Canadá ha dado un paso más para acercarse a permitir que las personas enfermas que están cercanas a la muerte le pongan fin a su vida con ayuda de un médico.

Mediante una iniciativa de ley que se presentó este mes se permitiría que los médicos prescriban medicamentos para terminar la vida a canadienses que padezcan una enfermedad que cause “persistente sufrimiento físico o psicológico que les sea intolerable” y “cuya muerte natural se ha hecho razonablemente predecible”. Dos doctores deberán aprobar cada solicitud y el paciente deberá esperar 15 días para que puedan surtirle la receta.

La propuesta es similar a las leyes sobre la ayuda para morir en Oregón, el estado de Washington y Vermont, aunque en ellas se establece que se espere la muerte del paciente en seis meses. Esas leyes ofrecen a las personas con enfermedades terminales no solo un final al sufrimiento, sino, también, una forma de controlar el tiempo y la forma de su muerte.

Oregón fue el primer estado en Estados Unidos en legalizar la ayuda para morir con una ley que entró en vigor en 1997. Desde entonces, los críticos no han encontrado ninguna evidencia de coerción ni de ningún otro abuso. De hecho, cerca de un tercio de los pacientes en Oregón que recibieron el medicamento para terminar con su vida nunca lo usaron; algunas personas simplemente se sienten seguras al saber que van a poder terminar con su vida si así lo desean.

Algunos países europeos, como Suiza y Bélgica, permiten la ayuda para morir a personas que no son enfermas terminales. Los críticos de la propuesta canadienses argumentan que Canadá también debería permitir que las personas que están sufriendo sin ninguna perspectiva de alivio terminen con su vida aun cuando no presenten una condición terminal. Parecía que la Corte Suprema de Canadá apoyaba el principio cuando falló el año pasado que prohibir la ayuda médica al morir viola los derechos constitucionales “de los adultos competentes que están sufriendo intolerablemente como resultado de una condición médica dolorosa e irremediable”. Si se aprueba la iniciativa de ley sin modificaciones, es factible que se presenten recusaciones por ser demasiado limitada.

Desde el 2014, las iniciativas de ley sobre la ayuda para morir se han presentado en al menos 26 estados de Estados Unidos y en Washington, D.C. Si bien es importante brinda una opción humanitaria al moribundo, también es esencial que los legisladores se centren en la necesidad de proporcionar un acceso más amplio a los cuidados paliativos y la atención en hospicios para que los pacientes terminales no elijan la muerte porque el alivio del dolor no es asequible. Deben asegurar la capacitación de los doctores en la prescripción de medicamentos para terminar la vida y deben alentar a los organismos profesionales para que ofrezcan educación y apoyo para quienes quieran brindar esa ayuda. Y deberían hacer que exista un fondeo disponible para estudiar el efecto de estas leyes. 

Las experiencias de los estados de Oregón, Vermont y Washington muestran que esta opción, con las salvaguardas apropiadas, puede ofrecer a los enfermos terminales una medida de dignidad y control.

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