Con riesgo de perder en cuatro entidades y con apretada competencia en otras cinco, el PRI llega a las elecciones con dificultades para alcanzar su meta de conquistar el 57% de los votos en juego.

En el análisis interno de la dirigencia nacional, el tricolor reconoce la complejidad de la elección en Veracruz, donde no logró tomar suficiente distancia de los saldos negativos del gobernador saliente, Javier Duarte.

Tamaulipas, en tanto, pasó de ser un bastión a una de las principales preocupaciones, por el riesgo de sufrir un revés ante el PAN.

En las valoraciones de la dirigencia, la elección en Puebla es la única considerada, abiertamente, como un foco rojo, no sólo por la desventaja que enfrenta el PRI en los números, sino por el riesgo de que se registren hechos violentos.

Tlaxcala también está considerada en riesgo.

El PRI jugará en escenarios cerrados en Oaxaca, Quintana Roo, Zacatecas, Chihuahua y Durango.

Además de pelear el poder de gobernar a casi 40 millones de mexicanos, el PRI aceptó en su Programa Anual de Trabajo que también se juega el proyecto del presidente Enrique Peña Nieto.

En la batalla, apuesta a la operación de un ejército de más de 200 mil representantes en casillas y órganos electorales, que se sumarán a los miles de activistas encargados de la movilización.

En tanto, para ser un aliado, el Partido Verde estuvo prácticamente ausente en las campañas.

La poca presencia de los dirigentes del partido del tucán en la mayoría de los estados, contrasta con la operación que han instrumentado en Cancún.

Y es que no sólo se trata del territorio del ex dirigente Jorge Emilio González, sino de la elección municipal que hizo reaparecer en el mapa al polémico Arturo Escobar.

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