Las detenciones y purgas no tardaron tras el fallido golpe de Estado. Es parte de la “limpieza hasta que no quede mancha” en las Fuerzas Armadas que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, anunció para evitar nuevas sublevaciones.
Dos mil 839 oficiales y soldados fueron detenidos a medida que las fuerzas leales al Gobierno acabaron con la rebeldía.
Los detenidos enfrentan cargos de “intento de subvertir el orden constitucional” e “intento de derribar por la fuerza la República de Turquía”.
Además, en la mochila de un comandante se halló una lista con los nombres de las 400 personas que se encargarían de dirigir el estado de excepción en las provincias, así como de la gestión de las principales empresas y organismos públicos en caso de triunfar la rebelión. Entre ellos hay un cierto número de agregados militares de las embajadas de Turquía en el exterior.
Pero las detenciones no se limitan a los militares. Dos jueces del Tribunal Constitucional fueron arrestados. También se han emitido órdenes de arresto contra 140 integrantes del Tribunal Supremo y 48 del Consejo de Estado. Además, dos mil 745 jueces y fiscales serán suspendidos de sus funciones.
Analistas consultados expresaron dudas sobre el hecho de que los gülenistas hayan podido, por sí solos, lanzar tamaño intento de golpe de Estado. El experto en defensa Burak Bekdil afirmó que le resulta muy extraño que los servicios secretos no conocieran la existencia del plan.
“Una posibilidad es que supieran, pero los dejaran actuar para obtener beneficios políticos”.
Otras fuentes militares consultadas mantienen, en cambio, que diversos cuerpos de las Fuerzas Armadas “no tenían ni idea” de lo que se avecinaba. Hay que tener en cuenta, eso sí, que el Ejército turco es una enorme maquinaria con un personal superior al medio millón de empleados, soldados y oficiales.
De mentor a mayor enemigo
Fethullah Gulen ayudó a Erdogan durante años a reducir el poder político del Ejército. Ahora, el Presidente lo señala como responsable de un intento de golpe de Estado.
Pese a 17 años exiliado en Estados Unidos, este teólogo es considerado el segundo hombre más poderoso de Turquía.
Gulen, de 75 años, es el líder de la red Hizmet (“Servicio”), una cofradía islámica que cuenta con millones de seguidores en todo el mundo.
Este movimiento creció a raíz del golpe militar de 1980, cuando el General Kenan Evren impulsó la religiosidad musulmana para combatir la influencia de la izquierda.
Pero la gran oportunidad de Gulen llegó con la victoria de Erdogan en 2002. Desde entonces, los funcionarios gulenistas accedieron a las más altas posiciones de Gobierno.
Tanto el el clérigo como el entonces Primer Ministro lograron que el Ejército laico dejara de intervenir en política, dejando vía libre al islamismo.
Sin embargo, las relaciones entre ambos comenzaron a resquebrajarse a principios de esta década. Erdogan recelaba de la gran influencia que el predicador poseía en el Poder Judicial y la Policía, mientras que éste veía con malos ojos la deriva cada vez más autoritaria del político.
Finalmente, en 2013 y tras una redada anticorrupción que afectó a varios Ministros, el Gobierno acusó a Gulen de crear una estructura paralela para derrocar al Ejecutivo.
Desde entonces, Erdogan ha realizado numerosas purgas para tratar de librar a la Administración Pública de la influencia gulenista. La última de ellas comenzó ayer.
Erdogan exigió ayer que EU “entregue al terrorista” Gülen, quien vive en un autoimpuesto exilio en Pensilvania.