Una figura misteriosa se une a las sombras de la noche. Avanza a ratos con rapidez, luego con sigilo pero también con suficiencia. La ciudad es suya, la disfruta, es parte de él. Sigue su camino y con cada paso deja detrás de sí un rastro blanco… es caspa.
Un protagonista ridículo, absurdo y hasta calamitoso es el que el escritor mexicano Juvenal Acosta regala a sus lectores en Tenebroso. El último inmortal, su más reciente novela publicada por editorial Planeta. El libro, dijo en entrevista, es una sátira del género de las novelas de vampiros.
“Se convirtió en una fórmula para vender libros”, dijo en referencia a sagas como la de Crepúsculo. “Es muy claro que detrás de estos libros no hay teoría literaria. A mí un vampiro guapo y fuerte me parece completamente banal. Me encanta ser el creador de un vampiro con caspa y esto pude hacerlo porque el libro es una sátira”.
Al rastro blanco de caspa habría que añadirse un tufo soporífero que emerge de la boca de Tenebroso Acosta, último vampiro mexicano que, en las páginas del libro en cuestión, declara su afición a los tacos de moronga y su aflicción al verse unos rollitos en la panza, resultado de sus atracones con ese mexicanísimo platillo sangriento.
¿Cómo llegó al tono satírico de la historia?, ¿estaba ahí de inicio o es algo que trabajó?
Sería un mentiroso si dijera que solito vino. He leído a escritores que lo han hecho muy bien, por ejemplo John Kennedy Toole que escribió La conjura de los necios; he leído también con mucha atención a Jorge Ibargüengoitia. En el caso de la literatura lationamericana, desgraciadamente, no hay muchos ejemplos porque pecamos de serios y de solemnes, y no solamente México sino toda América Latina. Yo tenía que buscar los pocos que tenemos y buscar en otros lados.
Esta seriedad, ¿a qué cree que se debe?, ¿será necesidad de validarse?
 Lo has dicho muy bien, hay esa necesidad de que se nos tome en serio. Somos resultado de la colonización, tenemos siglos tratando de demostrarle al mundo que tenemos tanto valor como los escritores del imperio y creo que parte de esta solemnidad al acercarnos a la literatura y al arte tiene que ver con ese deseo de ser reconocidos por el otro como capaces de producir obra de alta calidad. 

El origen

Juvenal Acosta también forma parte esa seriedad literaria, sus novelas El cazador de tatuajes y Terciopelo violento, reconoció, son como el resto de las novelas latinoamericanas: terriblemente serias y solemnes. 
“Cuando empecé a escribir esta novela lo hice con la intención muy concreta de alejarme lo más posible de los temas manejados en las dos primeras novelas que publiqué. Aquellas dos novelas eran claramente un acercamiento a la novela filosófica, a la novela de ideas, y me cansé de esos temas. 
“Hubo un momento de exasperación, estaba trabajando en la tercera parte, que se llama La hora ciega, y era una novela muy, muy oscura, entonces necesitaba un descanso, poner eso en el cajón y hacer algo que no se pareciera nada a lo que habia estado haciendo. Ahí empecé a escribir Tenebroso, que es un tipo ridículo, una criatura bicentenaria, conservador que admira a Agustín de Iturbide, a Porfirio Díaz… es un anacronismo en  una ciudad postmoderna como la Ciudad de México”.
 ¿Ese absurdo y esa ridiculez, son reflejo de esas mismas características de las ciudades mexicanas?
 Cualquier capital, sí. La bohemia mexicana es muy parecida en todos lados. Los poetas, los pintores, los artistas, los periodistas… todo ese mundo. Son tipos que se replican en Monterrey, Guadalajara y seguramente también en Santiago de Chile y en Buenos Aires porque la variedad es la misma en todos lados. La superficialidad, la arrogancia es la misma en todos lados y Tenebroso lo que hace, a través de esa mirada tan extraña, es dar una versión muy interesante de estos hechos, de esta bohemia.
 Esta mirada juzga pero también es parte de eso que juzga, ¿cómo llegó a esta versión de Tenebroso que se puede distanciar de eso que es parte y luego criticarlo?
 Confieso que es algo también muy personal porque tengo 30 años que salí de México. De éstos he pasado 26 en Estados Unidos y cuatro en Argentina, así que, de alguna manera, yo soy ajeno a este mundo y a esta ciudad así como Tenebroso. A mí la distancia me ha hecho reflexionar sobre la ciudad y los eventos que afectan a los mexicanos en el día a día, me ha hecho verlos de una manera diferente porque no estoy acá. 
El que se sale de la película y regresa ya no entiende lo que pasó y tiene que, de alguna manera, armar su propia historia. Yo he venido armando mi propia historia, de pronto vengo y ya me pusieron un segundo piso en el Periférico, eso no estaba cuando yo me fui. Es una ciudad que reconozco a medias. Tenebroso es un poco el resultado de ese desconcierto que se me ha generado. 
Tenebroso ha sido parte de la ciudad desde 1810 y se resiste al cambio. Es un nostálgico que se confiesa retrógrado y decimonónico. Le choca lo moderno, a mí no me choca lo moderno pero me fascina cómo han cambiado las cosas. Todos estos cambios te obligan a meditar en la manera en que el tiempo pasa no únicamente para tí sino para la ciudad.
 Además de esta mirada, y la posibilidad de separarse, ¿qué rasgos tiene Tenebroso de usted?
 El descubrimiento del fin, de la finitud. La novela la empecé cuando tenía cuarenta y tantos años y vi que estaban en el horizonte los 50. Cuando eres joven, el tiempo es lo que menos te importa, te interesa vivir y no ves más allá de lo inmediato. 
Algo que no he visto en la narrativa de vampiros es la transformación de inmortal a mortal, generalmente es al revés, el mortal se convierte en imortal, es el tema clásico del vampiro, pero yo no estoy familiarizado con esta narrativa y me pareció maravilloso esto de que el vampiro también puede morir una muerte biológica, natural, no una muerte violenta, con una estaca en el pecho sino por el contagio de la vida. La vida es, como dice Tenebroso, una enfermedad mortal. Eso me pareció interesantísimo de explorar, una idea que iba muy bien con mi pasión por la novela filosófica, por la novela de ideas.
 Aunque es abordado desde una perspectiva divertida no deja de ser un tema que desvela a mucha gente…
 Yo creo que sí. Aquellos que hemos sufrido la muerte de una persona muy cercana nos damos cuenta de que la muerte no es una idea, es una cosa muy real, que huele de cierta manera, que produce efectos desastrosos en el cuerpo humano. Todo eso que ve Tenebroso, lo ve otro de los personajes del libro: Juramento Casto, que habla de la manera en que el rostro cambia de la noche a la mañana. Con todo eso yo me podía relacionar también.
El proceso vital del autor mexicano de 55 años de edad abonó para el tema subrepticio de su novela: el envejecimiento. Así como el ciudadano común llega a una edad en la que se sorprende con dolores físicos y emocionales nunca antes registrados, Tenebroso se encuentra un día cualquiera experimentando co sas que jamás se hubiera imaginado.
El escritor permite ver cómo trago a trago de sangre, Tenebroso se va humanizando. Un paralelismo de la marcha que acerca irremediablemente a la raza humana al único lugar que ofrece una estadía si no inmortal, sí eterna: la tumba.

Leave a comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *