Una semana después de los ataques terroristas en París, en noviembre pasado, Bachir B., guardia en el aeropuerto de Orly, al sur de París, fue llamado a la oficina del gerente. Bachir, musulmán devoto que usaba una gruesa barba conforme a su fe, recibió la orden de recortarse el pelo facial. Su jefe incluso se ofreció a comprarle una rasuradora como regalo de cumpleaños.
Aunque en ocasiones sus supervisores le habían señalado a Bachir que el código de la compañía requería que las patillas estuvieran “arregladas” y “cortas”, el guarda señaló que esa regla se había aplicado solo esporádicamente en el curso de los seis años que él llevaba trabajando para Securitas, compañía privada de seguridad. Pero esta vez, el gerente dejó en claro que el requerimiento se debía a “lo que está pasando en las noticias”, precisó Bachir, que pidió que no se revelara su apellido para proteger la privacidad de su familia.
Bachir se recortó la barba ese fin de semana. Pero afirma que su jefe lo envió a casa unos diez días después, alegando que no había cumplido con el código de la empresa. Poco después, Bachir recibió una carta registrada de Securitas en la que le anunciaron su despido.
Conciliar los preceptos religiosos de los musulmanes observantes con las normas laicas en el lugar de trabajo siempre ha sido un asunto delicado. La estricta separación legal de la vida civil y religiosa en Francia _ legado de la revolución francesa llamado laicismo _ desalienta formalmente la expresión religiosa en público, y en ciertas situaciones la prohíbe expresamente. Es un tipo de laicismo que coexiste con dificultad con las tradiciones islámicas, lo que hace que las negociaciones en el lugar de trabajo sobre las prácticas religiosas sean particularmente difíciles y dadas a malos entendidos.
Estas cuestiones se han vuelto más espinosas a raíz de la reciente oleada de actividad terrorista, en especial los ataques de noviembre en París, que dejaron 130 muertos. Con gran parte del país crispado, el gobierno francés adoptó un tono autoritario, otorgándole amplios poderes a la policía y reforzando el escrutinio de mezquitas, asociaciones islámicas e individuos. La sensación de incomodidad es particularmente palpable en las empresas que trabajan en áreas delicadas, como el transporte, la seguridad y la infraestructura.
Para complicar los conflictos en el lugar de trabajo, como el de Securitas, así como los reportes de tensiones en otras empresas grandes, muchos musulmanes se han vuelto más resueltos para combatir la estigmatización en el trabajo. Pero los gerentes y líderes sindicales aseguran que no están en posición de responder a las exigencias de los empleados en cuestiones como salas dedicadas a la oración y comedores sin carne de puerco, ya no digamos para detectar y combatir la radicalización genuina en el trabajo.
“Ahora estamos en una situación muy complicada”, afirma Philippe Humeau, investigador de InAgora, firma de consultoría especializada en la religión en el lugar de trabajo.
Si bien las reglas respecto de la religión en el lugar de trabajo son relativamente claras en Francia, hay preocupaciones más amplias que están en juego en todo el mundo, pues todos los países se enfrentan al aumento de las actividades terroristas. En Estados Unidos, la cuestión de la seguridad en el lugar de trabajo surgió a raíz de que un empleado radicalizado del departamento de Salud de California mató a 14 colegas en un ataque contra una fiesta de la oficina en San Bernardino en diciembre.
“La mayoría de las empresas no saben mucho acerca del islam”, señaló Humeau. Y en el clima actual, “estamos viendo que las empresas confunden la práctica religiosa estricta, que de por sí es difícil de aceptar en Francia, con la radicalización.”
El peligro es que las empresas, en su afán por proteger al personal y a los clientes, señalen injustamente a ciertos empleados.
Bachir está convencido de que fue despedido por el miedo de que su expresión religiosa lo convierta en una amenaza. Ya presentó una demanda por discriminación en contra de Securitas ante la fiscalía, donde está en proceso de revisión.
Él es uno de por lo menos media docena de guardias _ todos musulmanes de barba _ que han sido despedidos por Securitas desde los ataques de noviembre. Todos están refutando su despido ante un tribunal laboral.
Todos los despidos siguieron el mismo camino. A fines de noviembre, recibieron la misma advertencia por escrito, copia de la cual fue revisada por The New York Times. “El rostro debe estar bien rasurado, barba y bigote deben ser cortos, bien recortados y mantenidos”, señala la advertencia. Semanas después llegaron las cartas de despido. Las cartas hacían referencia a repetidas violaciones del código de vestir y algunas, como la de Bachir, mencionaban además otras infracciones, como ausencias y retardos sin justificar.
“Esa barba no creció de la noche a la mañana”, comenta Eric Moutet, el abogado que representa a los guardias despedidos. “¿Pero ahora de pronto es un problema? Claramente no es algo en su conducta lo que cambió, sino más bien es la forma en que están viendo ahora a estas personas.”
Securitas, que provee unos 400 agentes de seguridad al aeropuerto de Orly conforme a un contrato de varios años, y unos mil guardias más al aeropuerto Charles de Gaulle en París, no quiso hablar de estos despidos, diciendo que es un litigio pendiente. La compañía de seguridad indicó que la regla sobre las barbas, y los despidos consecuentes, se apegan a la ley. Como empresa privada que trabaja para clientes del sector público como el aeropuerto, Securitas dice que debe apegarse a las estrictas leyes francesas sobre el laicismo.
“Tenemos confianza”, declaró Michel Mathieu, jefe de operaciones de Securitas refiriéndose a los guardias de Orly. La compañía no ha acusado a los guardias de actividades ilegales, ni ha presentado evidencias de que hayan emprendido conductas radicales en el trabajo. Pero Mathieu precisó que los eventos recientes obligaron a Securitas a revisar su enfoque con respecto de toda forma de práctica religiosa en el lugar de trabajo.
Lo que algunos podrían considerar como prejuicio religioso declarado, para Mathieu es simplemente una necesidad para una empresa como Securitas, cuya misión es proteger de peligros, entre los que ahora está el terrorismo islámico. Los riesgos, advirtió, ya no son solamente abstractos. El año pasado, Securitas alertó a las autoridades francesas de cuatro agentes de seguridad que, a pesar del riguroso proceso de selección, en el que hay varias revisiones de antecedentes, fueron encontrados en posesión de propaganda yihadista en el trabajo.
“Las compañías francesas han sido afectadas por el fenómeno de la radicalización”, señaló Mathieu. “Tenemos que poder hablar de estas cosas.”
Religión, un problema para contratar personal en París
Luego de los ataques terroristas en Francia, ocurridos en noviembre del año pasado, algunas personas que practican ciertas religiones han perdido su empleo.