Saquémonos esto de en medio primero: pese a lo que quizás haya escuchado, el iPhone no está muriendo. Y tampoco Apple, por extensión.

Es cierto que en su informe de ingresos de este martes, luego de semanas de especulación de Wall Street en el sentido de que las ventas del iPhone finalmente alcanzarían un máximo, Apple confirmó la noticia: las ventas del iPhone crecieron a su tasa más baja histórica durante el último trimestre. Y la compañía proyectó ventas totales por hasta 53,000 millones de dólares en el actual trimestre que termina en marzo, lo que significaría una caída de 8.6 por ciento respecto al año pasado y la primera caída en los ingresos de Apple en más de una década.

Pero si Apple actualmente está alcanzando una meseta, es importante recordar que es una de las mesetas más altas en la historia de los negocios. Los 18,400 millones de dólares en ganancias que Apple informó este martes constituyen las ganancias más altas que cualquier empresa haya ganado en un solo trimestre.

Es necesario empezar con estas explicaciones porque la gente tiende a reaccionar fuertemente, casi con furia, ante cualquier sugerencia de debilidad de Apple. Como los pepinillos, el cilantro y Ted Cruz, Apple inspira opiniones extremas. Los dudosos ahora están en ascenso. El precio de las acciones de Apple ha caído más de 11 por ciento durante el último año, en marcado contraste con los otros cuatro gigantes tecnológicos estadounidenses.

Entonces, esta columna intentará hacer algo complicado: explorar qué está afectando a Apple sin perder el control. Y luego de hablar con varios observadores que vigilan la compañía muy de cerca, a continuación mi fría opinión: a Apple le está yendo bastante bien.

¿Podría hacer mejor algunas cosas? Seguro. ¿Algunos de sus problemas son urgentes? No particularmente, y hasta donde podemos decir, está trabajando para solucionar muchas de sus deficiencias. ¿Enfrenta amenazas existenciales? Sí, pero no más que cualquier otro gigante tecnológico. ¿Seguirá siendo una presencia desproporcionada en la industria tecnológica en los próximos años, generando ganancias a una escala inigualable por ninguna otra corporación? Casi por seguro.

“No me preocupa Apple en 2015 ni en 2016”, dice Ben Thompson, un analista que maneja la página Stratechery y que en una columna reciente cuestionó el futuro lejano de Apple. “Estoy pensando en el arco de Apple desde 1976 hasta el Apple de 2046. La era del iPhone ha sido el pináculo de todo lo que Apple hace mejor. Cualquier que tema por Apple en este momento la está sobreestimando totalmente. Pero si vemos en 10 o 20 años, cada una de las ventajas de Apple empieza a desvanecerse”, señala.

Un poco más adelante hablaré sobre esas preocupaciones de largo plazo, pero empecemos con el presente. En este momento, el problema más grande de Apple es su propio éxito. El iPhone cumple nueve este año; el iPad cumple seis. Estos equipos han hecho que Apple sea la compañía más valiosa del mundo (hasta que la supere Alphabet, la empresa matriz de Google, cosa que podría pasar pronto).

El negocio de teléfonos iPhone de Apple actualmente es tan enorme que suena casi fantástico: Apple obtiene más ingresos del iPhone (aproximadamente 154,000 millones de dólares en el último año fiscal) que lo que generan Amazon, Facebook, Google, Microsoft, Hewlett-Packard o IBM con todas sus operaciones. Dos tercios de los países del mundo tienen productos brutos internos más chicos que las ventas anuales del iPhone.

No obstante, el propio dominio del no tan joven imperio móvil de Apple inspira dudas sobre su futuro. Cuanto más viejo se vuelve el iPhone, más duro tiene que trabajar Apple para superar sus hitos previos y más vulnerable parece a alguna sorpresa tecnológica fatal.

La crítica principal al desempeño reciente de Apple es que está haciendo muchas cosas y, como resultado, que la calidad general de sus producto ha caído. Relacionada con esto es la noción de que Apple ha perdido parte de su magia innovadora y de diseño. Ha sacado un número inusual de funciones y productos que no han emocionado a los críticos. Tal como lo puso Gizmodo en un titular que resumió 2015, “Todo lo que Apple sacó este año como que fue pésimo”.

