Eleazar pasa horas en la celda, la comparte con otros 5 compañeros. Confiesa que la vida en la cárcel no será tan dura si se logra hermanar con los internos. Afortunadamente es amigable y los considera su nueva familia, carnales que al igual que él, sufrieron contextos de violencia y que en CEINJURE, más allá de purgar una sentencia, viven una lucha por superarse con largas horas de reflexión.
Cuando Eleazar no está en la celda, seguramente está en el patio trabajando, ya sea en el taller de carpintería o tejiendo bolsas. Entre sus cualidades, él piensa que lo mejor que tiene, es ese ímpetu al momento de trabajar. Desde los 12 años que se independizó de su familia y emigró desde Lagos a Mexicali, allá vivía su abuela y en esa ciudad fronteriza, se hizo un menor trabajador aprendiendo a subsistir en aquellos barrios donde varias veces fue asaltado. 
No sabemos con certeza qué lo llevó a pisar por primera vez la cárcel, nunca antes había sido recluso, sólo esta vez en el CEINJURE de Lagos de Moreno. Su expediente es confidencial y en este texto es más relevante el cómo es que desde el patio de la cárcel, Eleazar está instaurando una micro empresa.
“Aquí soy una corporación, tengo contratados a 4 compañeros en mi negocio”, expresó. 
Eleazar es hábil tejiendo bolsas, termina 4 al día y comenta que parte de la venta proviene de los pedidos de gente ajena al CEINJURE, pero que es de gran ayuda en la ventas su hermano. “A él lo tengo vendiéndolas en las calles y colonias, en Lagos. Sí le pago, es un negocio”.

De Puente Grande
La Carpintería es otra de las actividades que evitan que un preso se vuele los sesos de no hacer nada, con tanto tiempo que sería dedicado al tortuoso ensimismamiento, es una actividad ocupacional y remunerativa.
Eleazar y Arturo, uno de sus compañeros, disfrutan esta actividad y han demostrado ingenio en la fabricación de muebles, marcos y objetos de arte pop con madera.
Antes de que llegara un preso desde Puente Grande al CEINJURE de Lagos, la carpintería era la actividad a la que más recurrían los presos. “Llegó un compa de Puente de Grande, él nos enseñó, en Guadalajara se estaba vendiendo muy bien la bolsa y nos vino a enseñar. Ya no supe de él, se fue a otro lugar pero nos dejó la técnica”, explicó Arturo.
Los empresarios en la cárcel aprenden a comercializarla, incluso en ciudades lejanas y países como EU y Canadá, su red de venta será la familia y gente cercana a ellos. “Mi meta es seguir con mi empresa allá afuera, hacerla crecer y después tener una familia”, comentó Eleazar.
Arturo piensa que la cárcel es un lugar para aprender la paciencia, para reflexionar, a controlar impulsos y respetar. “Valoras la vida y la familia. No somos escoria, no somos malos”.
Eleazar interrumpe, por ejemplo, a mí me tocó conocer a uno que ya tenía mucho tiempo encerrado y allá afuera la gente no sabe que algunos como él tuvieron necesidad de robar pero porque tenía hambre, el sistema sí fue injusto con él, por algo tan simple terminó purgando mucho tiempo, ya no supe qué pasó con él, un día se fue”.

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