En un edificio industrial poco iluminado en Hong Kong, cientos de libros envueltos en papel café se apilan en plataformas de transporte. Los libros contienen relatos de sexo, corrupción y asesinato que harían sonrojar al más curtido lector de novelas románticas picantes.
Pero estas obras, que mezclan rumores, especulaciones y ficción declarada, narran historias sobre la élite de China. Un libro, titulado “Las ocho historias de amor del secretario general”, asegura que el presidente Xi Jinping ha tenido otros tantos amoríos, uno de ellos con una locutora de televisión. Otro dice que la esposa de Xi, irritada por su aventura, le quitó el poder a su marido.
En Hong Kong, Macao y Taiwán, estos libros son frutos prohibidos, buscados ansiosamente por los viajeros de la China continental que quieren aunque sea las migajas más pequeñas de chismes sobre la vida de sus dirigentes.
Esos títulos son un extraño testimonio del éxito que ha tenido la supresión de la libertad de expresión. Los libros están prohibidos en la China continental, donde su mera posesión puede hacer que el individuo acabe en los separos de interrogación de la policía.
Pero los editores de Hong Kong, que tiene un sistema legal aparte del de China continental, han convertido esos títulos ilícitos en un lucrativo negocio.
Los órganos de propaganda del partido, por ejemplo, presentan incansablemente a Xi y a su esposa como una amorosa pareja. Y mientras más se proclama la historia de amor de Xi en los medios oficiales, “más quieren ojear este libro que supuestamente habla de lo que realmente sucede a puertas cerradas”, señala Jeffrey Wasserstrom, profesor de historia china en la universidad de California-Irvine.
Pero ahora los editores están atrapados en un suspenso de la vida real.
Desde octubre han desaparecido cinco socios de Mighty Current Media, que distribuye los dos libros sobre la familia Xi. Uno de los socios es un ciudadano británico que fue visto por última vez en Hong Kong el 30 de diciembre. La policía china confirmó semanas después que estaba en el continente.
El director y propietario de Mighty Current, Gui Minhai, ciudadano sueco, también desapareció. Tres meses después resurgió en la televisión oficial china, declarando que había abandonado voluntariamente su vida en un centro de recreo de Tailandia y regresado a China continental para enfrentar su castigo por un accidente fatal ocurrido en 2003 por estar en estado de ebriedad.
Otros tres libreros que fueron vistos por última vez en el sur de China ahora están detenidos por la policía en el continente, acusados de haber participado en “actividades ilegales”, declaró recientemente el gobierno de Hong Kong. Esas actividades están relacionadas con un caso que implica a “una persona de apellido Gui”.
La dirigencia de Hong Kong ha estado tratando de calmar los temores de los residentes que exigen respuestas, al tiempo que apacigua a sus jefes máximos de Pekín.
A lo largo de todo esto, Beijing ha guardado silencio, lo que refuerza la intriga.
Todavía no se sabe el motivo preciso de las desapariciones. Varias figuras destacadas de la industria y un político que suele negociar con funcionarios del continente aseguran lo más probable es que los editores hayan sido desaparecidos por funcionarios de seguridad empeñados en proteger la reputación de Xi.
“Ellos no tienen escrúpulos cuando se trata de mantener la reputación de Xi”, afirmó Ho Pin, para ellos simples rumores obscenos.
“Por desgracia, la gente en China no goza de esta libertad de expresión”, asegura Tienchi Martin Liao, ex presidente del Centro Pen de China, asociación independiente de escritores. “Pero algunos que están fuera de China abusan de esa libertad de expresión y Gui Minhai es uno de ellos.”
PORTADAS QUE DESLUMBRAN
El modelo de negocios de este grupo de editores _ Mighty Current, Mirror y Ha Fai Yi Publication _ es bastante básico.
Los libros en rústica se imprimen con una encuadernación muy barata y se venden hasta en 20 dólares el ejemplar. Los títulos dominan los puestos y librerías dedicados a los visitantes de la China continental en Hong Kong, Singapur y Taipéi, especialmente en los aeropuertos.
Por lo general tienen portadas impresionantes. En el libro de Mighty Current sobre Peng Liyuan, la esposa de Xi, el editor sobrepuso el rostro de ella en un retrato de la emperatriz viuda Cixi, la formidable gobernante de China en los días postreros de la última dinastía imperial.
Mighty Current, la compañía de Gui, es con mucho la editora más prolífica de este género de insinuaciones e intrigas políticas; según la mayoría de los cálculos, tiene más de la mitad de tales títulos.
A pesar de la desaparición de todos los miembros de la administración, la compañía sigue despachando libros. En el almacén de Mighty Current, recientemente un joven operaba un montacargas, llevando 500 libros para su envío. Su valor al menudeo es unos 9,000 dólares.
Gui ayudó a fundar Mighty Current en 2012. Dos años después, la compañía editora adquirió uno de los principales centros de distribución de libros sobre política china, Causeway Bay Books. Cinco semanas después de que desapareciera el ciudadano británico que era editor de Michty Current, la tienda cerró sus puertas.
LOS EDITORES EMPIEZAN A DESAPARECER
Los signos de advertencia de que había problemas en la industria aparecieron hace años.
Cuando Xi se preparaba para asumir el control del Partido Comunista Chino en 2012, el gobierno inició una campaña para reprimir la circulación de esos libros políticos en el continente. Por todo el país, desde Mongola Interior en el norte hasta Cantón en el sur, se emitieron reportes sobre la represión que estaba sufriendo la distribución de los libros de Hong Kong.
La difícil situación de los editores galvanizó a la gente en Hong Kong. El 10 de enero, miles de personas convergieron en la oficina de enlace del gobierno de Beijing en Hong Kong para protestar por las desapariciones. Una persona se ató con una cuerda de nylon roja con un nudo corredizo en un extremo, tapándose la boca con cinta para simbolizar la erosión de las libertades civiles en Hong Kong.
“En el pasado estábamos a salvo pues vivimos en Hong Kong y no en China”, declaró Agnes Chow, una de las dirigentes estudiantiles de las manifestaciones en favor de la democracia en 2014, en un video que publicó sobre las desapariciones. “Sentimos que Hong Kong ha dejado de ser Hong Kong.”
Los clientes siguen llegando a los pequeños puestos de libros y tiendas que se especializan en esos libros. En la terminal del transbordador Star en Kowloon, un vendedor de nombre Chan aseguró que vendía unos 15 libros a la semana.
Pero el enfriamiento de la industria es perceptible, si bien es sutil. Los nuevos títulos de Mighty Current se han secado. Los puestos de libros en la terminal de Star, que vendían esos libros hace todavía un mes, ya no los manejan. Chan comentó que “quizá simplemente se les agotaron”.
Una empleada de la Librería Popular, una de las tiendas más conocidas de libros prohibidos en Hong Kong, aseguró que el negocio no ha menguado con la desaparición de los socios de Mighty Current. Pero la empleada, que dijo llamarse Bi, señaló que muchos curiosos que entraban en la tienda parecían ser agentes de seguridad. Son fáciles de detectar, afirmó, “son altos y nunca compran nada”.
Bao Pu, editor de New Century Press, que publica libros más autorizados pero que también están prohibidos, comentó que, dadas todas las presiones, él podría cambiar de giro. Además de las desapariciones, el gobierno chino es propietario de las librerías más grandes de la ciudad, y estas venden muy pocos de los libros proscritos, si es que los manejan.
“Creo que básicamente esto ya se acabó”, concluyó Bao, fundador del Grupo Mirror Media, que tiene sede en Nueva York pero que también publica los libros de chismes en chino que se venden en Hong Kong. “Los que se llevaron a la gente de Mighty Current son de ese tipo.”
Para Hong Kong, lo que está en juego es más que las jugosas ventas de libros de bolsillo para leer en el avión. A muchos les preocupa que se profundice la influencia de la China continental en una ciudad donde las libertades civiles, en especial la de expresión y de reunión, están consagradas en la constitución.
“Esto quizá haya tenido un efecto escalofriante en la comunidad, en especial en el mundo de las publicaciones”, comentó P. Y. Lo, miembro del consejo de la Barra de Abogados de Hong Kong. “Esto no es una buena señal para nada.”
Las desapariciones también han puesto a los activistas chinos de los derechos humanos en la difícil posición de defender a editores cuyas obras constituyen .