Nicholas Carr estudió Literatura en las universidades Dartmouth y Harvard y le pasó lo peor que le puede pasar a un lector voraz: de pronto, era incapaz de leer novelas. Le costaba concentrarse, la cabeza se iba volando a otros asuntos, cada dos o tres páginas estaba en otro sitio. ¿Qué le pasaba? Las redes sociales, descubrió, estaban jugándole una mala pasada: acababan con su concentración y llenaban su cabeza de pajaritos haciendo tuit, tuit.

Inspirado en su propio caso, Carr escribió “Superficiales, ¿qué está haciendo Internet con nuestras mentes?”. El libro, que redactó en un exilio voluntario en una apacible cabaña de Colorado (sin conexión a Internet, claro) y que trataba sobre la pérdida de atención y la superficialidad a la que nos avocan las redes, se publicó en 2010. Las cosas a este lado de las pantallas no parecen haber mejorado.

A todos nos pasa, la conexión constante nos hace tener una vida fragmentada que no se sabe si transcurre aquí o allá o acullá, donde alguien hace un like, un retuit, o una proposición indecente vía Tinder o Grindr.

El físico Alfons Cornellá llamó a este fenómeno infoxicación (intoxicación informativa) y sería muy sano utilizar las redes con un poco de cordura.

Recuperar la cabeza

Desinfoxicarse un poco es aprovechar todo ese tiempo de nuestra vida que tiramos por el desagüe digital.

Un estudio de IAB (la asociación que representa a la publicidad en medios digitales en España) publicado a principios de 2015 señala que pasamos aproximadamente 14 horas la semana en las redes sociales, casi 57 horas al mes.

Las actividades que más se realizan son mirar lo que hacen nuestros contactos (en un 66% de los encuestados), ver vídeos o escuchar música (en un 58%) o enviar mensajes (en un 52%).

“En momentos como los debates políticos, pero también los partidos de fútbol u otros eventos, se hace evidente la necesidad que tenemos de estar conectados. Yo una vez me propuse estar un día sin móvil y lo cierto es que lo pasé mal: me inventaba excusas para usarlo. Por ejemplo, mirar el WhatsApp para ver que mi familia estaba bien”, dice Lucía Taboada, autora del libro “#Hiperconectados”. Taboada reconoce las indudables ventajas que Internet nos ha traído, pero también pone el ojo en los inconvenientes.

“Perdemos más el tiempo y estamos más distraídos. A veces pienso que me habría sido imposible estudiar en la Universidad si hubiera tenido a mano Twitter, Facebook, Instagram, etc. Ver una película entera sin revisar el móvil es toda una hazaña”.

Recuperar horas perdidas

El mal uso de las redes sociales puede provocar descuido de las tareas y menor rendimiento académico o laboral, reacciones con irritación al ser interrumpido, abandono de otros hobbies y actividades o aislamiento social, según explica la psicóloga Alicia López de Fez.

“Internet podría estar readiestrando nuestros cerebros para recibir información de manera muy rápida y en pequeñas porciones, por lo que estaríamos perdiendo nuestra capacidad para mantener la concentración sostenida durante un periodo largo de tiempo”, apunta.

Para ayudarnos a tomar conciencia de lo que hemos dejado de hacer y que tal vez nos gustaría retomar, López de Fez recomienda “elaborar un inventario de las actividades que hemos abandonado debido a las redes sociales”.

Imaginemos todo lo que podríamos hacer con 14 horas disponibles a la semana organizándonos un poco. Por ejemplo, ir al gimnasio tres veces, en sesiones de dos horas que, ya saben, además de fortalecer el cuerpo produce sustancias en nuestro cerebro que reducen la ansiedad y mejoran el humor. En el tiempo restante podríamos ir a otras tres clases de escritura creativa, cerámica o perfeccionamiento del inglés. En esos pequeños ratos libres en los que nos enganchamos a las redes (viajes en metro, esperas en la consulta del médico o en el supermercado) podríamos aprovechar para lo que se hacía antes en estos resquicios: leer. Probablemente, terminaríamos un libro de tamaño medio cada semana. Y si cuando ustedes salen a la calle miran lo que pasa alrededor en vez de enchufarse al móvil, tal vez lleguen a una mejor comprensión de sí mismos, sus congéneres, la mente y el Universo.

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