Con galletas en las manos y los brazos bien estirados, esperamos a que un búfalo de agua, esas intimidantes moles negras de más de una tonelada de peso, se acerque. Vamos, supuestamente, a alimentarlos.
Estamos montados en un camión tipo safari. Y estamos todos emocionados, pero aún más nerviosos.
Todos, excepto ese par de niños eufóricos, acompañados por su madre. Desde que vieron a los búfalos retozando a sus anchas en un charco dan palmadas ansiosas en los asientos.
Si esos gigantes decidieran embestirnos en grupo, quizá podrían derribar el vehículo, dice con tono alarmista uno de los adultos. “¿Muerden?”, pregunta otro más. La guía, J.J., se ríe a carcajadas.
Un par de búfalos se desperezan y se acercan con pasos lentos, pero poderosos, dejando el césped marcado. Ellos saben que es su territorio. Su pelaje oscila entre el negro y el café. Uno tiene un cuerno roto. Bufan, mientras nosotros tragamos saliva.
Los brazos siguen estirados pero ya algunos retroceden tímidamente. Podemos ver hasta los profundos ojos de estos bovinos originarios de Asia.
No proyectan violencia, sólo inocencia. Se ven amistosos, casi nobles.
Una enorme y pegajosa lengua sale de sus bocas y se enrosca en las galletas, mojando nuestras manos, dejándolas viscosas.
¡Qué asc..! Un momento. No. La verdad es que no resulta desagradable. Sólo raro. Un lengüetazo de un búfalo de agua, mientras sus ojos te traspasan, incluso se hace adictivo.
Está de más decir que no paramos de pedirle a J.J. más y más galletas para poner felices a nuestros nuevos amigos.
La interacción con estos animales, en peligro de extinción según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, es la actividad principal del Safari Wilderness Ranch, en Lakeland, a una hora en automóvil al suroeste del aeropuerto de Orlando.
Ubicado dentro de una zona de 22 mil hectáreas, conocida como el Pantano Verde, este negocio ha encontrado público principalmente en los niños, pero también en adultos que, como nosotros, viaja a la infancia de nuevo.
Porque, sí, aquí los visitantes pueden ver animales pastando en la hierba, jugueteando en las llanuras, sin estar encerrados en jaulas. Son cerca de 600 ejemplares provenientes de África, Asia y América.
“Todas las personas que trabajan en el Safari Wilderness Ranch aman en verdad a los animales”, dice J.J. Ella misma confiesa que trabajó como domadora de tigres y leones en un circo hasta que se dio cuenta que esa no era la vida que quería vivir.
Vestida con shorts y camiseta beige, se encarga de conducir el camión sin techo ni ventanas con capacidad para 20 personas y de guiarnos a través de este recorrido de dos horas.
Armados de cámaras y binoculares, apreciamos llamas, ñus, avestruces, antílopes y caballos austriacos de raza haflinger. Se ven muchas familias con bebés.
Tenemos suerte de hallar un grupo de cebras con una cría de tres meses y una ciervo de cola blanca con su cervato, nacido ese mismo día. Los “aaahhh” salen solos.
“¿Podemos tocarlos, mamá?”, preguntan en coro los niños a su madre. Ella, toda paciencia, niega con la cabeza.
J.J. conduce el vehículo por un sendero marcado, pero puede desviarse para avistar mejor a un jabalí.
A veces apaga el camión para hablarnos sobre tal o cual animal sin ninguna prisa. Responde todas las dudas de los visitantes, tanto niños como adultos, llenos de asombro y sonrisas.
Reandamos el sendero y mientras nos bamboleamos al cruzar un terreno lleno de diminutos montes y protuberancias, también vemos kudus, de cuernos en espiral, y algunos ejemplares de ankole watusi, raza bovina cuya cornamenta se encuentran entre los más grandes del planeta.
Muchos animales curiosos se acercan al vehículo. Un par de llamas se paran tan cerca que casi las podemos tocar.
Quizá recordando la gentileza de los búfalos, una visitante colombiana hace el intento de acariciarlas, pero le advierten inmediatamente que no se atreva. Estos ejemplares escupen. Y con mucha precisión. Ella hace una mueca de desagrado.
Al llegar hasta la base, al final del safari, J.J. hace una pregunta (aunque ya sabe la respuesta): “¿quieren dar de comer a unos lémures de cola anillada?”
Corremos a donde viven estos primates oriundos de Madagascar y nos reparte uvas, que debemos partir en pedazos y colocarlos en las palmas.
Las manitas de los lémures toman las nuestras, hasta 10 veces más grandes. Se sienten como el tacto de un bebé. Las agarran con urgencia. No quieren que nos movamos.
Sin dejar de sostener sus “platos”, se abalanzan sobre una uva trozada y empiezan a masticar con alegría. Las risas estallan.
“Son animalitos muy nerviosos. No hay que tocarlos, deben ser ellos los que te toquen”, dice J.J., siempre al pendiente de todo.
Para saber
El recorrido en camión cuesta 75 dólares (mil 165 pesos) por persona. En camello, 150 (2 mil 330 pesos) por persona.
Los tours se realizan diario a las 9:00 y a las 13:00 horas.
Alimentar a los búfalos es gratis, pero a los lémures cuesta 20 dólares (310 pesos) por persona.
También se puede dar de comer a periquitos y conejillos de indias por 5 dólares (77 pesos).
Guía práctica
CÓMO LLEGAR
Aeroméxico y Volaris vuelan directo de la Ciudad de México a Orlando. Desde el Aeropuerto de Orlando hay que conducir al suroeste para llegar al safari, en Lakeland. En total son 84 kilómetros.
DÓNDE DORMIR
Terrace Hotel. En pleno centro de Lakeland, con habitaciones que miran al lago Mirror. Desde mil 600 pesos por noche en ocupación doble.
The Ritz Carlton Orlando. Con arquitectura estilo italiana, cuenta con un campo de golf de 18 hoyos. Desde 4 mil 500 pesos por noche en ocupación doble.
DÓNDE COMER
Harry’s Seafood. Aquí se encuentran los mejores pescados y mariscos de la región, entre ellos atún y camarones, así como especialidades al estilo Nueva Orleans, como el jambalaya (arroz con camarones, pollo y salsa).
Fresco’s Bakery & Bistro. Es el único bar en Lakeland enfocado en el bourbon. Entre sus platillos estrella está la pechuga de pato conmostaza de arándano.
MÁS INFORMACIÓN
aeromexico.com/es/mx/
the-terrace-lakeland.hotel-rez.com
ritzcarlton.com/en/Properties/Orlando
hookedonharrys.com
frescoslakeland.com
safariwilderness.com
visitcentralflorida.org