Cala el rayo del sol y hay que cruzar terrenos baldíos, pero los líderes por la educación comunitaria del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), cumplen con su trabajo.

Se trata de docentes no titulados, jóvenes que se lanzan a las comunidades más alejadas en los estados. Dejan su vida y comodidades en las ciudades para integrarse en las zonas de marginación que atiende el Conafe.

Éste se creó en septiembre de 1971 como un organismo público descentralizado de la Secretaría de Educación Pública (SEP). 

En nivel básico escolar, este servicio llega a más de 320 mil niñas y niños del país que registran altos y muy altos niveles de marginación y rezago social.

Los instructores comunitarios son jóvenes de entre 15 y 29 años de edad, que prestan su servicio social como figuras educativas por uno o dos años, y durante ese tiempo se instalan en la comunidad a cambio de una beca para continuar con sus estudios y un apoyo económico mensual durante la prestación del servicio.

Llega a más de 10 mil

En Guanajuato el sistema se divide en 9 regiones, según cifras del portal del Conafe; hasta agosto de 2015, la educación comunitaria llegaba a 10 mil 409 estudiantes de nivel básico.

León pertenece a la región número VIII, que además de este municipio atiende a Purísima, San Francisco del Rincón y Manuel Doblado. 

Desde hace 20 años el Conafe llegó a tierras leonesas y atiende 24 comunidades con programas de preescolar y primaria en comunidades como La Angostura, San Antonio del Gigante, Llano Grande, Santa Rosa de Lima y San Juan de Otates.

“Se trata de un sistema muy importante que nos permite atender a personitas con muy alto grado de marginación en lugares muy alejados; es el preescolar comunitario, alternativo, es sumamente importante y trabajamos de la mano con ellos”, dijo Eusebio Vega Pérez, secretario de Educación en la entidad.

›› De Tijuana a San Fernando 

Por la vieja salida a San Felipe uno encuentra el llamado rancho El Rodeo, en la comunidad de San Fernando. Ahí entre las casas está una primaria dirigida por Jéssica Celeste Huitrón Valdés.

Si uno no da en coche la gente, amable y sin temor, permite cruzar los patios de sus casas para llegar a la pequeña escuela que apenas consta de dos salones.

En uno de ellos, las mamás improvisaron una habitación para que Jéssica y otras jóvenes que la apoyan puedan dormir.

La joven maestra llegó a la comunidad en octubre pasado y poco a poco se ha integrado.

Las señoras le ayudan con los alimentos, ella regresa a León los viernes por la tarde para el sábado asistir a sus clases en la UCEM, donde cursa la carrera de Pedagogía.

La joven originaria de Tijuana, Baja California, radicó mucho tiempo en Ocampo y por la plaza de maestro de su papá se movió a León. 

“Dejas muchas cosas: a tu familia, la comodidad de tu casa, ahora sí que todo por venir a entregarte a los niños, se necesita de mucha vocación”, comentó.

Jéssica se acompaña de otra líder educativa que se encarga de los más pequeños, pues tienen alrededor de 20 estudiantes y una chica que se encarga de los requerimientos específicos en el grupo.

La líder educativa aseguró que pasar sus días en la comunidad vale la pena cuando se tiene vocación. 

“Por las tardes convivo con los pequeños y sus familias; la verdad en esta comunidad las carencias no son tan graves”, dijo.

“El chiste es integrarte con los niños, no tanto que se encariñen ellos por el tiempo, sino sentirte parte de; cuando se tiene vocación, es fácil, te nace, les tienes cariño a los niños y a la educación”, finalizó.

›› Vive su pasión al máximo

Una pequeña casa café en medio de maleza y rocas, ubicada en la comunidad de El Charco y con seis palabras pintadas en su fachada: “Conafe”, indican que ahí está la escuela.

Varias bicicletas dentro del espacio protegido sólo por una frágil malla hacen pensar en los kilómetros que recorren maestra y alumnos para llegar al lugar que no cuenta con agua potable.

Ahí María Isabel Rivera Juárez, habitante de la colonia Valle de San José, en León, imparte clases a un grupo de 10 estudiantes, que van desde los cuatro hasta 14 años.

El sol pega fuerte y en el pequeño cuarto con apenas un par de ventanas el calor se siente al doble. 

La estudiante de Pedagogía arribó en septiembre pasado y termina su servicio en juli próximo.

“Dejamos sobre todo las comodidades de una casa, pero uno se acostumbra, aquí no tenemos todo a la mano; si quiero comprar algo necesito ir caminando a Duarte y son alrededor de 40 minutos”, compartió.

Al dar un vistazo por el salón se halla un inservible cañón de proyecciones que fue roído por los ratones. 

“Descuidaron un poquito el salón y los ratones hicieron sus niditos, había nidos en todos lados, los niños me ayudaron a limpiar”, contó.

Cuando va y viene de la ciudad, a María Isabel la recoge su esposo. Confesó que dividir tiempo entre él y su vocación es complicado. 

“No fue tanto por la beca, lo hice por gusto, un año atrás había tenido la experiencia y me gusta ayudar sin recibir algo a cambio”, aseguró.

