Piense cuántas personas conoce que tienen diabetes tipo 2. Es muy probable que al menos una de ellas sea de su familia: papá, mamá, algún tío, primos.
Entre los mexicanos, el componente genético de este tipo de diabetes es determinante para afirmar que la predisposición a la enfermedad estará ahí por generaciones.
Sin embargo, cada persona puede retrasar el desarrollo de la enfermedad con acciones sencillas y así evitar que la diabetes sea el sello de las próximas generaciones familiares.
“Desde los años 80 se sabe que el 50 por ciento de riesgo para desarrollar DT2 es el factor hereditario; el otro 25 por ciento tiene que ver con que no nos movemos y el 25 por ciento restante está relacionado con lo que comemos”, aseguró Rosa María Aguilar Tlapale, miembro de la Asociación Nacional Mexicana de Educadores en Diabetes (ANMED), desde la Ciudad de México.
Pese a que la diabetes ha estado presente en el árbol genealógico, las personas no terminan de asumir que es necesario cambiar el estilo de vida poco saludable establecido a nivel familiar y seguido por las nuevas generaciones, comentó Ana Laura Segundo, educadora en diabetes de la Federación Mexicana de Diabetes (FMD).
Y si usted tiene la certeza de que ninguno de sus padres ni sus abuelos padecieron la enfermedad, no debe sentirse a salvo.
“Tenemos familias que dicen ‘ni mi papá, ni mi mamá, ni mis abuelos tuvieron la enfermedad’, pero puede ser que tal vez murieron pronto y no les dio tiempo de que desarrollar la diabetes, además de que esas generaciones llevaban una vida más activa”, advirtió Aguilar Tlapale.
“Si uno de tus padres tuvo o tiene diabetes, tienes riesgo de desarrollar diabetes en 25 por ciento; pero cuando son los dos, el riesgo aumenta hasta el 80 por ciento”, indicó Aguilar Tlapale.
“Lo que tenemos que pensar no es si me va a dar o no me va a dar, sino asumir que en algún momento de la vida me dé, pero retrasarla lo más posible”, agregó la educadora de la ANMED.
Así es que a todos los mexicanos les conviene tomar cartas en el asunto con toda su familia, sobre todo si uno de los miembros ya tiene un diagnóstico definido.
“Se trata de solidarizarnos con quien ha recibido el diagnóstico. Todos podemos comer como le indican a una persona que vive con diabetes.
“Hacerlo así es más fácil para las familias, pues se cocina lo mismo para todos y no se excluye a la persona que vive con diabetes”, consideró Segundo.
Pararse en el puesto de tacos, beber refresco a la hora de la comida, hacerle el feo a las verduras y preferir no hacer ejercicio con el firme argumento de “estoy bien, para qué preocuparme si no siento nada”, tampoco lo libra del riesgo.
“El ‘no sentir nada’ se vuelve un problema, pues en un principio la diabetes no da síntomas, sino que los síntomas se manifiestan cuando ya hay complicaciones y la diabetes tipo 2 ha dañado el funcionamiento de otros órganos”, agregó la educadora de la FMD.
De hecho, de cada dos personas que se calcula tienen diabetes, una no lo sabe porque “no siente nada”, menciona Segundo.

