Cuando Miyako Jodai tenía seis años, los Estados Unidos arrojaron una bomba atómica en su pueblo natal, la ciudad portuaria de Nagasaki. Quedó inconsciente, y su hogar fue destruido. Pasó los siguientes días amontonada con decenas de otras personas en una cueva al lado de una montaña.
“Estaba tan asustada”, dijo. “Estaba llorando y me paré en los cuerpos de gente herida, porque no había lugar para caminar”. Cuando finalmente se aventuró afuera, la ciudad aún estaba ardiendo con imponentes llamas.
Jodai fue una de las afortunadas. La bomba cayó en Nagasaki la mañana del 9 de agosto de 1945, matando a 74 mil personas, aproximadamente la mitad de los que murieron en el bombardeo de Hiroshima tres días antes.
Hoy, el presidente Obama es el primer Presidente norteamericano en funciones desde el final de la Segunda Guerra Mundial en visitar Hiroshima. Nagasaki no está en el itinerario.
Mientras que invocar Hiroshima se ha vuelto una clave universal para los horrores de la guerra nuclear, Nagasaki, en la isla de Kyushu, ha vivido su mayor parte a la sombra de la otra ciudad.
“Sabemos que la montaña más alta en Japón es el Monte Fuji”, dijo Tomihisa Taue, alcalde de Nagasaki, en una entrevista en su oficina. “Pero no conocemos la segunda montaña más alta”.
Aún así muchos en Nagasaki reconocen que Hiroshima, de algunas formas, hace las veces de ambas ciudades. Dicen que el mensaje que quieren que el mundo tome de la visita de Obama -que las armas nucleares nunca deben volver a ser usadas- no requieren que él ponga pie en su ciudad.
Taue sugirió que Nagasaki también podría servir como potente coda a la apertura de Hiroshima de la era nuclear. “Me gustaría que el Presidente diga, desde Nagasaki al mundo, que este sitio debería ser el último lugar en la Tierra en experimentar un bombardeo atómico”, dijo.
El que Nagasaki fuera bombardeada en segundo lugar ha hecho un reparo en la historia de y en el debate sobre armas nucleares, incluso cuando muchos historiadores argumentan que el bombardeo fue más duro para justificar precisamente que era un acto repetido.
Si uno acepta la razón del presidente Harry S. Truman de que el bombardeo de Hiroshima fue necesario para forzar a Japón a rendirse y finalizar la guerra, el aspecto moral de arrojar una segunda bomba en una población civil tres días después es más contencioso.
Unas 700 mil personas al año visitan el Museo de la Bomba Atómica de Nagasaki, contra casi millón y medio en el Memorial a la Paz de Hiroshima, donde Obama colocará una corona.
Incluso en la oficina del Consejo de Sobrevivientes de la Bomba Atómica de Nagasaki, una pegatina en un gabinete ilustra el estatus secundario de la ciudad -”No más Hiroshimas: finaliza ahora la carrera armamentística”.
Jodai, ahora de 76 años y maestra de escuela retirada, dijo que admiraba la decisión del Presidente de visitar Hiroshima y entendía que su agenda no le permitiera visitar ambas ciudades. Aún así, dijo, los sobrevivientes de Nagasaki deberían al menos ser invitados a la ceremonia en Hiroshima.
“Me siento como si Nagasaki hubiera sido abandonada y arrojada lejos”, dijo.
Mientras Japón lucha con su propia historia de atrocidades de guerra, y mientras eruditos y políticos aquí y en los Estados Unidos continúan debatiendo el uso de la bomba atómica, Nagasaki, de muchas formas, ofrece una narrativa más compleja que Hiroshima.

‘Hiroshima enfurece, Nagasaki reza’

Una de las primeras ciudades japonesas en tener contacto con comerciantes de Occidente, incluyendo exploradores portugueses y daneses, Nagasaki es también la fortaleza más antigua y densa del catolicismo romano de Japón.
Cuando los pilotos norteamericanos arrojaron la bomba, la devastación barrió con la Catedral Urakami, entonces la catedral más grande de Asia del este. Unos ocho mil católicos en el área fueron asesinados. Para los cristianos de Nagasaki, largamente aislados en Japón por su fe, fue una verdad amarga el que su comunidad fuera destruida por una nación predominantemente cristiana, en una misión bendecida por un capellán católico romano.
El patrimonio católico de Nagasaki, combinado con el papel de Hiroshima como centro de actividades antinucleares, popularizó el dicho japonés “Hiroshima enfurece, Nagasaki reza”.
En una misa a las 6 de la mañana el lunes, unos 100 feligreses se sentaron en largas bancas de madera en la catedral, reconstruida no lejos de su sitio original. Ritsuo Hisashi, el sacerdote principal, dijo que estaba menos preocupado sobre si Nagasaki sería conmemorado como un símbolo que sobre la llamada para la eliminación de armas nucleares.
La arquidiócesis de Nagasaki, junto con otras 15, se opone a los esfuerzos del primer ministro Shinzo Abe para revisar la Constitución pacifista del País, impuesta por EU después de la guerra.
Los líderes de Nagasaki también han sido francos con sus cuentas de las acciones de guerra de Japón antes de que los Estados Unidos arrojara las bombas.
En 1990, Hitoshi Motoshima, entonces alcalde de Nagasaki, fue baleado y herido por un nacionalista del ala derecha luego de que sugirió que el emperador Hirohito tenía alguna responsabilidad por la Segunda Guerra Mundial.

