Ayer gran parte de los mexicanos retrasó su reloj una hora para darle paso al horario de invierno, y a pesar de que este proceso está a punto de cumplir dos décadas, hay ciudadanos que aún no se acostumbran al cambio.
Es medio día en el Centro de la ciudad, y don Rogelio Hernández se muestra sorprendido, “¿hoy se cambió el horario?”, dice al tiempo de mirar su reloj y para él ya es la una de la tarde. Sin embargo señala que a él no le afectan estos cambios y expresa con optimismo: “todos los cambios son buenos”.
La contraparte es Mario Quiroz quien siempre ha visto con escepticismo este tipo de cambios, ya que dice, no favorecerle en nada.
“Yo me despierto a las 4 de la mañana, sea el nuevo o el viejo horario, yo nunca adelanto o atraso mi reloj, todo es psicológico, quiero ver que los gallos cambien el horario pues ellos cantan a la misma hora siempre”, dice.
Enfrente de él, está Isabel Cardozo quien le revira y dice que a ella le rinde mucho más el día ya que se despierta desde temprano.
“Con este horario se pueden hacer más actividades desde temprano, porque me levanto y ya está el solecito, yo trabajo y me rinde más el tiempo”, menciona Isabel Cardozo a la par que su hermana María menciona “éste ha sido nuestro horario de siempre, por eso nos gusta más”.
Según cifras preliminares del Fideicomiso para el Ahorro de Energía Eléctrica (FIDE), la aplicación del Horario de Verano, sólo en este año, permitió un ahorro aproximado de mil 455 millones de pesos. En materia ambiental, el Horario de Verano evitó la emisión de 504 mil toneladas de bióxido de carbono, principal contaminante del efecto invernadero.
México es uno de los 86 países que aplican el Horario de Verano, que comenzó a implementarse en 1996 para ahorrar energía.
Según especialistas, esto consiste en adelantar una hora el reloj durante el periodo del año en que se registra mayor insolación, con la finalidad de reducir el consumo de energía eléctrica.

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