En la colonia Cuesta Blanca, cerca de la medianoche a Ricardo lo balean en la puerta de su casa. Sus amigos corrieron al ver bajar de una camioneta a un hombre armado que le disparó a quemarropa; le quitó la vida, el celular y la cartera. Al poco, su familia recibió una llamada: “Disculpe no era su hijo al que buscábamos”.
Su gente y amigos, conmocionados le dedicaron un mural en el que aparece junto a la Virgen de Guadalupe, y aunque su recuerdo en la pared jamás lo resucitará, sí lo hace visible en una estampa urbana que obliga a preguntarnos lo que fue de este joven.
Cuesta Blanca es una de las colonias que más ha sido golpeada por el crimen organizado, un tema silenciado y tal vez desconocido en otros sectores de la ciudad, pero cotidiano en las pláticas de los habitantes de esta colonia, trastocados por la sorda ultraviolencia en sus calles y prácticas de la mafia: levantones, desaparecidos y víctimas de los efectos colaterales de una guerra sigilosa como el caso de Ricardo.
Algunos padres de familia, se han dado a la tarea de investigar por su cuenta el paradero de sus hijos, pero al descubrir algunas de las pistas, enseguida los frenan. “Cuando descubren que están investigando llegan a sus casas y los amenazan, no siga más porque nos llevamos a otro de sus hijos”, comentó el padre de Ricardo.
“Desde el 2010 que está pasando. Mi temor siempre estuvo en que le pasara algo a mis hijos, pero estamos en la ruleta rusa y nos tocó. Desde entonces mi vida ya no es igual, siento rabia e impotencia y un sentimiento indescriptible”, confesó el padre del joven retratado en el mural.
Ricardo fue una baja de la violencia en las calles durante el 2012. Un joven carnicero de 24 años alejado de las prácticas del narcomenudeo “al que le tocó”.
Si bien el mural no refleja la muerte violenta, su historia narra una estampa cotidiana de violencia, una expresión urbana que se vuelve un documento no oficial para la historiografía de esta colonia. 
“Yo creo que tiene un valor muy importante no sólo para Cuesta Blanca, sino para Lagos. Se han reducido las oportunidades de ascenso social por la vía de la educación y han aumentado esas oportunidades por la vía delictiva. Y este es un tema muy importante porque aparecen formas como delincuencia organizada, narcomenudeo, corrupción. Por otro lado, la desigualdad económica que no nos permite a todos, pagar seguridad privada para defendernos de ataques como del que fue víctima Ricardo. Parece increíble, pero ¿tenemos que llegar a plantearnos este tipo de cuestiones?”, apuntó la Mtra. Socorro Hernández Barajas, investigadora en el CULagos con temas de migración y marginación social.
“El arte no resucitará a Ricardo, aunque sí lo hace visible cuando conocemos su historia, pero ¿qué trascendencia tendría si el mural reflejara la muerte violenta en el contexto gore del narco? Pondría de manifiesto que de veras existe esta guerra donde han perdido la vida hijos, esposos, padres y madres. No todos están coludidos con el narco. Pero el estilo de vida al que pocos tienen acceso lleva a un joven a matar a otro como en el caso de Ricardo”, aseveró la maestra.

La interpretación: “El mural tiene un valor cultural muy grande. Estamos ante un arte que demuestra la inseguridad de la población. Quedan a merced de la delincuencia, y solo tienen su religiosidad para comprender este tipo de sucesos totalmente injustos”, Mtra. Socorro Hernández Barajas, investigadora en el CULagos.

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