Apple todavía hace cosas nuevas dignas de valoración, pero puedo entender la frustración de Gizmodo. El Apple Watch es una obra inconclusa. Apple Music y Apple News se sienten raros, mucho menos placenteros que las aplicaciones especiales para “streaming” de música y noticias que desde hace mucho han estado disponibles en la tienda de aplicaciones (como Spotify y Flipboard). La Apple TV ofrece poco que no se puede encontrar en otros equipos, y su control remoto es históricamente poco amigable. Y el “3D Touch” y “Live Photos”, las nuevas funciones del iPhone más reciente, son buenas pero no innovadoras.

Pero hay algo que vale la pena recordar sobre cada una de estas críticas. Son quejas de los amantes de la tecnología, y no necesariamente reflejan las percepciones de los consumidores convencionales respecto a los productos de Apple.

“La mayoría de los críticos son gente que pasa casi todo su tiempo en este mundo de análisis de Apple, así que por supuesto que son extremadamente sensibles con sus equipos”, dice Horace Dediu, integrante del laboratorio de ideas Instituto Clayton Christensen y analista de Apple en su página Asymco.

Dediu señala que los datos sobre el nivel de satisfacción de los clientes muestran continuo amor por todo lo que vende Apple. Casi todos los que han comprado un Apple Watch lo adoran. Lo mismo pasa con los iPhone y las iPad. Los registros de congelamiento del sistema de Apple muestran que su software no se está volviendo más defectuoso, contrariamente a lo que pudieran pensar usuarios frecuentes. “Y la gente tiene memoria corta; olvida que el primer iPhone también estaba lleno de fallas, que antes las cosas no eran perfectas”, destaca.

Dediu forma parte de un coro de analistas que sostienen que el iPhone está lejos de haber alcanzado su clímax. Con mejoras graduales en la interfase y capacidades del equipo, Apple puede agregar más que suficiente para hacer que la gente siga enganchada con sus equipos. La empresa dice que el pico actual en ventas es un “pico localizado”; un bache desde el que Apple pronto emergerá. En un artículo publicado el otoño pasado, hice eco de esta teoría de que el iPhone no puede perder; lo mismo ha hecho Thompson.

Pero si el crecimiento continuo suena a ilusión, hay otro camino para que Apple prospere incluso si las ventas del iPhone efectivamente topan con pared: sacar más dinero a cada teléfono. En una nota enviada a sus clientes el otoño pasado, analistas de Goldman Sachs sugirieron que con un número cada vez más amplio de servicios de suscripción incorporados en el iPhone, Apple podría empezar a cosechar una enorme cuota mensual de sus usuarios, lo que según dijo constituía “la base instalada más lucrativa del mundo”. 

Es un argumento que los ejecutivos de Apple están empezando a vociferar fuerte. Tim Cook, director ejecutivo de Apple, dijo durante el informe de ingresos del martes que la popularidad del iPhone confería a la compañía una “base duradera”.

El ecosistema de Apple es tan pegajoso que la gente tiende a ir en tropel a sus servicios incluso cuando hay mejores productos en el mercado. Pese a no ser fanático de este servicio, diez millones de personas se han suscrito a Apple Music durante sus primeros seis meses.

Dadas todas estas opciones para acuñar lingotes con el iPhone, las preocupaciones más alarmantes para Apple no tienen que ver con el presente. Tienen que ver con el futuro más allá del horizonte, y son necesariamente especulativas.

La pregunta básica es esta: ¿Los equipos físicos tendrán más importancia en el futuro que la que tienen ahora? Si las computadoras se parecen más a las máquinas de la película “Her” (computadoras ambientales etéreas que existen en la nube, que responden a nuestra voz y nuestro cuerpo, anticipando nuestros deseos), ¿entonces qué le pasará a Apple? Estamos hablando de una compañía cuya completa existencia depende del aprecio cultural a cosas físicas. ¿Puede prosperar en una era de computación ambiental?

Son preguntas interesantes a plantear. Sostuve una larga conversación con Thompson sobre estas ideas, y sobre las aparentes debilidades de Apple: sobre cómo no es buena con la inteligencia artificial y reconocimiento de voz como Google; sobre cómo carece de la infraestructura en la nube que Amazon ha formado y, lo más importante, sobre cómo toda su cultura corporativa apunta a hacer cosas reales, lo que podría limitar su capacidad para crear servicios fantásticos en Internet.

Pero ultimadamente, la discusión pareció académica. Parece obvio que conforme el mundo tecnológico cambie a su alrededor durante la próxima década, Apple va a necesitar reinventarse. Pero lo mismo para todos los demás. Eso es exactamente lo que hay que hacer en esta industria.

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