Todavía en los setenta el tule era abundante en la Laguna. El sol hacía brillar la planta acuática a orilla del lago y en sus aguas se reflejaba el paso de las nubes empujadas por el viento. Al centro del vaso, un islote tejido con raíces prensadas, algo así como una canoa en donde los hombres se acostaban boca abajo para recoger lo manojos de tule. El islote por su color bien podía confundirse con la maleza, así que no fue raro que las vacas que pastoreaban cerca, perdieran el piso y terminaran flotando sobre el tapete que los paseaba de un lado a otro del lago.
“La laguna ha sido nuestra fuente de vida. Amo el campo, vivirlo es descubrir fantasía, los que están en la ciudad no lo descubren”, comentó María del Carmen Ortega, habitante de la Orilla de Agua.
Por generaciones la elaboración artesanal del petate fue el modus vivendi de las familias de la Orilla del Agua, un instrumento además necesario para la vida cotidiana. Las mujeres parieron en ellos, fueron sus colchones y las cortinas de sus casas.
Lo habitual era que un poco antes de salir el alba, en los patios de las casas las familias empezaban a tejer el petate y entre la sonoridad de esas mañanas, y sus gallos, sobresalía el golpeteo de las piedras sobre el trenzado de los petates en una gran parte de las casas.
“Desde que empezaba a tener uso de razón lo empezaban a enseñar a uno, había cuartos llenos de Tule y aveces dormía la gente sobre él. Lo tejíamos desde las 4 de la mañana”, recordó María del Carmen.

La Maquiladora
En la Orilla del Agua, el comisario Pancho Anguiano tenía una pequeña maquiladora de petates en su casa, en la que contrataba a 40 tejedores que elaboraban petates en el patio de la vivienda. Todos los lunes salía en tren hasta Zacatecas y Aguascalientes para vender la mercancía.
Los niños al necesitar dinero tejían pequeños petates y los llevaban con el Sr. Anguiano, quien se los compraba.

El pueblo encantado
En el año de 1971 sobrevinieron grandes sequías que vaciaron la laguna y la planta se fue acabando a la par que la elaboración del petate.
Cuenta una leyenda que el asentamiento de los primeros pobladores quedó encantado debajo del agua, mientras que a la orilla del agua los pobladores permanecen en la actualidad a la espera de un proyecto de saneamiento y reinserción.

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