Militares patrullando las calles. El centro semidesierto, el metro sellado. Y una sensación de ciudad sonámbula, temerosa, pávida: museos, teatros, cines y comercios cerrados a cal y canto, conciertos suspendidos, fin de semana sin deporte profesional y una procesión de hombres armados a las puertas de los hoteles, en las iglesias, hasta en restaurantes de comida rápida.
No es una estampa costumbrista de una ciudad de Oriente Próximo en pleno conflicto: la capital de Europa y sede de la OTAN, Bruselas, amaneció este sábado en máxima alerta por el “riesgo inminente” de ataques terroristas. El primer ministro belga, Charles Michel, alertó del riesgo de un atentado similar al de París por parte de “diversas personas, con armas y explosivos, quizá en diferentes lugares a la vez”.
A la estela de París, la escalada de temor impacta de lleno en Bruselas, una ciudad conectada con los atentados del 11-M de Madrid y con los recientes ataques terroristas en la capital francesa a través del modesto barrio de Molenbeek. Ese pequeño distrito bruselense, con aire desangelado, es el lugar de Europa donde proporcionalmente más gente se ha unido al Estado Islámico para combatir en Siria; de allí salieron terroristas hacia España y Francia en esos trágicos atentados, y en otros como los de Charlie Hebdo.
Con los riesgos asociados a Molenbeek cada vez más a flor de piel, el Gobierno belga decretó el nivel de máxima alerta por terrorismo. Bélgica teme una réplica de los ataques de París: el peligro “es serio e inminente”, apuntó ante las cámaras Charles Michel.
Las autoridades cerraron el metro y redujeron a la mínima expresión el transporte público, recomendaron el cierre de centros comerciales y la cancelación de eventos deportivos y culturales. Y aconsejaron a los bruselenses que evitaran las aglomeraciones por su propia seguridad.
La ciudad obedeció. Bruselas se vació, especialmente en el siempre bullicioso centro, tomado por la policía y más de un millar de militares armados.
El Ejército cerró algunas calles con camiones y otros vehículos ligeros, que daban un aspecto impactante al paisaje urbano habitual de una gran capital europea. Ante la amenaza latente de un posible atentado, las constantes vitales de la ciudad están bajo mínimos: algunas de las arterias comerciales permanecieron semidesiertas; por el centro deambulaban básicamente turistas sin museos, tiendas o teatros adonde ir.
“No hay casi nadie básicamente por miedo, por esta multitud de policía y cámaras de televisión y puede que también por la lluvia helada de hoy”, decía el dueño de una tienda junto a la archifamosa Grand Place. “Llevamos días así”, apuntaba un vecino de Molenbeek visiblemente hastiado por la presión mediática.
El primer ministro optó por dar el aviso y ahorrarse detalles. Michel instó a la población a “permanecer vigilante” sin caer en el “pánico” —difícil combinación—, y apenas ofreció explicaciones adicionales.
LA RUTA YIHADISTA
Honduras investiga si una mujer siria interceptada con dos paquistaníes está vinculada a cinco de sus compatriotas arrestados por documentos robados en Grecia.
La Unión Europea prometió reforzar la vasta frontera externa del bloque para evitar el ingreso de más extremistas violentos.
Barack Obama prometió que los extremistas islámicos no encontrarán refugio seguro en ninguna parte, al tiempo que el líder de la musulmana Malasia calificó al grupo Estado Islámico como una “nueva maldad” que ha blasfemado la religión y llamó a los líderes mundiales a confrontarlo.
Estado Islámico se declaró responsable del ataque a una mezquita chií al sur de Bagdad tras las oraciones del viernes, que dejó un saldo de 10 muertos. La declaración del EI que hicieron circular sus partidarios por internet menciona un ataque suicida. Las autoridades iraquíes dicen que el ataque en el interior del edificio se produjo minutos después de la explosión de un artefacto colocado en la calle.