Según el ángulo desde el que se mire, puede considerarse que el destino ha sido amable o cruel con el Hotel Watergate.
Cuando abrió sus puertas en 1967, sus creadores alardearon diciendo que este complejo modernista ubicado a orillas del río Potomac sería sinónimo de lujo y que alojaría a los visitantes más glamurosos de la capital de EU. Por el contrario, el Hotel Watergate fue sinónimo de escándalo, y hoy su última sílaba se agrega como sufijo a algunas palabras para convertirlas en un emblema de corrupción o escándalo.
Nada de eso preocupa a Jacques y Rakel Cohen, los nuevos dueños, quienes consideran que la historia, como sea que se cuente, representa una rara oportunidad.
Casi una década después de que se cerraran las puertas del Hotel Watergate, los Cohen y su empresa de desarrollo lo abrieron con la esperanza de renovarlo y restaurar sus raíces de mediados de siglo gracias a una inversión de 125 millones de dólares. También querían revivir su historia e impulsar el renacimiento del hotel y de las oficinas y residencias que lo rodean.
Las llaves para las habitaciones despliegan el siguiente mensaje para los huéspedes: “No es necesario forzar la entrada”. La voz del ex presidente Richard M. Nixon pronto podrá escucharse en los baños y también en la grabación de fondo del sistema telefónico del hotel, cuyo número, 617-1972, evoca el 17 de junio de 1972, el día en que cinco hombres irrumpieron en las oficinas del Comité Nacional Demócrata en el complejo Watergate y cambiaron la historia.
Incluso el tipo de letra del material impreso del hotel, cuya tipografía modificada es del estilo de una máquina de escribir mecánica, se inspira en los documentos legales de la era de los setenta que describieron gran parte del escándalo.
“No compramos el hotel por el escándalo”, dijo el mes pasado en una entrevista Rakel, quien supervisó el rediseño y la comercialización del hotel. “Fue porque la gente sentía tanta curiosidad acerca del hotel, que pensamos: ‘Es algo que nos distingue, así que vamos a incorporarlo de una manera divertida’”.
Pero si algunos fantasmas nixonianos deambulan por el hotel, los Cohen esperan que tengan compañía; de preferencia, personas tan conocidas como Elizabeth Taylor y Ronald Reagan, visitantes célebres de Watergate antes del escándalo.
“La gente siempre me pregunta: ‘¿Cómo se revive el escándalo?’”, dijo Rakel. “Pero siempre respondo que el escándalo ocurrió después”, añadió con cierta impaciencia. “Antes el hotel era un lugar glamuroso, un lugar de diversión para la gente famosa. Lo que tratamos de hacer es revivir esa atmósfera”.
No es nada fácil
Aunque fue una de los destinos más distinguidos de la ciudad, en estos días la mayoría de los habitantes de Washington piensan que el complejo Watergate es un poco aburrido: una isla de oficinas y departamentos que se caen de viejos, separados del resto de la ciudad por el río Potomac y algunas vías rápidas, lejos de los vecindarios de moda. Algunas tiendas para atender a los oficinistas y residentes, llenan espacios que en alguna época ocuparon boutiques de lujo.
Construido sobre cuatro hectáreas, al lado del que sería el Centro John F. Kennedy para las Artes Escénicas, el complejo, de diseño moderno y precios elevados, atrajo atención antes que se inauguraran los primeros lotes.
El diseño del arquitecto italiano Luigi Moretti (que evoca las velas de un barco) provocó debate en la ciudad, lo mismo que el hecho de que El Vaticano tuviera participación en la empresa italiana responsable del proyecto.
Pero nada de eso molestó a las legiones de ricos y famosos que adquirieron casas en el complejo: Elizabeth Taylor, Plácido Domingo, el senador Russell B. Long. Las residencias y el hotel fueron tan populares entre la recién llegada administración Nixon, que en ciertos círculos se llegó a conocer al complejo como “La Bastilla Republicana”.
Sin embargo, en poco tiempo ese nombre adquiriría otro significado.