Los drásticos cambios de temperatura también le llegan a pesar, pero dice que son “nada” cuando se tiene la pasión necesaria para soportar las adversidades.

“Lo más difícil es cuando los niños vienen con apatía, no sabes qué hacer, antes de empezar clases hacemos dinámicas para que entren más despiertos”, narró.

“Más que nada las satisfacciones las va teniendo uno al momento de ver el avance en los menores. Antes ellos no sabían leer ni escribir”, finalizó la maestra mientras las lágrimas reflejaban su emoción.

›› Es docencia su vocación

Muchos “no” como respuesta llevaron a Luis Enrique Becerra Ramírez a encontrar su verdadera vocación.

Egresado de la carrera de Derecho de la entonces Universidad del Bajío (UBAC), Luis Enrique tiene ya 24 años dedicado a dar clases, 22 de ellos en la Universidad Iberoamericana.

Él perdió la vista a los 13 años debido al Síndrome de Stickler, pero eso no ha sido impedimento para que se desarrolle; al contrario, dice que es el motor para demostrar sus capacidades, aunque la aceptación le costó tiempo y trabajo.

“Sí fue un poquito difícil porque los directores en la UBAC no tenían la confianza de que yo me hubiera podido desarrollar bien como profesor por la discapacidad visual que tengo”, narró.

“Les decía ‘ustedes me conocen como alumno, ustedes saben la capacidad que tengo y dénme la oportunidad’, pero me decían que no, que no tenía experiencia, pero insistí y los convencí”, añadió.

Luego de la experiencia en la UBAC, Luis Enrique encontró en la música el medio para solventarse al cantar en un restaurante. En 1994 se abrió una oportunidad en la Ibero.

Al inicio dio clases solo pero, dada la complejidad, sus hermanas fungieron como asistentes en sus clases por muchos años hasta que su esposa, Rosalba Rocha Vargas, tomó ese papel.

El docente imparte cátedra en la Licenciatura en Derecho de la UIA, acompañado de su esposa, quien hace de “sus ojos” para saber qué pasa en el aula. 

“El maestro Fragoso, director en aquel entonces de la Ibero, no dudó y no me señaló para nada, pues hubo apertura de inmediato, eso se agradece”, confesó.

“Sí hemos tenido resultados, sobre todo, como profesor, considero que lo primordial es el alumno, siempre en mi caso y junto con Rosalba trabajamos para que ellos se desarrollen en sus habilidades”, presumió.

Ahora el leonés cuenta con una maestría en Desarrollo Docente y pese a lo difícil que llega a ser controlar a los grupos, aseguró que lo que más le llena en su labor es encontrarse a alumnos y ex alumnos que le saludan con gusto.

“La satisfacción es ver que mis alumnos se desarrollan y destacan, cuando se acercan y te saludan con entusiasmo, y te dicen que las exigencias y regaños sirven, eso es lo más grande”, finalizó.

›› Destaca a nivel nacional

María Guadalupe Segoviano Olvera fue reconocida por la Secretaría de Educación Pública (SEP) por su destacado resultado en el examen de evaluación docente para el servicio profesional, del periodo 2014-2015.

La maestra leonesa estuvo en las oficinas de la SEP en febrero pasado, junto con docentes de toda la República, en el evento de entrega de resultados.

La ceremonia estuvo encabezada por el titular de la dependencia, Aurelio Nuño Mayer.

Quienes lograron el desempeño destacado tendrán un incentivo equivalente al 35% y 24% de su sueldo base, en la educación básica y media superior, respectivamente.

Con apenas ocho años en servicio, María Guadalupe ocupó el lugar 60 de entre aproximadamente ocho mil maestros de todo el país.

La joven da clases en la escuela “Alberto Terán”, ubicada en la comunidad de La Sandía, en el turno matutino, y por la tarde en la escuela Francisco I. Madero, en Los Ramírez.

“Pienso que es un reconocimiento social, independientemente del dinero, el haber asistido fue una satisfacción muy grande”, compartió.

Guadalupe es la mayor de siete hermanos y la primera en egresar de una licenciatura. 

“Desde muy pequeña me llamó la atención ser maestra, me gusta transmitir mis conocimientos a otras personas para que crezcan y dejar un granito de arena, una huella en ellos”.

Para ella lo más importante es tener vocación y trabajar con gusto, pues admitió que pese a la imagen que algunas veces se tiene de los maestros, cada día le es satisfactorio.

“Somos un poco atacados por la sociedad, como que se enfrascan en que los maestros no trabajamos, siempre están tirándole al maestro; pero así como hay buenos, hay malos, la importancia es destacada en la sociedad, la labor de los docentes es indispensable”, expresó.

“Trabajar por y para los niños no tiene precio, es algo muy bonito sentir la satisfacción de ayudar en el desarrollo y crecimiento humano”, finalizó.

Autoridades estatales informaron que Guanajuato ocupa el segundo lugar nacional por los resultados obtenidos en la evaluación de desempeño magisterial; 5 mil 269 maestros aprobaron el examen en distintos niveles, mientras que sólo 270 obtuvieron nivel insuficiente.

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