En apenas seis meses al frente de la Coparmex, Gustavo de Hoyos Walther se ha convertido en la voz a escuchar por parte del empresariado mexicano. Anda activo lo mismo en la promoción del voto, que en el impulso a la #Ley3de3 o en la condena al vandalismo de la CNTE.
Aunque su hablar es sereno y pausado, deja ver la decepción que le produce la aprobación de una versión light del Sistema Nacional Anticorrupción. Pese a eso, mantiene la esperanza pues, como buen alpinista, tiene claro que se avanza paso a paso hasta llegar a la cima.
¿Queda satisfecho con lo aprobado por los senadores en materia anticorrupción?
No estamos satisfechos. Es un paso importante en la dirección correcta. Un gran logro de la sociedad civil. Pero hasta el momento los legisladores se están quedando cortos con la exigencia de los mexicanos. Un gran problema les exige un gran compromiso. Aquí nos quedaron a deber.
¿Qué faltó?
Garantizar una fiscalía anticorrupción fuerte, con dientes, con una importante presencia de la sociedad civil y no sólo con expertos. Que el sistema sea presidido por la “séptima silla” y que los formatos para las declaraciones quedaran claros y con suficiente profundidad que permitiera máxima transparencia de los funcionarios. Esos son algunos de los puntos más relevantes.
¿Seguirá insistiendo en que se amplíe?
Por supuesto que seguiremos en esta lucha contra la corrupción. Ha sido un gran logro para los empresarios y para toda la sociedad este avance. En agosto hemos convocado a un Foro Internacional contra la Corrupción en el que participará la OEA y se revisarán casos de éxito relevantes, como el de Guatemala. Tenemos mucho trabajo por delante.
¿Traicionaron los partidos a la sociedad civil?
Simplemente intentaron cumplir con la presión de la sociedad. Pero no cubrieron la expectativa.
¿Considera que todo este proceso fue una farsa?
No. Tuvimos logros muy importantes que no se pueden explicar sin la presión de la sociedad civil y de los empresarios. Difícilmente los políticos hubieran avanzado por iniciativa propia. Creo que este importante round fue para la sociedad. Pero la pelea aún es larga y la vamos a dar.
¿A qué le tienen miedo los políticos?
Muchos están atrapados en un esquema de perversión, corrupción y desconexión.
¿”Atrapados”? Pareciera que son víctimas.
Atrapados voluntariamente, porque una vez que entran no pueden salir de ese círculo. La perversión está en que su ingreso al sector público no está pensado en servir, sino en servirse.
¿Y la desconexión?
Porque están encerrados en su mundo y no se dan cuenta hasta dónde llega el hartazgo social. Y, claro, si no los anima un recto propósito y están desconectados de lo que pasa en la calle, su cotidianidad es estar envueltos en actos de corrupción. Por eso a muchos no les interesa que cambie.
¿Tenemos la clase política que nos merecemos?
No, México se merece un cambio de fondo.
¿Se siente defraudado por esta generación de políticos?
Profundamente insatisfecho con la forma de proceder y con los resultados que le han dado al país. Y no me refiero a políticos de un partido en particular, hablo del género. México no ha estado debidamente gobernado.
¿En este sexenio?, ¿en los últimos tres?
Desde principios del siglo pasado, después de la Revolución Mexicana y, salvo algunos momentos, México no ha estado bien gobernado. En el mismo periodo, países mucho más pequeños, con menos recursos naturales, con peor ubicación geográfica, han logrado transitar a ser potencias mundiales.
Y en México, ni en sueños.
México siempre estuvo bien ubicado, siempre ha tenido recursos naturales, nunca ha pasado por una gran guerra contra una potencia extranjera, nunca ha sido devastado y, sin embargo, los niveles de desarrollo distan mucho de ser los que podríamos tener.
¿Y dónde está la sociedad civil?
Ha habido, desde luego, pecado de omisión por parte de la sociedad, porque la inmensa mayoría de los mexicanos hemos permanecido pasivos por demasiado tiempo.
¿Tiene esperanza de que pueda cambiar?
Desde luego que sí. Creo profundamente en la fuerza transformadora de la sociedad. El día que la sociedad tome más conciencia de su poder transformador, de la capacidad que tiene para generar cambios, en ese momento vamos a empezar a ver cómo las cosas evolucionan de una manera más rápida.
¿Por las buenas?
Las votaciones del 5 de junio son una muestra de que cuando la ciudadanía se decide a hacer un cambio, logra realizarlo.
¿Esta legislatura les vio la cara?
Estamos dando la batalla para no permitirlo, pero vemos que no hay una voluntad real de avanzar. La anterior legislatura -en la que también estaban los actuales senadores- logró hacer en un tiempo inusualmente corto reformas que no se habían logrado en décadas. Eso lo reconocemos. Sin embargo, parecería que bajaron la cortina.
¿Qué queda pendiente?
La nueva generación de reformas que el país necesita ya no está tanto en lo económico, sino en lo político y en lo social. Por un lado el Sistema Nacional Anticorrupción y, por el otro, reformas sobre educación, pensiones y política salarial.
¿Los partidos están dispuestos a ceder algo de su poder?
Se están resistiendo. Pero el arma de los ciudadanos es el voto.
¿Qué se pierde si no se dan estos cambios de fondo?
Sería una gran pérdida en términos históricos. Los trenes del progreso pasan a veces cada 10 años, a veces cada 20. En el tema de la corrupción, hace más de 30 años hubo un gran hartazgo social que obligó a que la campaña presidencial llevara el tema de la renovación moral como eje.
¿Y qué resultado hubo?