Crímenes de guerra

Un asambleísta de la ciudad, Masaharu Oka, fundó un museo para conmemorar a los trabajadores coreanos que fueron reclutados para trabajar en fábricas de guerra en Nagasaki y que fueron asesinados o heridos por la bomba atómica. 
Ubicado en lo que fue un restaurante chino subiendo una cuesta, el museo tiene una sensación de hecho a mano. En adición a fotografías de sobrevivientes coreanos y una réplica de los espacios hacinados en que los obreros vivían, el museo exhibe una galería de fotos gráficas de la Violación de Nankín [crímenes cometidos por el Ejército Imperial Japonés en y alrededor de Nanking, China, tras la caída de la capital de la República China frente las tropas japonesas el 13 de diciembre de 1937] y del Escuadrón 731, la instalación de investigación de armas biológicas y químicas donde científicos japoneses experimentaron en humanos en China.
Toshiaki Shibata, ex secretario general del Museo Masaharu Oka e hijo de dos sobrevivientes de bomba, dijo que estaba contento de que Obama no visite Nagasaki. Shibata, de 65 años, cuyo cabello teñido lavanda le da un aire travieso, sostiene que la visita de Obama está dirigida a reforzar los esfuerzos de Abe para cambiar la Constitución y llamar a Japón a la guerra.
“Sería mejor si él no viene por aquí”.
Yoshitoshi Fukahori, de 87 años, sobreviviente de la bomba, dijo que no entiende totalmente el alboroto sobre la visita del Presidente. Mientras le da la bienvenida, y espera que Obama hable de un mundo libre de armas nucleares, dijo que no está esperando mucho. Una visita a Nagasaki, dijo, no es necesaria.
“Luego de una larga experiencia, veo que la gente se hace ilusiones, y luego es decepcionada”, dijo. “Así que no quiero poner demasiada atención en las palabras”.

Traducción: Jéssica de la Portilla
 Montaño.

 

La nube de hongo que nunca fue

Barack Obama planea visitar un memorial en Hiroshima que muestra una gran fotografía de la destrucción de la ciudad siete décadas atrás. La sorprendente imagen es identificada como una nube de hongo. Pero expertos nucleares dicen que en realidad muestra una nube de humo de una furiosa tormenta de fuego.
“Esto no es una nube de hongo”, dijo Richard L. Garwin, diseñador de bombas y consejero de Washington sobre armas nucleares. Kevin Roark, del laboratorio de armas de Los Álamos en Nuevo México, quien hizo la bomba de Hiroshima, conocida como Little Boy, dijo que la imagen mostraba “un penacho de humo de los incendios que siguieron”.
Expertos militares dicen que la nube y su oscura sombra pueden ser vistas como un tipo de reloj solar que sugiere cuándo tomó la fotografía el avión norteamericano. John Coster-Mullen, experto en la bomba de Hiroshima, da el tiempo como justo antes del mediodía -más de tres horas luego del ataque en la mañana del 6 de agosto de 1945.
El imponente penacho “no es la nube de hongo original, que ya se había disipado desde hacía mucho”, dijo.
Roark agregó que la nube, si fuera de naturaleza nuclear, sería más grande que la resultante de la bomba más poderosa que los Estados Unidos haya detonado jamás, la cual fue mil veces más fuerte que Little Boy.
La imagen más famosa fue tomada minutos después de que el Enola Gay, un bombardero B-29, arrojó la bomba que cambió la historia. El fotógrafo estaba en el artillero en la cola del avión, Bob Caron, nativo de Brooklyn. La fotografía que tomó muestra el área cercana a la tierra comenzando a hervir.
Hiroshima era un polvorín. Los sobrevivientes dijeron que papeles, madera y cortinas oscuras estallaron en llamas. La tormenta de fuego ardió a lo largo de kilómetros.
Luego de la guerra, EU condujo más de 200 pruebas de artefactos nucleares en la atmósfera y fotografiaron sus nubes de hongo. Uno de los más poderosos fue nombrada con el código Ivy Mike. 
“Los efectos de armas nucleares”, una guía federal, dijo que las nubes de humo típicamente alcanzan su altura máxima en unos 10 minutos y podían permanecer “por aproximadamente una hora o más antes de ser dispersadas por los vientos”.
Lo primero que ve un visitante del Museo Memorial de Paz de Hiroshima es una ampliación de la imponente nube. Abarca del piso al techo. El rótulo en la esquina inferior derecha identifica la escena como “El ataque (atómico) de Hiroshima”. Por lo demás, la imagen habla por sí misma, un siniestro preludio al recorrido por la destrucción del museo.
El museo distribuye la imagen a las agencias de noticias que dan como fuente original la Armada de EU, la cual en 1945 manejaba la Fuerza Aérea. Recientemente, la Prensa Asociada llamó la imagen una nube de hongo, como hizo en la leyenda para la fotografía de AP que acompaña un artículo en el New York Times sobre la inminente visita de Obama.
“La fabricación de la bomba atómica”, libro de 1986 que recibió un Pulitzer, describe la imagen como “la nube de hongo sobre Hiroshima”.
Coster-Mullen, autor de “Bombas atómicas” y en su juventud fotógrafo para el Daily News en Wisconsin, llamó la recurrente identificación errónea un caso de simple confusión.
“Es dramático. La gente compara las fotos con la débil nube de honguito y dice: ‘Vamos a mostrarles esta. Es realmente grande’”. 

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