César Camacho alza los brazos y aplaude. Traza un círculo a la mitad del salón de plenos donde los diputados priistas, los del Partido Verde, los de Nueva Alianza y los de Encuentro Social también festejan, silban, se abrazan, levantan los brazos y aplauden.
Se saben victoriosos: de 283 propuestas de modificación al Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación 2016 (PEF), los priistas y sus aliados desecharon todas, menos una: la que ellos mismos promovieron.
En la esquina de la izquierda, los diputados de Morena, autores de 141 reservas, toman asiento y se hunden, impotentes, en sus curules. A la derecha, los panistas, alegres, ruidosos -como si ellos hubieran ganado- se ponen de espaldas a la tribuna, se juntan y comienzan a posar para las selfies.
Algunos perredistas, los menos, se confunden con los morenistas, y otros, más cerca de las curules de los priistas, también aplauden. Son las 9:43 horas del viernes 13 de noviembre, han pasado 11 horas y 53 minutos de discusión, han subido a tribuna 119 oradores y el Presupuesto de Egresos por fin está aprobado. 
“Se levanta la sesión y se cita para la que tendrá lugar el miércoles 18 de noviembre de 2015 a las 11 horas”, anuncia el presidente de la Cámara baja, el perredista Jesús Zambrano.
“¿Cuándo? ¡No se oye!”, le responde en coro una turba feliz que se receta un puente largo de viernes, sábado, domingo, lunes y martes.
Es posible que alguien piense que los legisladores se merecen el asueto. Muchos no han dormido nada. La sesión ordinaria comenzó el jueves por la mañana, hubo un receso a las 14:16 horas, se reanudó a las 21:34 y acabó ayer por la mañana. Veinticuatro horas sin dormir, es un tirón por el que, según un estudio de The Journal of Neuroscience, en la mente hay una pérdida de contacto con la realidad, alucinaciones y delirios. Pero no con los diputados, ellos han discutido y aprobado el gasto del Gobierno federal para el próximo año.
Afirmar que debatieron es un decir. En realidad fue una serie de discursos donde la oposición proponía modificaciones, y los priistas y sus aliados -incluso con apoyo del PAN- levantaban la mano para desecharlas. La única forma de ganar era suplicar la piedad de los priistas o que éstos se durmieran. Si no puedes con el enemigo, desvélalo, pero ni así.
Los priistas eran tantos que hasta se turnaban para dormir. Salían del salón de plenos, cruzaban los pasillos hacia el Edificio H y más tarde volvían, como nuevos. Otros dormían en sus curules. A las cuatro de la madrugada, Jorge Estefan Chidiac, secretario de la Comisión de Presupuesto, bostezaba, se picaba la nariz con el dedo, mientras en tribuna el morenista Rogerio Castro Vázquez pedía combatir la corrupción y otorgar más recursos para el campo.
Veinte minutos después, Estefan Chidiac ya estaba durmiendo y alguien lo sacudió: Priista, despiértate y vota. Casi a las cuatro y media de la mañana, el panista Gustavo Madero subió a tribuna, sujetó el micrófono y espetó a los priistas: “Qué vergonzante papel están desempeñando, la verdad. Simulación patética. Planearon hasta el horario para que la gente se canse, para que no vea esta discusión. A estas horas, la gente está dormida y luego viene el Buen Fin y luego viene el puente y ya nadie va a pelar lo que aquí pasó”.
Y los del tricolor y sus aliados como si nada, salvo algunas risas, salvo un “apúrate” o un quitar la vista del celular por un momento. Cuando Madero lamentó que era un triste fin en el que bateaban todas las propuestas sobre transparencia, los priistas se quitaron la modorra y apalearon al ex dirigente del blanquiazul: “¡Quiere su moche, quiere su moche!”.
No es que no hubiera razones para el debate, es que no importaban. Importaba asegurar mayoría. Si la sesión comenzó con 486 de los 500 diputados, pasadas las cuatro de la mañana no había más de 250, sobre todo priistas que ni se emplean a fondo.
Camacho se fue hasta la entrada con Enrique Jackson. Se rieron, bostezaron, se estiraron y en el momento preciso levantaron la mano, casi distraídos. “¡Se desecha!”, repetía Zambrano. Una frase que el perredista expresó 282 veces.
Laura Esquivel, de Morena, dejó a un lado su tejido y pasó a la tribuna para lanzar una pregunta: “¿Quién de aquí es mexicano?”. Es el único momento en el que  priistas, verdes y algunos panistas y perredistas detuvieron la cargada. Pero la pregunta era retórica y como todo –la sesión, los discursos, las acusaciones, la mala dicción de los morenistas y hasta su demagogia–, no sirvió para nada.
La mayoría PRI-PVEM-Panal-PES bateaba todos las objeciones. Bateaban y bostezaban sus diputados. Así hasta las 9:24 horas de ayer, cuando Zambrano anunció que venía la última oradora, la panista Gretel Culin Jaime. Para entonces ya habían regresado la mayoría de los legisladores al pleno y ovacionaron el fin de la jornada.
Miguel Salim llevó a su compañera del brazo hasta la tribuna, como un chambelán, feliz. Gretel subía para pedir reasignar mil millones de pesos para turismo, pero la interrumpió un coro que surgía del centro del salón hacia la derecha, viendo el reloj y contando el tiempo que faltaba para que la panista agotara sus tres minutos al micrófono: “Cinco, cuatro, tres, dos.”.
“Permitan, compañeras y compañeros diputados”, pidió Zambrano, ya ronco a esa hora de la mañana. Culin Jaime terminó su participación y priistas, verdes y los panistas le aplaudieron.
“Quedó claro que le aplaudieron porque había terminado, no porque la iban a apoyar”, dice sonriente Zambrano, quien somete a votación el Presupuesto de Egresos para el último bateo de la jornada. Resultado: 306 votos a favor, 165 en contra, una abstención.
“¿No es aburrido ganar así?”, se le pregunta a César Camacho. El jefe de la bancada priista lo niega entre la carretada final de aplausos. La democracia suele ser así.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *