Un total de 227, 000 millones de euros, casi cinco billones de pesos. Esa es la apabullante suma que el Gobierno chino ha decidido invertir, cada año, en la creación de nuevas empresas del sector tecnológico. Quiere convertir a las jóvenes start-ups en uno de los principales engranajes de su ambiciosa estrategia para hacer que la innovación se convierta en el poderoso motor económico que necesita para reducir la dependencia de las manufacturas de bajo valor añadido y crear empleo de calidad. Es un plan nacional estratégico para el que no va a faltar financiación.
Así se entiende que cada siete minutos nazca una nueva en el gigante asiático.
“China es ya el segundo país que más invierte en I+D del mundo y el segundo mercado para las start-ups del planeta”, explica William Bao, socio de SOSV, una aceleradora de empresas que invierte 250 millones de dólares en proyectos de software y de hardware en China, Taiwán, y Estados Unidos.
“Eso ha logrado que haya servicios como WeChat -una mezcla entre WhatsApp y red social- que va muy por delante de sus competidoras occidentales, sobre todo en la integración de compras online. En poco tiempo el país se convertirá en la principal fuente de innovación del planeta, y el mundo cada vez se parecerá más a China”, augura.
De la misma opinión es Mats Granryd, director general de GSMA, la asociación de operadores móviles que organiza el MWC.
“Asia no solo lidera ya el sector de las telecomunicaciones sino que está a la vanguardia en la creación de su futuro”, comenta. “La razón es bien sencilla de entender: concentra a más de 2, 500 millones de usuarios que tienen ya 1,700 millones de smartphones y que suponen el 60% de todo el crecimiento del sector a nivel mundial. Además, varios países, entre ellos China, Japón, y Corea del Sur, trabajan ya en la puesta en marcha de redes 5G para 2020”. Eso es lo que permitirá lanzar en serio el Internet de las cosas.
“Se avecina una revolución incluso más importante que la industrial”, añade Yang Jie, presidente y consejero delegado de China Telecom. “Es un nuevo escenario en el que van a ser clave varios elementos: el big data, la inteligencia artificial, y la robótica”, enumera. “De hecho, ya hay restaurantes que han sustituido a sus camareros por robots, y cuando vayan aumentando sus capacidades veremos cómo también se convierten en trabajadores más cualificados, por ejemplo, como los enfermeros”, vaticina. Y el presidente del Departamento de Mobilidad de la estadounidense AT&T, Glenn Lurie, asegura que eso es solo el principio: “En 2025 habrá más de 70,000 millones de aparatos conectados entre sí por todo el mundo”.
No obstante, para que esos cambios se hagan realidad hace falta una constelación de empresas hiperespecializadas que innoven fuera de las grandes corporaciones, que en demasiadas ocasiones están lastradas por la burocracia. Y ya lo están haciendo. Buen ejemplo del carácter emprendedor de China es su primer hacker space, Xinchejian, un laboratorio en el que diferentes emprendedores pagan una pequeña cuota mensual para tener acceso a herramientas como impresoras 3D o máquinas de corte por láser que les permitan hacer realidad sus proyectos tecnológicos.
“China se ha convertido en la incubadora perfecta para las start-ups. Porque, a diferencia de lo que sucede en Silicon Valley, donde los inversores apuestan grandes sumas de capital pero son muy inaccesibles, en China la financiación es más modesta y fragmentada pero también más sencilla de obtener”, explica Eduardo Alarcón, ingeniero especializado en robótica y uno de los socios de Xinchejian, que trabaja en la producción de los patines eléctricos Toki y un nuevo sistema de transporte urbano que nunca se detiene.
“Además, China es también un mercado muy interesante, cuenta con muchas ciudades de tipologías diferentes que permiten probar el producto o el servicio en mercados muy distintos”.
En esta coyuntura favorable, algunos de los proyectos que surgen en Xinchejian se convierten en empresa y saltan a la contigua Chinaccelerator de William Bao, donde ganan velocidad en el camino para lanzar sus productos al mercado.
“Ahora mismo da igual lo buena que pueda ser tu aplicación para móviles si no tienes medio millón de dólares para promocionarla en plataformas cerradas como Facebook o Google. Porque si no nadie la va a ver. Nosotros, sin embargo, hemos desarrollado nuestro propio sistema operativo Android, que funciona ya en 250 millones de móviles -sobre todo en Asia-, y ofrecemos esa plataforma, sin intermediarios, a las start-ups que acceden al programa de Chinaccelerator”, expone.
No obstante, Bao no oculta que el auge de China tiene también un lado oscuro.
“Es un país que se rige por unos valores muy diferentes, en el que la gente da por hecho que está siendo vigilada y que su privacidad no existe. Además, es imposible fiarse de las estadísticas oficiales de ningún tipo, porque siempre son falsas. Los blogueros tienen seguidores zombies, los números de usuarios de las empresas tecnológicas se inflan sin cesar, los móviles están llenos de malware, y el respeto a la propiedad intelectual es todavía casi inexistente”, concluye.