La primera vez que Ma. Guadalupe pasó la noche con su esposo, fue golpeada y forzada en la relación sexual. En ese tiempo ella era una niña Tzotzil de 12 años, aterrorizada tratando de asimilar el comienzo de un matrimonio que le fue impuesto.
Habitante de San Juan Chamula en los Altos de Chiapas, alcanzó la edad en la que se negocia el vínculo conyugal, esto de acuerdo a los usos y costumbres de su pueblo, violatorios de los derechos humanos de las mujeres.
El Observatorio de Violencia Social y de Género ha notificado que los actos de violencia doméstica en las comunidades indígenas no son reportados en las estadísticas oficiales.
“Muchas mujeres en mi pueblo son golpeadas y abusadas por sus esposos desde la primera noche. Allá cuando una niña cumple los doce los padres la venden, la cambian por reces, dinero, refrescos, comida y posh. Allá un hombre camina adelante y atrás la mujer; aquí se defiende a la mujer, allá no. A una niña muy pegada conmigo lo mató su esposo, era muy mayor y ella de 15 años, la encontraron muerta, toda morada, hinchada de su cara. Lo malo que los usos y costumbres era su mujer, y si no quieres, lo tienes que hacer. Él sólo pagó una multa de 2 mil pesos para salir de la cárcel… Yo saqué a mi hija del pueblo, no quiero que los abuelos hagan el acuerdo, mi hija quiere estudiar. Por eso muchas muchachas mejor se van de Chamula a vender artesanías a otros pueblos o se fugan con los que sí quieren estar. Cuando uno sale abre los ojos”, narró.
En San Juan Chamula, Ma. Guadalupe Espinoza es una mujer artesana y activista, fundadora de la organización Mujeres Juntas por la Igualdad, una red conformada por 2 mil artesanas de diferentes comunidades del municipio, ella las organiza, las impulsa. Las integrantes tienen en común una misma condición: son mujeres violentadas que decidieron separarse de sus esposos. La artesanía es el alimento de sus hijos, la creatividad hilvanada representativa de la Libertad.
“Cuando me casé un día no sé cómo pero escarbé un hoyo y me salí de la casa de mis suegros, me escondí días en el corral pero me vieron, me pegaron. Un día me dijo mi esposo: Si no me quieres y no quieres que duerma contigo vamos a decir que dormimos juntos pero no dormimos. Tendió un petate a un lado de la cama y me sorprendió que me dejó la cama. Así estuvimos un año, parecíamos hermanos. Entendí que me respetó y empecé a quererlo, hasta que un día decidí que sí lo quería y construimos nuestra casa lejos de los papás. Tuvimos una hija pero él se fue a EU y ya no supimos nada de él hasta dos años después. Me echó mi suegra, quedé en calle. Mi mamá a escondidas me prestó una casita de adobe, agarré tela, empecé a tejer artesanía… conocí una güera en San Cristóbal y me ayudó, me enseñó a vender por pedidos”, comentó.
En el 2007 la activista y artesana Chamula empezó a reclutar a mujeres necesitadas, la mayoría violentadas o abandonadas. “Las organizo, muchas son mujeres que ya no quieren depender de sus esposos, con la venta de artesanía, aunque no ganamos como quisiéramos, ellas pueden salir adelante”.
La activista Tzetzal llegó a ser encarcelada luego de la reacción de algunos varones cuando movilizó a varias mujeres y pidieron que se les entregara un apoyo que sólo se estaba dando a los hombres. “Una persona que conocí en México me ayudó, envió a Derechos Humanos y pude salir de la cárcel, pero en San Juan Chamula muchas mujeres no saben que existen Derechos Humanos”.
Halla refugio en la artesanía
Sufre mujer indígena Tsotzil violencia desde los 12 años en que fue “vendida” a su esposo; ahora ayuda a otras mujeres a liberarse con la venta de tejidos.