Una rara afición me lleva hoy a visitar los panteones de Guanajuato, donde reposan los restos de héroes de la Revolución Mexicana, de la Segunda Guerra Mundial, inventores, artistas y músicos.
Incluso hay cinco tumbas de una familia que falleció tras contagiarse de la temida peste bubónica. Vamos, acompáñame.
“El Panteón de Santa Paula fue el primer cementerio municipal de la capital, se inauguró en 1861, hoy es uno de los panteones más famosos por su producción de cuerpos deshidratados conocidos como momias”, se escucha platicar a uno de los guías que recorren el lugar acompañado de turistas.
En el sitio, inaugurado hace 155 años, las tumbas más visitadas son las de los jefes políticos coronel Cecilio Estrada, que murió en 1906, y el general guanajuatense Florencio Antillón, quien falleció en 1903.
Antillón recuperó la ciudad de Guanajuato luego de la ocupación francesa y gobernó el estado del 17 de septiembre de 1867 al 31 de diciembre de 1876.
Ambas tumbas está junto a la de Manuel Doblado, quien murió en 1865, la suya es la más grande, según los registros del panteón, además de que esa cantera roja y verde con la que la adornaron la hace majestuosas ¿no te parece?
¡Mira!, ahí a la derecha… es la tumba de Armando Olivares, fue rector de la Universidad de Guanajuato, es otra icónica del camposanto, esa piedra de dos metros de alto se ve impresionante con las letras doradas.
En este panteón, de los más de 10 mil 640 difuntos, los restos más antiguos son  los de “La Joven Virtuosa, Gerarda B. de Zamora”, que fue enterrada en abril de 1861.

León

En León vamos hasta el panteón San Nicolás, el más antiguo y representativo de la ciudad.
Ahí están las tumbas de algunos personajes famosos, como el arquitecto, inventor y relojero inglés Luis Long, quien transformó con sus diseños varios lugares emblemáticos de la ciudad a principios de siglo XX.
Long diseñó el reloj de la Catedral de León y lideró su reconstrucción en 1888, también trazó el malecón del Río de los Gómez.
Ahora su tumba luce olvidada… tiene polvo, flores secas y una cruz sobre su lápida que ya está medio oxidada.
Allá hay otra tumba famosa, ésa es la del soldado Filogonio A. Frausto (Philip), que participó en la Segunda Guerra Mundial y murió el 8 de diciembre de 1944.
Cuánta celebridad, del lado derecho del panteón entre los árboles, ves… ahí está el torero Modesto Reyes Lara, “El Pianista”, que murió cornado durante una corrida de toros en Catepeque, Guatemala, a sus 23 años, su lápida luce adornos coloridos de la tauromaquia.
También está aquí el coronel Petronilo Ángeles Torres, quien sirvió a Francisco I. Madero durante su mandato, aún lo tienen presente sus familiares; hijas y nietas llegan en ocasiones a visitarle y adornar su lápida.
“El panteón tiene 13 mil 707 tumbas divididas en gavetas, fosas, osarios y bóvedas, en una superficie de 31 mil 941 metros cuadrados”, me comentó en alguna ocasión Daniel Hernández, director del Panteón.
La tumba más antigua es la del leonés Jesús Aranda Díaz, quien murió en 1883, me dijo.

Petronilo Ángeles Torres, quien luchó por el territorio “con sentimiento poético”.

Celaya

Hemos llegado al Panteón Municipal de Celaya, inaugurado en noviembre de 1890, aunque años atrás ya era utilizado. 
La de Secundino González es la tumba más vieja, fue un filarmónico que vivió en la actual calle de Guadalupe, de la Zona Centro.
Su tumba está a la entrada del panteón, junto al museo de las momias. Sí, aquí también hay un museo de momias como el que hay en la capital.
Entre las tumbas de los siglos XVIII y XIX, está la de “Chucho el roto del Bajío”, Valentín Mancera, que según la leyenda fue un peón de la hacienda administrada por el español Eusebio González.
Cansado de los abusos del hacendado, se volvió un bandolero que robaba a ricos y se los daba a los pobres, pero fue emboscado en la zona de San Juan de Dios, cerca del centro de Celaya.
Su cuerpo fue colocado en la fosa común del panteón, pero sus descendientes colocaron una losa con su nombre para que fuera recordado. Incluso su personaje dio paso a un corrido que habla de su historia.
Aquí también podemos ver la tumba del hijo de Mariano Escobedo, Francisco Juárez.

La losa con el nombre del bandolero Valentín Mancera.