Aceptar la enfermedad
Si bien aceptar que un familiar tiene DT2 es complicado, asumir una postura activa y propositiva requiere del apoyo de un profesional médico, idealmente un educador o educadora en diabetes, pues son ellos quienes ayudan a las familias a entrar en esa conciencia.
“Está  demostrado que las personas en buen control metabólico (de su diabetes) pueden tener una expectativa de vida igual a las que no tienen diabetes.
Y se tienen evidencias de que si educamos al paciente en comer mejor y moverse más, su vida será buena”, insistió Aguilar Tlapale.
Si el médico con quien trata su diabetes no le ha proporcionado orientación suficiente para manejar su enfermedad o la de un familiar, puede preguntarle dónde puede encontrar un educador en diabetes, coincidieron las especialistas.
“La mayor parte de las personas que tienen alguna complicación no tuvieron acceso a esta parte de educación, pero cuando llegan a tenerla realmente es un cambio de vida impresionante”, comentó Aguilar Tlapale.
“En pocos espacios se está abordando la enfermedad de manera disciplinaria, con un psicólogo o educador en diabetes que explique al paciente y la familia lo que están viviendo, la mayoría se concentra sólo en controlar el nivel de azúcar y que el resto lo haga el paciente como pueda”, consideró Segundo.
“El cambio de hábitos es un esfuerzo lento y paulatino, tenemos que ir cambiando hábito por hábito (una cosa a la vez) para que el cambio sea persistente y se involucre toda la familia”, concluyó la educadora de la FMD.
En la atención a esta enfermedad también es necesario involucrar a la familia, explica Enrique Caballero, director de la Iniciativa de Diabetes para Latinos en el Centro de Diabetes Joslin.
“La diabetes es una enfermedad familiar no personal, es importante que el cambio de hábitos del paciente sea al igual para cada miembro del hogar.
“De esta manera, se sentirá acompañado y se puede disminuir el riesgo de que otro integrante de la familia padezca la enfermedad”, recomienda.
Con información de Alejandra Reyes.

¿Herencia ineludible?
Los genes SLC16A11 y HNF1A que predisponen a padecer diabetes tipo 2 tienen alta prevalencia entre los mexicanos.
Así lo revelan estudios realizados por científicos de la UNAM, el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, así como el Instituto Broad, en Estados Unidos.
Los especialistas revisaron el genoma de 8 mil 200 personas de diversas regiones de México, así como latinos en los Estados Unidos con ascendencia mexicana para identificar las variantes genéticas que dan origen a la enfermedad crónica.
Carlos Aguilar Salinas investigador del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición, explica que los portadores de SLC16A11 tienen 25 por ciento más posibilidad de padecer diabetes, y el riesgo crece 50 por ciento en quienes lo han heredado de ambos padres.
Detalla que el gen SLC16A11 regula la concentración de ciertas grasas en el interior de la célula. Se agregan lípidos en los tejidos en donde habitualmente no se acumula grasa.
En cuanto al gen HNF1A, aunque es mucho menos frecuente, éste incrementa en 500 por ciento las posibilidades de una persona a padecer diabetes. Si una persona lleva una vida sana, hace ejercicio y se alimenta bien, sus probabilidades de desarrollar la enfermedad disminuyen  drásticamente, aclaró, pero pese a ese estilo de vida, siempre existe el riesgo de que en algún momento de su vida pueda padecerla, aclaró.

De la educación a la acción
Estos son algunos beneficios de poner en acción lo que científicamente está comprobado:
-Personas que hacen ejercicio requieren menos medicamentos
-Cambiar la alimentación reduce en 20 por ciento el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2
-Personas que controlan su diabetes los primeros cinco años después del diagnóstico reducen a la mitad el riesgo de complicaciones

Pasos hacia la conciencia
Ana Laura Segundo sugiere que en las familias en las que alguien tiene diabetes se revisen estos  puntos en cada uno de los integrantes.

1.- ¿Cómo está mi alimentación? ¿Cuántas veces como al día?
Personas que no desayunan tienen 21 por ciento más de riesgo de desarrollar diabetes.
2.- ¿Cuánto ejercicio hago?
Un mínimo de 30 minutos diarios de ejercicio reduce el riesgo de padecer diabetes.
3.-¿Cómo me sentí cuando diagnosticaron a mi familiar con diabetes?
Malestar emocional puede orillar a las personas a comer de más o de menos.
4.- ¿Cuántas horas duermo? ¿Mi sueño es reparador?
No dormir ocho horas al día se relaciona con el riesgo de desarrollar obesidad y diabetes.

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