De acuerdo a las actas del juzgado municipal de hace 100 años, presuntamente murió envenedado un hombre en la Asociación de la Cruz Blanca que estaba ubicada en la calle Constituyentes.
Un día ingresó un sargento culpando a un yerbero por haberle suministrado una bebida para combatir la gonorrea, habiéndole provocado parálisis, pérdida del habla y otros síntomas de envenenamiento. Al poco murió y por la falta de autorización para realizar una autopsia, el yerbero fue acusado de asesinato por envenenamiento.
Decía el documento antiguo, que de acuerdo a los artículos 255 y 168 del Código de Procedimientos Penales se declara preso por el delito de homicidio perpretado en la persona de Esteban Cervantes por envenenamiento.
Hace 100 años no se contaba con especialistas e instrumentos para practicar una autopsia con la que se pudiera comprobar la culpabilidad del yerbero. Así que pasaron dos semanas cuando el responsable de la Cruz Blanca, el Dr. Ortega, declaró ante el comisario que “el envenenamiento había sido por torpeza” y no un homicidio doloso. Ante tal circunstancia, se cerró el caso y el yerbero recuperó la libertad.
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