el sector privado.

500 a mil 500 pesos cuestan en el servicio público.

Uso

 Las prótesis deben retirarse por la noche y lavarse con agua y jabón.

 Por las mañanas, el paciente se coloca las prótesis con un pegamento especial para piel y silicón.

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