Ante el inexorable acontecer de lo perentorio de la vida, cada cultura ha establecido sus propias maneras para preservar la memoria de los que han partido.
DE ORIGEN JUDÍO
Praga es una de las ciudades más hermosas de Europa; sus torres, puentes, callejuelas, templos y castillo le dan un carácter único que enamora a los visitantes.
Durante la Edad Media, los judíos vivían en dos comunidades que crecieron hasta unirse y formar el barrio de Josefov, llamado así en honor a José II, quien se encargó de integrarlos a la vida de la ciudad.
En el mencionado barrio se abrió en 1439 el cementerio judío, el único sitio donde, durante más de 300 años, los hebreos podían ser enterrados. Dado su reducido tamaño se comenzaron a aglomerar las tumbas, diciéndose que había hasta 10 cuerpos en un solo lugar.
Lo anterior conformó un dramático espacio de lápidas que cobran movimiento por su inclinación y transmiten sentimientos profundos, por la belleza de sus diseños y la enigmática y centenaria caligrafía hebrea.
El Antiguo Cementerio Judío es uno de los sitios más visitados por quienes llegan a la capital de la República Checa.
LA INMENSIDAD
DE ARLINGTON
En películas y fotografías había visto imágenes del Cementerio Nacional de Arlington, llamándome siempre la atención las figuras que forman sus alineadas lápidas, visitadas anualmente por 4 millones personas.
Arlington, vecino de Washington DC cruzando el río Potomac, es un lugar gratuito abierto al público. Ocupa 250 hectáreas, por lo que es recomendable tomar los transportes que recorren, por 9 dólares, algunos puntos emblemáticos, como las tumbas de los Kennedy, la del Soldado Desconocido o su anfiteatro.
Sus prados, árboles y senderos lucen impecables y crean un ambiente de recogimiento y respeto. Sus 320 mil sepulcros incluyen desde caídos en su guerra civil hasta los vencidos en conflictos de una potencia con intereses sinfín por todas partes. La magnitud de jóvenes vidas truncadas incrementaron mi aversión por los discursos bélicos que tanto sufrimiento acarrean.
LOS INGLESES
EN HIDALGO
En el Cerro del Judío de Real del Monte, Hidalgo, los mineros ingleses establecieron su cementerio a mediados del siglo 19. Las tumbas se distribuyen entre enormes árboles creando un espacio de paz.
Al recorrerlo llama la atención el número de lápidas de niños y personas muy jóvenes, dada la menor esperanza de vida de aquel entonces.
Miembros de la familia real británica han visitado el lugar donde solo una tumba no tiene la misma orientación que las demás; se trata de la de Richard Bell, un payaso que decidió ser enterrado de manera diferente por sentir que no había sido comprendido del todo en su tierra, experiencia muy diferente a la que vivió en México, donde tuvo gran éxito y múltiples amigos, incluyendo, se dice, al presidente Porfirio Díaz.
La panorámica de la ciudad minera Real del Monte es magnífica desde el camino que lleva al cementerio.
REFLEJOS EN LA
ETERNA PRIMAVERA
Hace muchos años en la calle de Guerrero, en pleno centro de Cuernavaca, había una tienda de sandalias cuyas paredes estaban cubiertas por pequeños espejos, sin dejar un solo espacio libre, a la manera de aquellas macetas que eran decoradas de igual manera.
Se contaba que había sido la casa de una mujer de gran personalidad que deseaba verse reflejada permanentemente. No sé si tal versión era verídica o una mera interpretación de los vecinos.
El hecho es que en el cementerio de Cuernavaca, conocido como La Leona, encontré una tumba decorada de igual manera. Los cuidadores del camposanto me dijeron que se trataba de la sepultura de la misma persona.
Me pareció que, por su originalidad, tal monumento debería mantenerse cuidado, ya que son el tipo de creaciones que dan carácter a los sitios.