No hicimos nada, nos quedamos en el discurso. ¿Cuál es la consecuencia? Que pasaron treinta y tantos años y el país, en materia de corrupción, no solamente no mejoró, sino que empeoró.
¿En 2016, somos un país más corrupto que en 2012?
Sí ha avanzado la corrupción en los últimos años, aunque no podemos focalizarlo solamente en un partido político o en un nivel de gobierno. De hecho, lo grave es que la corrupción se nos está extendiendo en todo el tejido social.
¿La corrupción somos todos?
Viajo todas las semanas a dos ciudades del país, en promedio, y no importa si es el norte o el sur; o si es un estado gobernado por el PRI o por el PAN o por una coalición, la queja es continua: el mal de males es la corrupción. Es el tema número uno en la lista.
Pero la iniciativa privada también es parte de la corrupción. No lo puede negar.
La corrupción existe en todo el país. ¿Hay empresarios corruptos? Sí los hay y hay que aplicar la ley sin distingo alguno. Lo que más nos preocupa es el crecimiento de la corrupción extorsionadora, esa donde el empresario o el ciudadano no es copartícipe sino víctima.
¿Cómo pueden ser víctimas si están pagando un soborno?
Por ejemplo, cuando a un empresario le niegan el pago de una factura por 180 días ¡o por 300 días!, y de pronto le llega un “emisario” para decirle que con un servicio de gestoría del 20 por ciento puede cobrarse esa cuenta. Allí el empresario no está pactando corrupción, está buscando un camino desesperado para salir de algo que le puede costar la fuente de empleo.
Pero finalmente están pagando.
No, no, se está siendo víctima de la corrupción. Por eso hago una clara diferenciación de cuando el empresario lo propicia y de aquellos casos en los que es víctima.
¿Y ahí sí está bien pagar mordida?
No justificamos. Nuestro llamado en Coparmex es que hay que denunciar y no caer en eso. Lo que nos preocupa es que la desesperación hace que cada vez más gente que tiene una trayectoria empresarial o ciudadana impecable, se vuelva parte de este círculo.
Pero tampoco son hermanas de la caridad. No todos son víctimas.
Claro, y por eso digo que en esos casos se aplique la ley. No buscamos un Estado de privilegios, ni de excepción. Al contrario: que la ley se aplique parejo al funcionario, al empresario, al ciudadano de a pie.
¿No les falta asumir su parte de responsabilidad?
A todos como sociedad, y también a nosotros como empresarios, nos hace falta ser más valientes y no dejar pasar estos hechos. Tenemos que aprender a denunciar.
¿Ustedes los empresarios se reconocen como un poder?
No, nos reconocemos como una parte muy importante de la sociedad civil.
Pero, a fin de cuentas, son un poder.
No lo definiría como un poder, porque entraríamos ya a temas de autoridad y de teoría del Estado. Poderes hay sólo tres. Lo que sí es cierto es que somos una fuerza que tiene una capacidad de influir socialmente. Llamarnos “un poder” sería irnos un poquito más allá de lo razonable.
¿Y sí hay conciencia de esa capacidad de influir, para no llamarlo un poder?
Pues desde luego que sí.
¿Considera que los empresarios están satanizados?
Tenemos que aprender a comunicar de mejor manera nuestro papel social. Es curioso: cuando se pregunta por los empresarios, la mayoría de los ciudadanos no nos tiene la más alta estima. Sin embargo, cuando le preguntan a un trabajador en quién confía más para sacarlo de un problema, responde: “en mi patrón”. Sí hay una clara confianza en la relación en corto, pero no como sector.
¿Ven a Andrés Manuel López Obrador como un riesgo?
Quisiéramos que estuviera más cerca de los empresarios, de la sociedad en su conjunto. Lo hemos invitado en muchas ocasiones y no hemos tenido la oportunidad de que esté más cerca.
¿Le preocuparía que ganara Morena la Presidencia?
Nos preocuparía que el partido o el candidato que ganara no quisiera ser un gobierno incluyente. Yo esperaría que todos los partidos políticos, incluido Morena, muestren una propuesta desde luego incluyente, y que consideren, entre otros temas, la libre empresa y el modelo de economía de mercado. Si Morena y si Andrés Manuel López Obrador tienen la capacidad para acercarse a esa aspiración, no van a estar en nuestras pesadillas seguramente.
¿Usted quiere ser Presidente de México?
No, no está en mi radar, francamente.
¿No piensa ser candidato en 2018?
No, de ninguna manera. Estoy ocupado como presidente de Coparmex, que no aspira y nunca ha aspirado a ser un partido político.
¿No se ve como candidato independiente?
No, no está ni en mis planes, ni en mis sueños, ni en mis aspiraciones.
¿Cuándo fue la última vez que participó en una marcha?
Hace ya tiempo, andaba yo en mi juventud, probablemente.
¿El amor es un buen negocio?
El amor no es un negocio.
¿En cuánto vendería su alma?
No tiene precio.
ENTÉRESE
Estudió Derecho y Administración. Es socio del despacho De Hoyos y Avilés y vicepresidente de Desarrollo de Negocios de Sistemas Logísticos de México.
Entró a Coparmex como voluntario en 1994, comenzó a ocupar puestos directivos en Mexicali y, en diciembre de 2015, fue electo presidente nacional de ese órgano.
Ha sido profesor en la Universidad Autónoma de Baja California, su alma máter, y en la Universidad Estatal de San Diego.
Casado y con cuatro hijos, una de sus pasiones es el alpinismo, por lo que planea su año de tal forma que le permita estar 30 días en las montañas.
La Coparmex afirmó haber aportado 120 mil firmas a la iniciativa ciudadana de la #Ley3de3.