Cuando presentaron un curso de “gimnasia cerebral” en la comunidad en la que pasa su jubilación, Connie Cole se inscribió rápidamente. Después de asistir, aprendió cómo usar un iPad y hacer tareas complejas tanto orales como por escrito.
“Mi padre tuvo demencia, así que yo haré todo lo que pueda”, dijo Cole, de 86 años, quien fue maestra de primaria y resuelve sudokus todas las mañanas. “Si hay algo que pueda regalar a mis hijos, es evitar tenerla”.
La verdad es que no hay una cura conocida para la demencia ni evidencia de que ejercitar el cerebro pueda retrasar la aparición de la enfermedad de Alzheimer.
Sin embargo, ese tipo de clases ofrecen habilidades útiles para los ancianos y expertos consideran que mejoran su calidad de vida.
La clase en la comunidad Gayton Terrace, en Richmond, Virginia, la ha obligado a reflexionar y leer más, cuenta Cole. Lo mejor de todo es que ha aprendido que practicar con regularidad ciertos hábitos —como ejercitarse, reír y socializar, incluyendo hablar con extraños— la mantienen ocupada e incluso tal vez la ayuden a vivir por más tiempo. No cabe duda de que hacen su vida más placentera.
Gimnasia cerebral
La teoría de este enfoque holístico, que va más allá de los juegos cerebrales frente al ordenador, es que el cerebro se desarrolla mediante estimulación continua.
“El cerebro no sabe cuántos años tiene”, afirmó Paul Nussbaum, presidente del Centro de Salud Cerebral en Pittsburg, que ayudó a diseñar el programa usado en Gayton Terrace. “Y lo que quiere el cerebro es aprender”.
La gimnasia cerebral debe basarse en la novedad y la complejidad. Todo tipo de actividades que exijan concentración, como aprender otro idioma o tocar un instrumento musical, pueden ser satisfactorias para la gente mayor. Junto con el ejercicio y una nutrición adecuada, un cerebro ocupado social, mental y espiritualmente es más resiliente.
Lo peor para los adultos, afirma, es estar aislados.
“Todos tenemos la capacidad de poner nuestro cerebro en forma para que esté sano”, dice Nussbaum, “y cuanto más pronto, mejor”.
Cientos de los llamados baby boomers ya usan juegos de computadora o aplicaciones para estimular el cerebro, pero estos deben concebirse solo como un aspecto de un involucramiento más amplio con el mundo, señala Nussbaum.
Aprender es útil
Áegis Living on Madison, una residencia para ancianos en Seattle, ofrece juegos cerebrales en su centro de gimnasia cerebral. Earl Collins, de 90 años, ha estado participando en juegos cerebrales varias veces a la semana durante dos años.
“Sigo usando mi cerebro”, dijo Collins, ejecutivo retirado de YMCA. “El juego hace que recuerde, decida y observe”.
Collins también toca el trombón y es socialmente activo; asiste a un grupo de la iglesia, va a conferencias y se mantiene en contacto con antiguos colegas.
El consenso entre investigadores, según una declaración del Centro para la Longevidad de Stanford firmada por 69 científicos, es que los juegos cerebrales no pueden prevenir la aparición de la demencia en quienes tienen una predisposición genética.
De cualquier manera, aprender algo nuevo es útil, añadió, en especial cuando interactúas en lugar de solo escuchar.
Otro estudio de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos, sugiere que un entrenamiento cognitivo que implique pensar, como la resolución de problemas, y aprender, como cuando se lee un artículo de un periódico y después se discute con un amigo, puede permanecer en el cerebro incluso 10 años después de que el entrenamiento finalice.
En un estudio publicado en 2014, los 2832 participantes de este entrenamiento tuvieron menos dificultades para llevar a cabo tareas diarias, como preparar comida o hacer las compras. Un entrenamiento para la memoria por sí mismo, concluyeron investigadores, no tiene resultados a largo plazo.
¡Retos diarios!
Encontrar nuevas maneras de retarse a uno mismo, dice George Rebok, profesor en la Facultad Bloomberg de Salud Pública en la Universidad Johns Hopkins en Baltimore, es una buena idea. Esto incluye actividades ordinarias como hacer cálculos mentales, tomar una nueva ruta o comer con la otra mano.
“Es ir en contra de lo que estamos acostumbrados a hacer”, dijo, “pero hay que seguir haciendo estos ejercicios sin parar”.
Wendy Suzuki, profesora de Neurociencia, aconseja algo similar. “Cada que aprendes algo nuevo, el cerebro también cambia”.
Marty Donovan, de 83 años, se inscribió en un curso de gimnasia cerebral de cuatro semanas en el lugar en el que está jubilado, South Port Square en Port Charlotte, Florida. Ahí practicó ejercicios mentales como lanzar un pañuelo con una mano y agarrarlo con la otra, hacer crucigramas y aprender sobre nutrición.
“Aprendí que mi cerebro no tenía que deteriorarse, pero necesito estimularlo a diario para mantenerme fuera de peligro. Depende de mí”.