Irapuato

¿Te quieres arriesgar a conocer de cerca un rastro de la peste bubónica?… ¿sí?, te llevaré al Panteón Municipal de Irapuato, un lugar lleno de misterio, leyendas e historias olvidadas que en 1889 recibió en sus terrenos el primer cuerpo.
Está ubicado en la colonia Morelos, junto a las vías de tren y ya es tradición que la tumba más antigua construida en 1890, es un punto de reunión para los visitantes. Ahí reposan los restos de Francisco Juárez, que falleció a los 67 años, sólo que luce descuidada por el deterioro ocasionado al paso del tiempo.
Frente a su tumba, hay cinco sepulcros que pertenecen a la familia Guerrero, ellos murieron en 1897, tras contagiarse de la peste bubónica, enfermedad que causó la muerte de más de 50 millones de europeos en el siglo XIV, un tercio de su población en aquel entonces. 
Por ese motivo las autoridades de salud sellaron las tumbas herméticamente y “a perpetuidad”, para que nunca jamás a alguien se le ocurriera abrirlas… con el tiempo la cantera verde de las lápidas se ha desgastado, ¿ves? 
Sólo dos son aún legibles y aparecen los nombres de Ignacia Victoria Guerrero, que murió el 26 de mayo, y la de Eduardo Guerrero. que falleció el 18 de octubre de 1897.
Las otras tres tumbas están rotas y en las orillas de las uniones de cantera ya brotan plantas. Ojalá que no estén rotos los sellos, mejor vamos a la entrada del panteón, ¿viste que ahí estaba una estatua de soldado?
Ahí junto al pasillo, una de las tumbas más célebres del panteón, es la del soldado Adolfo Taboada Rivera, que combatió junto a los estadounidenses en la Guerra de Vietnam y falleció en batalla en 1960.
En el sepulcro, su familia colocó la escultura de cantera roja tamaño natural, de un joven hincado sobre su rodilla izquierda, con los brazos extendidos a sus costados y la cara al frente con los ojos abiertos. 
Los visitantes han adornado la figura con lentes de sol, collares, flores, coronas y rosarios. Guardias de seguridad nocturnos aseguran que en ocasiones ven al soldado caminar entre las tumbas…

El sepulcro de los Guerrero, que murieron por la peste.

Purísima y San Francisco del Rincón

Ahora visitemos al famoso maestro y escritor Fortino López Robles, sus restos reposan desde 1973 en el Panteón Municipal de Purísima del Rincón.
Aunque la tumba luce descuidada, aún se conserva una cruz y un libro de piedra.
En noviembre de 1915 entró al magisterio guanajuatense y se desempeñó como maestro rural, ayudante de escuela primaria y comisionado municipal de instrucción. Publicó el Manual de Educación en 1934, entre otros libros. Aquí cerca hay otro panteón vamos a ver a quien nos encontramos.
En los panteones de San Francisco del Rincón descansan los restos de dos artistas que trascendieron por sus obras; un danzante y un músico.
Ya casi llegamos para ver las tumbas del aficionado a la danza autóctona e iniciador de la misma en la ciudad, José Natividad Reyna Moreno, que llegó a presentarse en la residencia de Los Pinos con un espectáculo que brindó al presidente Manuel Ávila Camacho. Su mausoleo es imponente, blanco, el artista falleció en 1995.
A cinco minutos, en el panteón “San Miguel” yacen los restos de Martín Ramírez Sánchez, fue uno de los iniciadores del grupo “Los Caminantes”, en 1976, ellos actualmente son populares en Estados Unidos y algunos estados de México.
Falleció en un accidente de autobús en 1987, era el tecladista del grupo y ese mismo año sus compañeros sacaron un álbum en su honor titulado “Gracias, Martín”.

El lugar de reposo del músico Martín Ramírez Sánchez.

Dolores Hidalgo

Antes de llegar al siguiente panteón, vamos a tomarnos un tequila y a brindar porque “La vida no vale nada”.
Aquí, el camposanto dolorense el 19 de enero y el 22 de noviembre se llena de fiesta durante la conmemoración del natalicio y el aniversario luctuoso del cantautor José Alfredo Jiménez. Aunque él falleció el 23 de noviembre, de cirrosis, sus familiares lo evocan el 22, junto con cientos de visitantes, la mayoría músicos que celebran a su patrona Santa Cecilia.
El compositor de “El Rey” grabó más de mil canciones y el 22 de noviembre no falta quien le lleve un mariachi a su mausoleo, diseñado por el arquitecto Javier Senosiain, que se casó con Paloma Jiménez Gálvez, la hija del músico,
La tumba de José Alfredo mide más de cinco metros y tiene forma de sombrero de charro, que tiene grabada su frase inmortal “La vida no vale nada”, de su canción “Caminos de Guanajuato”.
Un sarape con los colores del arcoíris hecho de la tradicional cerámica dolorense,  tiene grabados con letras doradas los títulos de sus más emblemáticas canciones. La tumba más antigua del Panteón data de 1877.

El sepulcro de José Alfredo Jiménez.

Moroleón

Nuestro recorrido nos lleva a Moroleón, ahí, en el camellón de la avenida Hidalgo, al norte de la ciudad, están los restos del general guanajuatense Tomás Moreno, caudillo de la Independencia, adornados con un monumento construido en su honor en 1962.
Los registros históricos muestran que a los 10 años Moreno se unió a las huestes insurgentes, combatió contra la dictadura de Antonio López de Santa Anna, los norteamericanos y en la intervención Francesa.
Luchó el 5 de mayo en la batalla de Puebla de 1862 y falleció dos años después por sus heridas de guerra.

El monumento en honor del caudillo Tomás Moreno.

Pénjamo

Ahora vámonos hasta Pénjamo a recorrer el Panteón Municipal, donde está el cuerpo de Antonio Gómez Rodríguez, creador del emblema nacional del águila que devora a una serpiente sobre un nopal.
Se ve algo olvidada, la ves ahí, en la gaveta 993, es sencilla, gris… y mira, ahí también están los restos de su hijo, lo único que identifica su aportación a la nación es la frase Escudo Nacional.

Valle de Santiago

Y podemos dejar para el final, aunque no por eso es menos importante, al panteón Campo Florido, de Valle de Santiago, que tiene más de 790 años de antigüedad y más de 7 mil tumbas, pero entre todas destaca la un periodista sacrificado en 1934.
El periodista fue Juan B. Bravo, quien falleció a los 46 años, y en cuya lápida se lee: “Laboró por los humildes y por ello fue sacrificado”.

El lugar de reposo del periodista Juan B. Bravo.

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