Una fatídica noche
En junio de 1972, algunos de los implicados en el escándalo, entre los cuales se encontraba James McCord Jr., coordinador de seguridad del Comité Nacional Republicano y del comité para la reelección del Presidente, se registraron en las habitaciones 214 y 314 del Hotel Watergate con nombres falsos. Se dice que cenaron langosta en el restaurante del hotel. Más tarde, después de medianoche, se dispusieron a irrumpir en las oficinas del Comité Nacional Demócrata. Fueron atrapados y fichados. Luego se descubriría que trabajaban para el Presidente de EU.
Cuando la Policía registró sus habitaciones encontró equipo eléctrico, miles de dólares en billetes nuevos de 100 dólares y un cheque con la firma de E. Howard Hunt, antiguo agente de la CIA, quien más adelante sería identificado como el organizador del allanamiento.
La historia inspirada en Watergate no es nueva para el hotel. En 1973, un año antes de que Nixon renunciara, el hotel y el edificio de oficinas del complejo eran tan concurridos por los turistas que un autor de The New York Times que escribía sobre viajes señaló, sin mucho rigor, que el Watergate quizá se aproximaba al Lincoln Memorial en cantidad de visitas anuales. En los años siguientes con frecuencia se denunció el robo de objetos con logotipo de las habitaciones del hotel por miles de dólares.
La codicia por esos objetos no es inusual, dice Carl Bernstein, quien trabajó con Bob Woodward para sacar a la luz el escándalo cuando era un joven reportero de The Washington Post.
“Vivimos en una era de mercantilización de todo, así que me parece natural tener turismo en Washington alrededor de uno de los más grandes sucesos históricos de la ciudad”, afirmó.
De cualquier forma, los Cohen siguen mucho más interesados en el glamur de los 60 que en la historia del hotel durante los 70.
Y para complacer a los visitantes con cierto interés en la historia, Bernstein, quien escribió con Woodward un relato clásico del escándalo titulado Todos los hombres del Presidente, sugirió lo siguiente: “Si de verdad van a hacerlo, sugeriría que en vez de poner una Biblia en un cajón de la habitación, pongan nuestro libro o cualquier otro libro reconocido sobre el Watergate, para que las personas sepan qué sucedió en realidad”.
¿QUIÉN FUE? RICHARD NIXON
Richard Milhous Nixon fue el trigésimo séptimo presidente de EU.
Ocupó el cargo entre 1969 y 1974.
Fue el único presidente estadounidense en dimitir del cargo tras el caso Watergate.
Se graduó en la Escuela de Derecho de la Universidad de Duke en Carolina del Norte.
Sirvió activamente en la Reserva Marina de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.
Fue vicepresidente durante ocho años.
En 1960 hizo campaña presidencial perdiendo contra John F. Kennedy.
CASO WATERGATE EN POCAS PALABRAS
El edificio Watergate era sede del Partido Demócrata.
El 17 de junio de 1972 cinco hombres fueron detenidos por tratar de instalar equipo de espionaje.
Entre los detenidos estaba el jefe de seguridad del comité de reelección del entonces presidente Richard Nixon.
Bob Woodward y Carl Bernstein, periodistas del Washington Post, revelaron detalles del asunto y acusaron al presidente de tratar de congelar las investigaciones.
Un personaje bautizado como “Garganta Profunda” (33 años después Mark Felt, el ex directivo del FBI, confesó ser él) llevó a los periodistas a descubrir el caso.
Casi todos los colaboradores de Nixon renunciaron a sus cargos.
Nixon y su vicepresidente Spiro Agnew fueron reelectos, pero el escándalo siguió.
En julio de 1974 la Corte Suprema acusó a Nixon de “obstruir las investigaciones judiciales”, “abuso de poder” y “ultraje al Congreso”, y de utilizar a la CIA y al FBI con fines políticos.
Nixon renunció a su cargo de presidente el 8 de agosto.
WATERGATE HOTEL
WASHINGTON
Dirección: 2650 Virginia Ave NW, Washington, DC 20037, EU.
Algunos servicios: Wi-Fi gratis, centro de negocios, piscina cu-bierta, restaurante, aire acondicionado, gimnasio.
Costo aproximado por noche: 5 mil 300 pesos.
Calificación en TripAdvisor: 4.5 estrellas.
Algunas atracciones cercanas: John F. Kennedy Center for the Performing Arts, Piscina Reflectante del Monumento a Lincoln, Monumento a los Veteranos de Vietnam.