El grupo de teatro ‘Liberarte’, conformado por más de 50 reclusos del Centro Federal de Readaptación Social (Cefereso) N. 12 en el municipio de Ocampo, presentó el montaje ‘Transiciones para la libertad’, como parte del programa ‘Cervantino para todos’.
Eran las 9:23 de la mañana cuando vimos el reloj por última vez. Un kilómetro antes de llegar al reclusorio la señal de los celulares se restringe.
El frío se sintió desde el primer acceso en vehículo, un oficial abrió la puerta y pidió identificarnos. Era el primer filtro: la garita.
Entregamos todas nuestras pertenencias, incluidas pulseras y agujetas, para luego pasar al edificio de gobierno, donde terminan de asegurarse que no entre cualquier cosa que pudiera ser un arma. Si la ropa interior lleva varillas, hay que quitarlas.
Ahí es para los familiares el último filtro, pues a continuación se encuentra Vinculación, donde realizan las visitas.
Pasamos por esos edificios y observamos de cerca, pero no tanto, los módulos donde duermen los reclusos, los separan según su comportamiento y peligrosidad.
Luego de recorrer el enorme Centro que resguarda a unos dos mil hombres, llegamos a las naves industriales. Ahí es donde los reos reparten su tiempo entre la carpintería, pintura o teatro, por mencionar algunas actividades.
Secreto  tras  los  muros

La primera sorpresa fue al ver el trabajo en pintura de algunos reclusos. Trabajaban en un trío de piezas al óleo, diseñadas por Éder, originario de Ciudad Juárez, y quien a sus 32 años ha vivido 17 en siete distintos penales.
La cordura y la locura son representadas en un total de 9 piezas, que juntas son tres, la más destacada se llama ‘Transición’, como uno de los ejes temáticos de la 43 fiesta del espíritu. Más de una decena de hombres cambiaron las armas por pinceles.
Otro trío de obras se apreciaba en el taller que también tiene muros con protecciones: Perú, Chile, Colombia y Morelos, invitados de honor en esta edición del FIC fueron homenajeados por las manos de estos hombres.
Los escritores Pablo Neruda, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa y el revolucionario Emiliano Zapata, formaban parte de ese homenaje al óleo.
‘Transiciones para la libertad’

Llegó la hora de presenciar ‘Transiciones para la libertad’, obra escrita, musicalizada, dirigida y protagonizada por reclusos. Previo a la presentación, platicamos con algunos convictos con sentencias  de dos, diez y 36 años por cumplir. Se encuentran en transición.
Pasado el mediodía, autoridades, instituciones y prensa esperábamos. Las luces se apagaron y una tímida voz anunció la primera llamada. No estábamos en un teatro, sino en una prisión.
Otro público se sumó, habitantes del Cefereso salían a ver la actuación de sus compañeros. Nos miraban extrañados, fuimos una breve mirada al exterior. “¿Cómo va el León?”, preguntó uno.
Llegó la tercer llamada, el espectáculo inició con una danza contemporánea que hacía referencia a un génesis: el comienzo de la transición.
La obra contó la historia de Omar Talamante “El Waffles”, quien por una mala decisión es detenido y aprisionado por error. “Así como te pasó a ti, carnal”, bromearon entre sí los reos.
Una vez en prisión, “El Waffles” se convirtó en el “expediente 2146”; pasó diferentes etapas, desde pensar en el suicidio hasta reflexionar sobre su vida pasada, presente y futura. La familia y la libertad son lo que más anhela el personaje principal, que a lo largo del montaje logra cambiar su pensamiento, para cambiar su actitud. La cárcel no lo hace cambiar, sino su decisión.
Más que una puesta en escena, fue un reflejo de lo que muchos reos han vivido. Hubo momentos de risa, pero también de silencio, y entre los hombres se distinguió alguna lágrima.
La música, la danza, el teatro y las artes plásticas se unieron como mensaje preventivo.
“No podemos arreglar los errores, no puedo devolverle a su hija, o pedir perdón por el dinero que le robé, pero usted puede perdonarme, no por mí, sino por usted, porque es mejor perdonar que juzgar”, expresó Omar.
Fueron casi dos horas de función, la emoción por compartir su talento opacó cualquier nervio. Durante ese tiempo los internos se olvidaron de que pasan sus horas entre esos muros y se entregaron al arte.
“Gracias por venir”, “¿Qué les pareció”?, preguntaban con una sonrisa. El público les aplaudió de pie, y ellos no se cansaban de agradecer. El telón bajo y tras unas palabras se les llamó para el pase de lista. Ya desde una habitación se despidieron de su audiencia para continuar su transición.

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