Sara vivió los últimos 38 años con la duda sobre el sexo de la criatura a la que había dado a luz durante su detención bajo la dictadura militar de 1976-1983, y que sus captores le arrebataron.
La incógnita quedó revelada este martes cuando ambos se reencontraron poco antes de que Abuelas de Plaza de Mayo oficializara a Mario Bravo como el nieto recuperado número 119.
“Es hermosa como yo”, dijo Bravo en rueda de prensa en la sede de la organización. “El encuentro fue muy lindo, emotivo. Se mueven muchas cosas”, describió.
Sara, cuyo apellido no se dio a conocer por decisión de ella, es uno de los pocos casos de mujeres embarazadas cautivas que sobrevivieron luego de dar a luz en centros de detención de la dictadura. Según ha determinado la justicia, las Fuerzas Armadas ejecutaron un plan sistemático que consistía en mantener a las mujeres vivas hasta dar a luz. Luego eran asesinadas, mientras que sus hijos entregados a familias que los inscribían como propios.
“Estas cosas no pasan por milagro ni tampoco magia. Pasa porque hay un pueblo, el argentino, que en paz y sin violencia, va recorriendo este camino”, destacó Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas. La dirigente confirmó que es el quinto caso de una madre sobreviviente de la dictadura que se reencontró con su hijo.
La mujer no quiso participar de la conferencia de prensa. “Ella prefiere estar tranquila”, explicó su hijo.
Según Abuelas, Sara no tenía militancia política cuando fue detenida en julio de 1975 en la provincia de Tucumán, a 1,312 kilómetros al norte de Buenos Aires, que en ese entonces era epicentro de un operativo del ejército para reprimir a grupos guerrilleros radicados en esa zona durante el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón, viuda del presidente Juan Domingo Perón.
La mujer permaneció detenida ilegalmente tras el golpe de Estado de marzo de 1976. Entre mayo y junio de ese año dio a luz y meses después recuperó la libertad.
No se informó sobre la identidad del padre de Bravo.
Bravo, por su parte, fue entregado en adopción ilegal a una pareja de un pequeño poblado de la provincia de Santa Fe, a unos 700 kilómetros al este de Tucumán, que lo inscribió como propio bajo su actual identidad.
“Mis padres fueron totalmente engañados. Venían de perder una hija de seis meses, le trajeron un hijo adoptado. En los pueblos no se sabían esas cosas. No reniego de esa vida”, dijo Bravo. Sus padres adoptivos fallecieron.
El nieto recuperado no adelantó si cambiará su identidad.
Por miedo a las represalias, Sara, madre de otros seis hijos, inició recién en 2004 la búsqueda de la criatura que había tenido cuando estaba presa. Bravo a su vez se puso en contacto con Abuelas a principios de este año ya que tenía dudas sobre su verdadera identidad y aceptó someterse a una prueba de ADN que fue cotejada con las muestras del Banco Nacional de Datos Genéticos.
“Mi mamá me dijo que me hablaba mucho en su panza. Le dije que había hecho mucho. Faltó un ratito nomás pero hizo lo más importante: buscarme”, aseveró Bravo.
Según Abuelas de Plaza de Mayo, un total de 500 niños fueron separados de sus madres cautivas durante la dictadura.

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